Capítulo 22: Cumpleaños

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Danna se despertó la mañana del día 9, sola. El olor de Lucas se le metió debajo de la piel enseguida, y enterró la cara en el mullido cojín blanco que abrazaba, intentando mantener las lágrimas detrás de sus pupilas. Los vería pronto, se dijo, dos meses pasaban volando. Pero sabía que mentía. Buscó una manera de no echarlos tanto de menos. WhatsApp. Se levantó con dificultad, con el cuerpo doliendo de tener a Lucas dentro. Se sentía bien, en realidad. Suspiró, a la vez que buscaba su ropa. Un papel cayó del bolsillo de su pantalón. Era de el.

"Buenos días princesa, tienes el desayuno en la cocina, los vasos en el armario de arriba. El baño está en la segunda puerta a la izquierda. Usa mi toalla, si quieres. Nos veremos pronto. No me odies. Tuyo. Lucas

Pd: tienes una llave debajo de la almohada. Úsala para cerrar la puerta. Ah! Por cierto, estas preciosa dormida"

Danna dejó el papel encima de la mesa, y anduvo el pasillo, para buscar la ducha, poco después, el agua sonaba. Cuando el reloj dio las doce, ella ya se había vestido, había desayunado y cerraba la puerta de casa de su mejor amigo con la llave que este le había dado.

Se dirigió a casa de Charlotte, casa que debía considerar ahora suya, andando. El día estaba despejado, a pesar del viento frio que no había dejado de soplar. Cuando giró la llave en la cerradura, esperó encontrarse con la sonrisa de su amiga. Había olvidado que no estaba. Cerró la puerta con un golpe seco y, sin importarle nada más, busco su teléfono móvil. Estaba sobre la encimera de la cocina. Lo abrió, ansiosa, esperando ver mensajes de sus amigos. Así era. Un conjunto de 4 números desconocidos brillaban con WhatsApp nuevos. Apretó sobre el primero. Era el de Alek. En este se despedía de ella, le decía que la quería y hacia alguna broma sencilla. Enseguida le respondió. Su sorpresa fue cuando le contestó instantáneamente. Allí empezaría una conversa que no se interrumpiría jamás. La siguiente era Charlotte. Le dejaba instrucciones, menos cariñosa, más fría. Sabía que, en el fondo, se echarían de menos. Una foto le llamo la atención. Era su hermano Javier. Danna suspiró. Cuanto lo extrañaba.

Se quedo hablando con sus dos chicos hasta que sus tripas rugieron con hambre voraz, y se levantó a hacer la comida. Un grupo de metal español rompió el silencio. Era una llamada. Dan lo cogió, con las manos de harina del rebozado que preparaba.

- ¿Diga? – preguntó, cautelosa.

- Danna? Soy Mia – respondió una voz aguda pero fría, al otro lado de la línea – debemos empezar con tu entrenamiento. Son órdenes de arriba – le dijo. - ¿Nos vemos a las 5 en el gimnasio de la calle Marshall?

- Está bien. Nos vemos – colgó Dan

No le apetecía, en absoluto. Mañana cumplía 18 años. Siempre pensó que iba a ser sencillo. Pero ahora ni siquiera estaba con ella su hermano. Entristecida, continuó preparando su comida, con la alegría anterior desvanecida.

Una vez hubo acabado de comer y recogido la vajilla, miró el reloj. Eran las 3:30. Buscó una bolsa, e introdujo dentro algo cómodo que ponerse. Salió de su casa, respirando hondo. Debía hacerlo.

Cuando volvió a entrar en ella, cinco horas después, exhausta, había llegado a tres conclusiones. Le gustaba sentir sus músculos arder. Los dos meses iban a pasar rápido. Mia era alguien en quien confiar. Y con esas tres certezas, y las manos reventadas de boxear, se acurrucó bajo sus sabanas.

La luz la despertó. Hacia sol. Su móvil estaba sonando. Lo cogió, al ver el nombre de Javier en la pantalla. La voz alegre del sonó a través de la línea

- Buenos días hermanita, felices 18!

- Buenos días Javi. Muchísimas gracias. – respondió, contagiándose de su sonrisa y alegría

- ¿Me abres?

No se lo podía creer, le abrió la puerta se lanzó a sus brazos, escondiendo la cabeza en su pecho, y dejando que su olor a hogar le calmara los sentidos. El la subió a su hombro y la hizo girar, como cuando era pequeña. Cuando su efusividad se hubo calmado un poco, Javier le entregó un paquete gigante, dos sobres y un saquito. Danna, intrigada, abrió primero el regalo más grande. Era un casco negro, con unas alas de demonio grabadas.

- ¿y esto hermanito? – preguntó ella

Javier le sonrió enigmático, y le tendió el saquito. Eran unas llaves, con un llavero marca Ducati.

- A ver si así dejo de recibir expedientes del robo de una Ducati Monster princesita.

Danna le abrazó el cuello, encantada, y abrió el sobre siguiente. Eran los papeles de la magnífica máquina que había aparcada debajo de su casa.

- ¿Y el otro? – pregunto la rubia, viendo la carta que quedaba por abrir.

- Es tu permiso de libertad. Puedes pasar a buscar tus cosas por el orfanato cuando quieras. Eres mayor de edad. Ya no habrá más castigos ni infiernos, hermanita. Se acabó.

Se fundieron en un abrazo tierno, que Javi interrumpió por mirar el reloj.

- Deberia irme Danna, sabes que no puedo estar aquí

La chica suspiró. Se había olvidado por completo de su soledad,

- Lo siento mi hermanita. No podremos vernos mas, en bastante tiempo. Lo sabes. – entonces, Javier percibió la tristeza de su hermana – ey, pero podremos hablar y llamarnos tan a menudo como quieras mi niña.

Danna asintió y lo acompaño hasta la puerta. Después, volvió a la rutina. Se hizo la bolsa, y se puso bambas comodas para destrozarse los nudillos y el cuerpo entrenando con Mia.

Seguiría así durante los dos meses siguientes

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Wild BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora