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Brooke le aplicaba la "ley del hielo" a Charlie, no lo miraba, le había subido el volumen a la televisión mientras veía Phineas y Ferb, él seguía con la mano extendida mostrándole el panquecito, pero ella no lo agarraba. Se sentía como un completo imbecil, porque lo era, bajó el brazo y dejó el pan a un lado del sándwich de Brooke, se sentó a un lado de ella y agarró su mano, exaltada volteó y miró la mano de Charlie tapando su mano que se veía tan pequeña bajo la de él, luego volvió a mirar la pantalla.

— Lo siento– dijo y ella agachó la mirada.

— ¿Por qué?— preguntó retándolo.

— Por enojarme cuando querías ver a Henry— contestó – No debí de hacerlo, es tu padre después de todo— dijo haciendo círculos con su pulgar en la mano de Brooke.

Ella suspiró y lo miró — Está bien, sabes que te perdono, igual sigues siendo un idiota— dijo y sonrió de lado. Charlie sin poder evitarlo la abrazó y le besó la coronilla — Ahora quiero mi panquecito— dijo y se estiró por el pan.

20 de marzo (13 semanas)

Las cosas habían vuelta a la normalidad en la casa, Brooke seguía sin moverse en la cama, solo se ponía de pie para vomitar e ir al baño, aún iba a la escuela, había pedido permiso una semana para faltar y ahora tomaba las clases por internet. Charlie estaba de sobreprotector con ella y con él bebé, cada antojo de Brooke el corría a complacerla, cuando no estaba con Brooke estaba en la escuela o con Ed jugando videojuegos, Ed estaba cada vez más emocionado por el bebé, ya tenía una larga lista de nombres para niño y niña en los cuales la mayoría empezaban con la letra E. La única que se veía diferente era Mía, salía más y llegaba más tarde a la casa, tenía un peculiar brillo en sus ojos y evitaba los comentarios sobre sus llegadas tardes o sus compras de vestidos nuevos.

Brooke, como su mejor amiga, tenía sus sospechas, pero no podía asegurar nada. No era la más afortunada en el amor.

— ¡Mia!— gritó Brooke y la pelirroja fue corriendo.

— ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?— preguntó irrumpiendo en la habitación.

— Siéntate— palmeó el lugar en la cama junto a ella, la pelirroja le hizo caso y se sentó en posición india en la cama — Exijo saber por qué llegas tan tarde a la casa— dijo cruzando los brazos.

Mia agachó la cabeza y sonrió subiendo la mirada, se mordió el labio y Brooke sonrió feliz por su amiga.

— ¿Quién es el afortunado?— preguntó agarrando de las manos a su amiga.

— Se llama Cameron— dijo y sus ojos se iluminaron como niña con un dulce — Lo conocí en la fiesta de navidad, Cuando te fuiste con Charlie estuvimos platicando toda la fiesta, no le gusta bailar, no sé cómo consiguió mi número pero dos días después me habló y me invitó a una cita— apretó las manos de la castaña — Es tan bueno y caballeroso y amable y divertido y de verdad me gusta.

— ¡Mia, estoy tan feliz por ti!— abrazó a su amiga — Ahora exijo conocerlo— dijo.

— Le diré— dijo — ¿Recuerdas cuando me hablaste después de la fiesta en la mañana y te dije que tenía resaca?— Brooke asintió — No tenía resaca, solo cara de tonta enamorada, no quería que me vieras en ese estado tan deplorable— Brooke rió.

Mia estaba menos preocupada, aún recordaba todos aquellos idiotas con los que salió, pero Cameron era todo un príncipe y él sabía que no era el primero, que no era su primer amor pero quería ser el último. Mientras Mia veía como Brooke se comía los chocolates de un panqué, pensó en preguntarle sobre Charlie, pero conocía a su amiga, podría estar locamente enamorada de él y lo ocultaría muy bien.

— ¿Y Charlie?— preguntó Mia y Brooke se encogió de hombros — Es muy tierno contigo— Brooke volteó confundida — ¿Qué? Es cierto y estoy segura de que ningún otro idiota se portaría tan bien contigo como lo hace él— dijo — Te cuida, protege, complace cada uno de tus antojos, como ayer a las tres de la mañana se te antojó una rebanada de pastel de chocolate y el pobre tuvo que ir hasta la tienda por el, y no se ha quejado ni una sola vez.

— Es porque es el papá del bebé, tiene que hacerlo, no le queda de otra y...

— ¡Brooke eres idiota!— la interrumpió Mia intentando no perder los estribos – El pobre de Charlie solo quiere...

— ¡Mia, dueña de mi corazón!— entró Ed en la habitación interrumpiendo a Mia con la frente arrugada y mordiéndose el labio — ¿Puedes venir un momento?— preguntó y no esperó una respuesta, sacó a Mia de la habitación y cerró la puerta, se la llevó hasta la sala y comprobó que no hubiera nadie — ¡No se te ocurra decirle a Brooke lo de tu ya sabes que!— exclamó señalándola acusador con el ceño fruncido.

— Pero si no le digo nada, Charlie no va a poder hacer algo— reclamó cruzándose de brazos.

— Charlie ya tiene un plan.

Nuestro pequeño reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora