Inhaló profundamente, provocando que sus pulmones se inundaran del humo que después saldría por entre sus labios. La mano de Jack reposaba en su cintura. Segura, calmada. Se giró y le sonrió a la vez que sus ojos conectaban. Estaban en una terraza oscura, que les dejaba ver el millón de estrellas que brillaban sobre sus cabezas. Danna volvió a darle una profunda calada a su cigarro, mientras Jake hacía lo propio con el suyo.
Disfrutaron del aire fresco, que jugueteaba con los mechones largos de Dan y provocaba escalofríos en la piel del chico.
- Mi amor - le susurró la chica - ¿tu crees que hay alguien observándonos des de las estrellas?¿Que la gente que muere sigue estando con nosotros, vayamos donde vayamos?
Jack pareció pensarlo, renovando la toxina en sus venas, y mirando las plateadas luces.
- Quizás - le respondió en voz baja - No lo se, rubita. Quizás tan solo están en un sitio mejor, que no duele tanto.¿No?
Danna se encogió de hombros, y ambos admiraron el cielo nocturno en silencio, hasta que la chica se estremeció de frío.
- Vente princesa - la acogió en sus brazos, a pesar de que la rubia se había puesto rígida por el apodo.
- Sabes que no me gusta que me llames así - lo acusó.
- Lo sé, perdona - pareció realmente arrepentido. - pero no entiendo porque.
La mente de Dan trabajó rápidamente, buscando el motivo. La sonrisa de Lucas apareció lucida en sus recuerdos. Suspiró ruidosamente.
- Mi madre me llamaba así - mintió.
- Lo siento - dijo Jack, a pesar de que no parecía realmente arrepentido.
Se volvieron a quedar en silencio, cómodos, distendidos.
- ¿Te vendrías conmigo a París? - dijo de repente el chico.
Dan lo observó, esperando que desarrollara la pregunta.
- Tengo que solucionar unos asuntos allí, y como te gusta pasar los 14 conmigo había pensado que podrías venir. - le propuso, observándola.
- Está bien - murmuró ella - podría ser divertido.15 de Junio.
Los rizos de Danna se hundieron en la colcha blanca perla. Estaba aburrida, y especialmente irritada. Hacía dos dias que habian llegado y Jack no le había dedicado más que dos horas. Se pasaba el dia fuera, escondido tras sonrisas cordiales, y por la noche su agotamiento era tal, que caía exhausto en la cama.
Dan gritó, enfadada, justo a la vez que las llaves sonaban en la puerta. Eran las ocho. Volvía a llegar tarde.
Anduvo hasta el comedor lujoso, a través de una alfombra blanca impoluta, y lo observó con los ojos fríos, las manos apoyadas en la camiseta ajustada negra y sus largas piernas enfundadas en unos jeans cortos, que las mejoraban, junto con las sandalias de tacón bajo que llevaba. Sus rizos, recojidos en una cola sencilla, se mecían al ritmo de su pie impaciente.
- ¿Donde estabas? - le preguntó, intentando combatir su ira.
- Arreglando unos asuntos, mi amor - le respondió él, mientras se encaminaba al dormitorio, con ella pisándole los talones.
- Eso dices siempre ¿me podrías prestar un segundo de atención? - le chilló, al ver que él apenas la miraba.
Al escuchar su grito, Jack levantó la cabeza, enojado, y le respondió cortante.
- Nadie te dijo que vinieras, comportate como una adulta y no me grites.
Danna lo miró largamente hasta que, roja de la ira, salió por la puerta.
Recorrió el pasillo, a la vez que su pareja bufaba dentro de la habitación y, enfadado, la dejaba ir, a la vez que se tumbaba sobre el mullido colchón.
Dan salió a la calle, atravesando el vestíbulo, con el bolso negro charol colgado de su hombro. Estaba enfadada. Dejó que sus tacones la guiaran, perdiéndose por la ciudad. Fue pasando callejones estrechos y embaldosados, franqueados por casas antiguas, de estilo romantico o barroco, hasta llegar a un mirador. Su mirador. Se recordó con Alek allí, dos dias despues de aquella pedida.
Observó la torre Eiffel, que brillaba, orgullosa, rompiendo la oscuridad del cielo que la rodeaba.
Danna suspiró a la vez que prendía un cigarro con el mechero de Alek. Lo miró y, deteniéndose de golpe, se vio atrapada en una avalancha de recuerdos.
Cerró los ojos con fuerza, intentando refrenar el anhelo profundo que la inundó al pensar en volver a dejar a su mente robar el control, y volver a oír, aunque fuera imposible, la voz de su amigo. Ver su pelo oscuro revuelto. Tocar su espalda, trazando el tatuaje que la caracterizaba. Sollozó ahogadamente, intentando reprimir las lágrimas que amenazaban con desbordarle los párpados. Pero, como siempre, la soledad y el silencio le ganaron, y, tibias, estas se deslizaron por sus mejillas, empapando la barandilla de hierro forjado sobre la cual estaba apoyada.
- ¿Donde estás, mi niño? - le susurró al vacío - ¿Cómo sabré, alguna vez, si estás bien?
Alzó la vista, deseando ver alguna estrella, pero sin tener esperanza de que eso fuera posible.
Pero allí estaba. Una luz plateada brilló en la noche oscura y Danna sonrió.
- Te quiero, mi hermano.
Se quedó allí, pensando, hasta que tomó una decisión apresurada. Cogió su teléfono móvil y llamó. Una voz masculina con un toque afrancesado le respondió.
- Dis moi? - le dijo.
- Jean - le susurró - Soy yo, Danna, la amiga de Alek. No se si me recuerdas.
- Danna - exclamó, contento - oui, bien sur. ¿Que necesitas, belle dame?
- ¿Estás ocupado? ¿Tienes a algún cliente en la tienda? - le preguntó, rogando porque no fuera así.
- Para ti nunca estoy ocupado, ma petite - dijo el francés, cálidamente. - Vente ahora mismo a mi tienda madamoiselle.
Y colgó.
Danna sonrió, agradeciendo su apoyo, y salió corriendo, disfrutando de su decisión, y de como el viento azotaba su piel de porcelana.
Llegó allí un cuarto de hora después, con sus pulmones a punto de colapsar. Pero, por primera vez, se sentía ilusionada.
La tienda era oscura, pero no espeluznante, iluminada por luces de neón azul hielo.
Levantó la mirada, y se encontró con Jean.
El chico era un ejemplo de lo que cualquiera que pensara en francés homosexual vería. Era agraciado, con un rostro fino y pulido, adornado por unas gafas de pasta marrones. Iba bien vestido, por supuesto, y su pelo tirando a pelirrojo se veía atrapado en una boina, negra y chic.
- Niña belle - le sonrió, a la vez que se agachaba para rodearla con los brazos y alzarla. Danna le dio un pico suave en los labios rellenos, saludo habitual entre ellos. - ¿Que necesitas? - le preguntó, tras haberla depositado de nuevo en el suelo.
- Necesito un tatuaje en particular - le susurró confidencialmente.
- ¿Algo en particular? - le sonrió, mirandola, y sabiendo que sería algo muy especial.
- ¿Recuerdas el tatuaje que llevaba Alek? - le dijo - el de la espalda.
- Oui - le admitió, mostrandole sus dientes blancos.
- Lo quiero igual - le pidió, decidida.
- Belle dame, ¿estás segura? - le preguntó - sabes que es muy grande, y muy excepcional.
- Estoy segura Jean - sonó decidida - ¿cuando tienes tiempo?
El francés sonrió, y, mirandola a los ojos, la invitó a pasar a su sala de tatuar, como la solía llamar él.
- Sé que es algo especial, así que, empezemos - dijo, mientras Danna se desnudaba de cintura para arriba y se tumbaba boca abajo.
Jean empezó a tatuar sin hablar, trazando el patrón y, después, perforando su piel a la vez que introducía tinta
- ¿Querrás añadirle algo al tatuaje? - le preguntó.
Dan lo pensó y, poco después, asintió. Una estrella fugaz de tinta blanca se encontraría entre el vértice de las dos alas.
De pronto, un pensamiento horrible asaltó a Jean, y tuvo que preguntar.
- ¿Donde está Alek, Danna? - le susurró, rogando por tener una respuesta normal.
La rubia no contestó, y la aguja paró de perforar su piel.
- ¿Danna? - le suplicó.
- Él...no está - respondió tras larga vacilación la chica.
- ¿ Que ha pasado, mon dieu? - gritó espantado
- Travesó el guardarrail de Dutton Cliff hace ya más de un año. Creo. No quiero recordar el tiempo que hace que lo perdí, Jean.
Danna sintió las manos de su amigo en su espalda, y el calor que transmitían la caló hondo. Lo miró, con los ojos empañados, y el le correspondió la mirada. Tras un largo rato de mirarse, Jean se giró hacia su espalda y le prometió
- Tendrás las alas de Alek en la espalda, mi belle dame, pero, aún asi, seguirán siendo las tuyas.
Y la aguja volvió a perforar la piel de Dan, provocándole a la vez dolor y alivio. Dejó que sus recuerdos la inundaran y volvió a ver la sonrisa del que habia sido su amigo. Y sonrió con él.
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Wild Black
Teen Fiction'' ¿Cuanto estás dispuesta a sufrir por aquello que quieres? '' Esta es una historia sobre los amores de juventud, la calle y aquellas opciones que no nos dejan escoger. " La W en su muñeca" " Te amo, pequeña" " Lo siento muchísimo hermano" " La vi...