Capítulo 24: El robo

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En las siguientes semanas, la dedicación a la estrategia fue total. Los chicos intentaron enseñar a Mia algo de pelear, mientras esta preparaba un minucioso plan de robo, que no implicara demasiado alboroto. Apenas tenían tiempo libre. El poco que Danna tenía, lo dedicó en su mayoría a Alek. Su amistad se fortalecía a velocidad de vértigo, alimentada por las charlas hasta la madrugada, los paseos y las cenas en familia. Dan intentó reservar algo de tiempo para Lucas también, pero se sentía incomoda, harta de luchar consigo misma. Y nochebuena llegó. Y con ella, los nervios de la rubia se dispararon. Había llegado el momento por el que estaban todos allí.

A las nueve, Danna y Charlotte se metieron en unos vestidos de fiesta, y, subidas a unos ocho centímetros de tacón de charol, anduvieron por la calle hasta llegar a la gran mansión, donde la música retumbaba. Con un par de sonrisas brillantes, acompañadas de invitaciones falsas, se abrieron paso entre la multitud. Dan se oía el corazón retumbar en las costillas cuando Char la dejó sola, con el único propósito de ir a entretener al propietario de tan magnifica fortuna. Ella debería subir las escaleras hasta el segundo piso, desierto, y buscar el despacho. Parecía sencillo. Pero la seguridad era complicada. Empezó a empujar a gente, tratando de llegar a la escalinata. ¿Cómo demonios subiría sin ser vista, con todo el gentío? La respuesta le llegó cuando la introducción de una canción de rock duro sonó, tocada por un batería con gafas de sol, que ella identificó como Lucas. Apuntó eso a las cosas que no sabía de él. La gente se puso a brincar, mirando al improvisado escenario. Nadie le prestaba la as mínima intención. Notó como alguien le apretaba la cintura y soltó un jadeo de sorpresa. Pero tan solo era un camarero. Alek.

Descalza, subió las escaleras para llegar al piso superior. Agradeció el enmoquetado, que silenciaba sus pasos. Vio una sombra al final del pasillo. Tras esconderse detrás de uno de los rincones de la pared, sacó discretamente la cabeza para observar. Era un hombre fornido. Danna supuso que haría la ronda, así que, cuando este giró la esquina, y desapareció en el siguiente pasillo, la rubia aprovechó para deslizarse silenciosamente hasta la puerta del despacho del señor.

Un camarero apareció a su lado. Era de nuevo Alek. La agarró suavemente por la cintura, dispuesto a abrir la puerta. Pero en ese momento, la sombra volvió a aparecer por el fondo del corredor. El chico la arrastró hasta un rincón, y se pegó a ella, intentando minimizar el espacio que ambos ocupaban y, con él, el riesgo de ser descubiertos. Danna lo miró, alzando la cabeza, directamente a los ojos oscuros. Él bajó la cabeza, atraída por la idea de mezclar aún más sus respiraciones. Danna sabía que la iba a besar. Pero no le importaba. Sin embargo, antes de que eso pasara, una cabeza se asomó por las escaleras. Una cabeza con rizos oscuros y grandes iris marrones. Charlotte. Esta los miró, mostrando un descontento en su mirada. Acabando de subir el último peldaño, agarró a Dan por el brazo, e instó a Alek a que abriera la puerta. Dos minutos después, los tres salían. Pero sus bolsos, esta vez, llevaban unos treinta mil dólares, cada uno. Se afanaron a bajar, medio a la carrera, la escalinata, hasta el piso de abajo, donde seguía sonando rock. Danna conectó sus ojos con los de Alek, y los tres salieron al jardín, ahora desierto, por el frío que hacía.

- Danna y yo tenemos que esperar a Lucas – dijo Alek. – Charlotte, ya sabes lo que hay que hacer.

Charlotte asintió y, cuando un coche negro pasó lentamente por la calle, la morena se subió a él, y desapareció en sus cristales tintados, y luego, en un callejón.

Alek se giró entonces hacia Danna, y esta vio su espanto en el rostro. El tiempo le fue justo para atraerla a su lado, no sin que antes la hoja delgada de una navaja de caza le rozara la cintura. La rubia siseó de dolor. Ambos se miraron a los ojos. Y el moreno le puso en la mano una navaja de tamaño mayor, a la vez que él sacaba la suya propia.

A partir de ahí, todo se precipitó. Danna intentó defender a Alek también, pero acabó por cubrirse solo a sí misma. De lo contrario, le costaba demasiado. Lucas salió poco después, y, al ver la pelea entre la Black y sus amigos, no dudó en echarles una mano. Diez minutos después, los tres se miraron, con las respiraciones agitadas. En el suelo, cinco personas, entre muertas e inconscientes. Un chillido rompió la noche. Una señora se llevaba las manos a la boca, mientras los observaba. Danna miró a sus dos chicos, se descalzó, y salió corriendo calle arriba, hacia el hotel que compartían todos, con sus compañeros pisándole los talones. Cuando llegaron, los tres se metieron en el ascensor. Dan notó como su campo de visión se reducía, el suelo empezaba a temblar y su vista se volvía entre negra y borrosa. Y se desmayó


Wild BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora