Danna salió del instituto con paso firme, intentando desesperadamente no quebrarse. Anduvo por las calles que rodeaban el instituto, dejando que el aire helado despejara el dolor que sentía y le aclarara las ideas, enfriando sus pulmones y permitiéndole pensar con claridad. Necesitaba a Viviana. Sacó su móvil del bolsillo, y marcó casi por inercia los nueve números que se había aprendido de memoria. Fue a pulsar a descolgar, pero su dedo se detuvo justo antes de tocar la pantalla, suspendido en el aire mientras pensaba en la noche anterior, y en la promesa de su amiga de arreglar las cosas con Eric. Vivi necesitaba su espacio para hacerlo. Suspiró y borró del tirón el número que había marcado. Entonces, paseó la vista por los contactos. Un nombre destacó en su cabeza. Lo buscó y apretó a llamar, antes de que pudiera pensar las consecuencias. Necesitaba a Char casi tanto como a Viviana.
Al cuarto tono la voz de la chica sonó por el auricular, pronunciando su nombre, con un interrogante claro, que dejaba ver que no esperaba su llamada. Danna sintió como sus ojos se volvían a humedecer, y parpadeó rápidamente, intentando contener las lágrimas que se acumulaban detrás de sus pestañas.
- Princesa – dijo, intentando seriamente que su voz no reflejara las ganas que sentía de esconderse y llorar – Necesito que nos veamos, es urgente.
La última afirmación puso en alerta a Charlotte, que saltó de la butaca en la que estaba sentada y anduvo descalza por el parqué, buscando sus botas negras.
- ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? – su tono de alarma se hizo evidente
- Si, No, No lo sé Char – ahí, su voz se quebró por completo, e intentó callar sin éxito los sollozos que llevaba encerrando su garganta des de hacía horas.
- ¿Dónde estás princesa? – susurró la morena, con la voz más dulce que pudo poner
- ¿Nos vemos donde Mia, a las 2?
- Claro, allí estaré
Los tonos del teléfono pasaron a ser intermitentes, y Danna miró la hora que marcaba este, la 1:32. Casi corrió por las calles grises hasta llegar a la casa de la que había salido dos horas antes, el reloj marcaba i cuarenta cuando se oyó el sonido, ya normal, de la Ducati, y esta desapareció como un torbellino rojo entre las aceras silenciosas, llenándolas de ruido.
Apenas un cuarto de hora después, la rubia paró el motor delante de un local que ella ya conocía. Con un aire altamente punk, la tienda de tatuajes de Mia era donde cada miembro de la Wild había ido a hacerse la W que decoraba sus brazos. Miró a través del cristal, intentando localizar a la propietaria, pero el mostrador estaba vacio, por lo que supuso que estaría trabajando con algún otro cliente.
Alguien apoyó la mano en su hombro, provocándole una reacción casi instantánea, que la hizo dar un paso atrás, buscando el impulso para lanzarse hacia adelante. La dueña de aquella mano se rió con una sonora carcajada y Danna se la quedó mirando, ya en posición normal, con cara de enfado. No le gustaba que se rieran de ella, y menos Charlotte. La chequeo por encima, deteniendo su mirada en la preciosa camiseta gris que llevaba arremangada, a pesar del frío, y que dejaba ver la marca negra en su muñeca que ahora compartían. Se frotó la suya inconscientemente, y arrugó la nariz cuando la palabra traición apareció en letra mayúscula en su mente. El tirón de muñeca que Char le dio la sacó de su ensoñación, a la vez que la obligaba a andar, siguiendo a la morena.
- ¿Dónde vamos? – preguntó, al ver que era arrastrada, girando por la esquina más cercana y atravesando un callejón siniestro.
- A mi casa, no esperaras que hablemos en medio de la calle ¿verdad?
Danna se quedó callada, y dio un ligero tirón de brazo para continuar siguiendo a su amiga sin tener que ir agarradas. Pasaron calles poco transitadas e iluminadas únicamente por la luz tenue del sol que se filtraba a través de las nubes de otoño. En una calle de las afueras, Charlotte se detuvo delante de una verja de hierro blanca. Hizo girar una llave que llevaba en el bolsillo y esta se abrió, dando paso a un jardín mal cuidado. En el centro de este, una casa de color azulado. La morena la abrió también, dejando ver un pasillo poco decorado, que desembocaba en un salón con escasos muebles de madera, y un sofá acompañado de una butaca, encarados a una televisión de pantalla plana. Danna recordaba esa casa.
- Siéntate - dijo Char, señalando el sofá de piel oscura – ¿Quieres algo?
- Agua – dijo Dan, sintiendo como de pronto su garganta raspaba.
Charlotte apareció poco después, llevando consigo un vaso de agua. Se sentó a su izquierda, en la butaca grisácea. La observó mientras bebía y, cuando hubo terminado, le hizo la pregunta esperada.
- ¿Y bien? ¿Qué ha pasado?
Danna se lo contó todo, des del principio. Char era una buena oyente, a pesar de que parecía no inmutarse con nada. Aun así, la rubia la vio entornar los ojos con rabia al descubrirse el engaño. Cuando acabó, se quedó en silencio, intentando encontrar la mejor manera de formular su petición.
- Charlotte – empezó, no encontrando la manera perfecta para pedírselo.
- Va Dan, suéltalo ya, ¿qué quieres? – le dijo la morena, harta de su visible titubeo.
- Quiero que me enseñes todo lo que sabes, todo. Nombres, técnicas, trucos...
Charlotte la miró con asombro, y luego, su gesto se tornó pensativo, mientras sopesaba los pros y los contras de su asociación. Al final, decidió lo que verdaderamente quería.
- Está bien, pero tengo unas cuantas cosas que vas a tener que hacer.
- ¿Y bien? – preguntó Dan, entre curiosa y temerosa de lo que le iba a pedir.
- Primero de todo, le escribirás una carta a tu hermano Javier. Sabes que no se merece lo que le estás haciendo pasar.
Danna fue a hablar, pero Char la cortó con un gesto seco.
- Segundo – continuó – necesito que me hagas algo más de caso del que le haces a la mayoría del mundo
La rubia se rio, y contagió a su amiga, que, aunque lo decía enserio, se dio cuenta que las probabilidades de que lo hiciera eran nulas. Cuando se hubieron calmado, Char propuso lo último que Danna habría esperado oír
- Me gustaría que te mudaras conmigo princesa.
Dan se quedó muda, y Charlotte, tomándolo como algo malo, se apresuró a justificarse
- Es que necesito tenerte más cerca ya sabes, para entrenar y eso – la rubia alzó la ceja en un gesto que reflejaba lo que dudaba – está bien, echo de menos tener a alguien con quien hablar.
Danna sonrió entonces, se levantó y, abrazándola, le dijo "Trato echo princesa"
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Wild Black
Teen Fiction'' ¿Cuanto estás dispuesta a sufrir por aquello que quieres? '' Esta es una historia sobre los amores de juventud, la calle y aquellas opciones que no nos dejan escoger. " La W en su muñeca" " Te amo, pequeña" " Lo siento muchísimo hermano" " La vi...