Capítulo 32: El mar

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El viento ardiente le golpeaba fuerte la cara, cortando sus labios y rasgando su piel de porcelana. Achicó los ojos, a la vez que los músculos de su muñeca derecha se tensaban para tensar el acelerador, haciendo rugir la Ducati, que serpenteaba por la carretera del acantilado donde Alek había perdido la vida seis meses atrás.
Los rizos se le enredaban a la vez que disminuía la velocidad, para acabar deteniendo por completo la moto en un mirador que daba al mar. Puso ambas bambas en el suelo y sacó la llave del contacto, disfrutando de los rayos del sol que atravesaban su cazadora de cuero negro y le calentaban la piel. Suspiró.
Las olas no se oían des de su altura, a pesar de que rugían, furiosas, al chocar contra las rocas pálidas. Sonrió amargamente.
- Dutton Cliff - murmuró - no me creo que fueras tan poco original, Alek.
A pesar de que su reproche no tuvo respuesta más allá del ruido que hacían las aves que buscaban pescado, el eco de su carcajada cruel se oyó por encima del sonido del viento.
Una canción de heavy metal rompió sus pensamientos, y Danna miró la pantalla para decidir si lo cogía o no. Una foto designaba el contacto que la llamaba. Viviana. Con una mueca de desprecio, rechazó hablar con ella. No quería saber como se encontraba su amiga, ni el bebé que esperaba. Era todo demasiado perfecto.
Perfecto...saboreó la palabra de significado imposible en el paladar, y sus labios, pintados de un lila oscuro, esbozaron una sonrisa desganada. Nada había sido nunca ideal para ella.
Toqueteó sus puntas rosáceas, a la vez que su mirada se fijaba en la pulsera acristalada de su madre. Por fin se había echo justicia por ella, pensó. Alek lo había procurado así.
"Es curioso hasta donde pueden llegar los celos de un hombre hacia su mujer" se planteó.
Si, era extraño ver el límite de las emociones humanas.
Se apoyó en la barandilla de hierro oxidado que impedía que su cuerpo menudo se precipitara al vacío.
" ¿Quien está contigo ahora, pequeña estúpida?" se murmuró a si misma.
Negando con la cabeza, se apartó del borde del acantilado para volver a subir a la moto y salir zumbando, carretera abajo, y mientras los quilómetros pasaban, Danna disfrutó de su mente callada y del zumbar del viento en sus oídos.
Al poner el primer pie en el parqué de su piso, su gata negra vino a recibirla. Mientras colgaba la chaqueta, los ojos verdes de Lux la examinaron, antes de echar a andar altiva y majestuosamente por el pasillo y escurrirse por la puerta del comedor. El animal sabía que estaba de mal humor. Sin embargo, eso no evitó que se acurrucara en su regazo cuando Danna se sentó exhausta en el sillón, vestida tan solo con una camiseta ancha de Iron Maiden. Su mano empezó a acariciar el sedoso pelaje negro de la gata, que ronroneó conforme con las atenciones recibidas.
La rubia notó como sus párpados amenazaban con cerrarse ante el silencio que reinaba en la casa. Había salido demasiado de fiesta la noche anterior, e ir a Dutton Cliff no había ayudado a su descanso. Suspiró ruidosamente, a la vez que destensaba sus músculos agarrotados. La vibración del móvil encima del cristal de la mesa la hizo abrir los ojos, y, enfadada por la interrupción, fue a mirar quién era. El nombre de un chico se vio en la pantalla, y Dan buscó en su memoria para recordar quien era. ¡Ah, si! Matt. Un chico atractivo y poco hablador con el que había hecho amistad en una de las fiestas de aquél verano.
- ¿Que te parece, mi luz? - le preguntó a la gata - ¿le descuelgo o me hago la dura?
Danna interpretó el maullido suave que salió de Lux como una opinión inclinada hacia la segunda opción, por lo que apagó el teléfono, para nada intranquila.
Habiendo entendido que no iba a conseguir descansar aquella nublada tarde, se volvió a enfundar en un mono negro sencillo, y cambió sus bambas por unos zapatos veraniegos con algo de tacón.
- Voy a salir, mi luz - dijo, dirigiéndose a su mascota - volveré antes de medianoche.
Despues de haber besado el hocico húmedo de Lux y con esa promesa salió por la puerta. Anduvo hacia el centro, disfrutando del sonido de sus pies al andar, en contraste con el silencio de la calle. Los dias de agosto se habían escurrido entre sus dedos como agua potable en alta mar, y dentro de poco Setiembre se haría cargo de llenar la ciudad de la gente habitual, con su ir y venir.
Iba a hacer un año des de que se había mudado.
Inhaló el aire, impregnado aún de verano, y lo soltó mientras abría la puerta a sus recuerdos.
El impacto de todos ellos fue significativo. La sonrisa de Lucas los dominaba a todos, filtrándose por cada rendija que Danna había dejado abierta tras su accidente.
El ruido de unos pasos que no estaban siendo correctamente ocultados la sobresaltó justo en el momento en que un chico corpulento y muy moreno la agarraba de la muñeca, dándole un brusco tirón para arrinconarla contra una pared de ladrillo.
- Dame todo lo que tengas - le dijo, intentando ocultar el nerviosisimo de su voz.
Danna lo examinó, divertida, al notar su vacilación. No sabía porqué había decidido atracarla a ella, pero estaba claro que habia sido un error. Lo miró a los ojos midiendo cuán desesperado estaba. Sus manos temblaban levemente, mientras intentaban sostener firmemente una navaja de tamaño medio, como las que antaño llevara Dan entre sus pechos. La chica soltó su muñeca enseguida que se lo propuso y, levantando levemente la manga de su chaqueta delgada, le mostró al aterrorizado muchacho su tatuaje de la Wild.
- ¿Sabes lo que significa? - le preguntó. El moreno asintió, asustado - Bien. Dame la navaja.
El chico, sin embargo, era desconfiado y la levantó para apoyarla en su cuello, con un aire resuelto.
Danna, aburrida, alzó la mano que tenía libre para agarrar el mango plateado del arma. El chico, cometiendo un error, la apretó y cortó superficialmente la piel blanca de la chica.
Los recuerdos la volvieron a invadir, deteniéndose tortuosamente en la sensación que había sentido cuando Lucas la había alzado en brazos, con un profundo corte en el cuello.
Reaccionó rápido por la ráfaga de tristeza que le produció la memoria de su amigo. Y empujó al chico que la había herido, desequilibrandolo. Rápidamente agarró la navaja y lo proyectó hacia el suelo, sobre el que él cayó de culo.
El muchacho la miraba con terror, y ella suspiró sonoramente. No era esa mirada la que quería.
Deslizó la manga de su chaqueta hacia abajo, cubriendo su tatuaje de nuevo. La adrenalina habia abandonado su cuerpo y la habia dejado con un regusto amargo a derrota. Había perdido su propia partida.
Lanzó el delgado cuchillo hacia la pared que había detras del chico moreno, con la intención de que le rozara el cabello, y tan solo lo atemorizara. Pero antes de girarse para irse, vio como el filo rozaba sus mechones ¿dorados?.
- No puede ser - murmuró, con los ojos dilatados - Lucas
Salió corriendo, con la mirada del chico moreno, que la vio marchar completamente confundido.
Sus pies la llevaron hacia el extremo oeste de la ciudad, donde se ubicaba el hospital. Llegó jadeando y subió las escaleras hacia la habitación de Luke. Su parte racional le decia que seguiría en coma. Pero la esperanza le había inundado el corazón. Y, por una vez, no se equivocaba. Abrió la puerta y, des de la cama, se vio observada por unos ojos azul cian.
Se quedó clavada en el suelo, intentando detener sin éxito las lágrimas que le desbordaban las mejillas.
- Luke - pronunció, paladeando su nombre y rezando para no estar equivocada.
- Danna, mi princesa - le dijo él, abriendo sus brazos.
Y ella tuvo que acurrucarse entre ellos, apoyando su oreja en el pecho de Lucas solo para cerciorarse de que su corazón seguía latiendo. No podía dejar de llorar.
- Mi amor, estoy aquí, no me voy a ir - susurró el chico, besando sus ojos empapados, para acabar presionando sus labios contra la boca de ella. - Te amo, joder, te amo.
Danna sollozó aún mas fuerte, deteniendo el beso y abrazándolo.
Pasarían horas hasta que consiguiera calmarse y, cuando lo hizo, se quedó dormida respirando el olor de su chico.

Charlotte entró en el cuarto poco después e interrogó a Lucas con la mirada al verlo abrazar a Danna.
- ¿Que es esto Lucas? - le preguntó.
- Dejala dormir Char - le contestó él - por las ojeras que tiene, juraría que no ha estado durmiendo mucho.
- En estos seis meses han cambiado muchas cosas, Lucas.
- ¿Seis meses? - se sobresaltó el aludido. - ¿Donde está Alek? - susurró, notando como un frío glacial le helaba las venas.
Y Charlotte tuvo que entregarle la carta sellada que Alek le escribió tantos meses atrás.
- Lo siento, Luke.

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