Capítulo 14: Mery

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Danna se vio arrastrada a través de las calles, hasta una casa azul pálido, con ventanas blancas y un adorable y bien cuidado jardín que envolvía el camino de losas de cerámica que llevaba a la puerta blindada, del mismo color que las ventanas.


¿Es tu casa?


Lilian asintió, sacó unas llaves de color latón del bolsillo de sus tejanos impolutos y, arremangándose el jersey de lana hasta media manga, entró en la casa. Danna la siguió.


Se quedó parada al ver la esplendorosa decoración, la familia tenía dinero. El corredor estaba adornado con tonos dorados, que intentaban hacer juego con la alfombra marroquí, roja y oro, que presidía el corredor. Cuando Dan acabó de admirar la decoración, Lilian ya había desaparecido. La rubia recorrió lo que quedaba de pasillo y fue a parar al salón, decorado en crema y negro, majestuoso y regio, pero sin marca alguna de que allí viviera una familia. Por uno de los marcos de madera oscura asomó la cabeza menuda de su amiga y, tras la melena, asomó la mano, que le hizo un gesto para que se acercara. Danna así lo hizo y entró en otra estancia enorme. No tuvo duda alguna de que era la habitación de Lili. El dormitorio rompía con toda la casa, fría y formal. Las paredes eran de un tono naranja subido y de ellas colgaban dedicatorias, posters y alguna que otra fotografía, agarrada con pinzas a una débil cuerda que traspasaba la habitación. Una cama King size blanca con dosel presidía la decoración, seguida de un puff verde lima y un escritorio a juego con el lecho. Lilian se sentó cruzando las piernas encima de la alfombra de largo pelo que había colocada en el suelo.


Vamos Danna, siéntate y te buscare alguna cosa chula que ponerte esta noche.


La chica obedeció, dejando el móvil encima de la mesa, sin mirarlo apenas. Sabía que encontraría llamadas y mensajes, primero enfadados y más tarde, preocupados. Conocía el funcionamiento de las personas de memoria.


Ambas chicas pasaron horas probándose montones de ropa, salidos de un vestidor que no parecía acabar nunca. Una vez seleccionadas las prendas, Lilian se ofreció a peinar a Danna. Pasaron la tarde entre bromas, risas, anécdotas y preguntas, hasta que el reloj dio las diez. Solo entonces ambas rubias miraron su look terminado en el espejo.


Danna vestía una blusa casi transparente, de color blanco con ribetes negros, que dejaba entrever un sujetador de encaje del mismo color. Al conjunto se añadían unos vaqueros pitillo oscuros y unos tacones de charol de igual tono. Sus indomables rizos habían sido recogidos en una trenza de espiga, poco apretada, que dejaba que algunos de sus rebeldes mechones le enmarcaran el rostro, maquillado para la ocasión con eyeliner negro, sombra y rímel del mismo color y labial de un rojo vivo. Le sonrió a su reflejo.


Lilian tampoco se quedaba corta, una falda de tubo rosa y negra recogía sus caderas y muslos y, combinada con una básica, también rosa, le daba un aspecto inocente, que se desmentía con almenos ocho centímetros de tacón negro. Le había dado a su pelo un toque informal ondulándolo y eso, combinado a su pintalabios rosa, le daba aires de muñeca.


El timbre sonó y Lili corrió a abrir. Danna vio a una chica de pelo rojizo, sin apenas maquillaje y enfundada en un vestido azul eléctrico que parecía echo para ella. Esta no se sorprendió a ver a la rubia y le sonrió cálidamente. Habló, dirigiéndose a Dan, con voz aterciopelada.


Me han hablado muy bien de ti, princesa. Encantada de conocerte, soy Mery - Se giró hacia Lili - ¿Nos vamos?


Esta le sonrió, invitándolas a salir a ambas, y cerró tras de sí la puerta cuando estuvieron todas fuera.


Andando por las solitarias aceras, bastante iluminadas, llegaron a un local, con doble puerta. Dentro se oía la música altísima. Danna pasó y se dirigió directamente a la barra. Un chico de unos veintipocos años le sonrió y, gritando por encima de los decibelios, le preguntó que quería. La rubia se lo pensó dos veces y pidió algo suave, no quería emborracharse esa noche, a pesar de que las voces en su cabeza se lo suplicaban de rodillas. Cogió su bebida y, con ella en la mano, se dirigió donde todos bailaban al ritmo de una provocativa canción electrónica. No tardó en atraer miradas. Se movía sensualmente, moviendo sus caderas y bajando levemente al ritmo de la melodía. La pista cambió, sonando una canción lenta y descaradamente sexual. Danna notó que tenía alguien pegado a ella. Al girar la cabeza vio a un chico. Era castaño, un palmo más alto que ella y tenía peligrosos ojos verdes. La rubia le sonrió y, pegándose más a su piel, empezó a provocarlo. Al girar la cabeza notó que alguien la observaba. Lo localizó. Era un chico de piel blanca y ojos claros, que cambiaban con las luces. Lucas. Conectó la mirada a la suya y el aire vibró de anticipación. Las manos en la cintura del chico que tenía detrás rompieron el hechizo. Al girarse se sorprendió más aún.

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