3. Ana

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Ana. 12 años.

Hola. Tengo doce años y me llaman Garra, por mi apellido. Desde que era pequeña, he sido una persona feliz, alegre. Parecía irradiar energía, odiaba ver sufrir a las personas. Por eso, cuando los llamados "populares" se metían o se burlaban de alguien, yo les paraba los pies.

Tenía un par de amigas, en las que confiaba plenamente. Una de ellas estaba gorda, (cosa que a mi no me importa ni importaba en absoluto), y la gente se reía de ella a sus espaldas. Cuando me enteré de eso, me puse muy furiosa, y al oír un comentario ofensivo de la boca de una de las prostiputas fresas de clase, me puse a decirle un par de verdades.

Recuerdo decirle que no tenía derecho a reírse de ella, que mi amiga era una persona excelente, desde luego mucho mejor que ella, que incluso ella misma estaba pasada de peso, que al menos mi amiga no necesitaba hundir a las otras personas para estar bien consigo misma...

No me arrepiento, no me malinterpretéis. Pero fue una pérdida de tiempo. Mi "amiga" se fue con los populares, y ellos empezaron a burlarse de mí. Era algo que no se decía a mi cara. Yo no sabía quién lo decía. Pero me llamaban cosas que no estarían permitidas para una película de menores de siete años. Las menos crueles eran en plan "marginada de mierda, nunca llegarás a nada".

Yo me sentía enferma, no las creía, sabia que yo era mas de lo que dejaba ver. Pero me hirió. Esto llego a un punto en el que yo lloraba por las noches, y odiaba ir al colegio. No sabia por qué eran crueles conmigo. Supongo que nunca lo entenderé.

No busco desahogarme. No busco consejos. Solo quiero que esto deje de pasar. En las redes, en la vida real. ¿Qué más da? Ellos lo enmascaran tras una mentira. "Es una broma", dicen. Una broma que tú no entiendes. "Son solo tonterías de niños", dicen los adultos. Y no lo es.

Ahora que me he pasado al instituto, me he encontrado con unos cuantos de los que me hicieron la vida imposible. Ahora me temen. He crecido diez centímetros, y luzco un carácter de mil demonios que por fin saco a relucir. No está bien. Lo sé. No me río de ellos, solo les dirijo miradas de asco. No merecen nada más de mí. Pienso en su futuro, pienso en sus hijos sufriendo bullying. Pienso en ellos avergonzados por lo que decían. Y no siento ira. No quiero venganza. Solo siento pena.

Bueno, ya he dicho lo que tenía que decir.
Gracias por leerlo,
Garra.  


BULLYING STOPS HEREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora