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Charlie golpeó la puerta con el puño tres veces. Se pasó una mano por el cabello y luego las guardó en las bolsas de su chamarra. Esperó a que le abrieran, esperaba ver a Brooke del otro lado, por supuesto, pero no esperaba verla en piyama y llorando. Llevaba unos papeles en la mano y cuando vio a Charlie los dejó caer al piso para darle un puñetazo en la barbilla.

— ¡¿Qué te ocurre?!— exclamó el castaño llevándose una mano al área.

— ¡Maldito bueno para nada!— gritó Brooke y comenzó a pegarle en el pecho con los puños — ¡Te odio! ¡Ojalá nunca hubieras nacido!— se quedó pasmado.

Brooke puedo que no lo quisiera tanto y él a ella, pero la castaña nunca le había dicho algo así con tanta ira acumulada. La agarró de las muñecas y miró su rostro, rojo de la ira y un rastro de lágrimas desde sus ojos hasta su barbilla para perderse en el arco de su cuello.

— ¿Qué te pasa?— le preguntó calmandola.

Brooke se soltó del agarre de Charlie y se agachó por el papel, se lo estampó en el pecho y le cerró la puerta en la cara golpeándole la nariz y casi tirándole los lunares que tenía en el rostro, Charlie soltó un quejido de dolor y vio el papel mientras con la otra mano se tentaba la nariz para ver si estaba quebrada. Eran unas pruebas de sangre. Confundido, leyó todos los datos. Sus ojos se abrieron a más no poder y se quedó estático.

Brooke estaba embarazada.

Ni se molestó en golpear la puerta o pedir permiso para entrar, solo abrió y pasó para ver como Brooke estaba en el sillón abrazándose las rodillas, los ojos rojos de tanto llorar y el delineador corrido.

— ¿Es cierto?— preguntó Charlie.

— ¡No idiota! ¡Es broma!— le gritó enojada.

— Oye cálmate— se sentó a su lado guardando su distancia. Brooke miró al castaño enojada — Por favor, tenemos que hablar y no podemos hablar si estás así.

— Ya me calmé— dijo Brooke y se pasó las manos por la cara — Mira... si no te quieres hacer cargo lo entiendo, no hay problema— dijo lentamente bajando la cabeza y jugando con las mangas de la sudadera.

Charlie se quedó un rato viéndola. ¿Enserio lo creía tan inútil como para no hacerse cargo de su hijo? Claro que se quería hacer cargo del bebé, y de Brooke si era posible, quería vivir su embarazo, sus antojos, sus cambios de humor, las hormonas, quería verla cuando su vientre creciera, quería estar ahí. Se acercó más a ella y vio cómo luchaba por no llorar más. Tenían veintidós años, ella veintiuno, podían con eso. Podían cuidar de un bebé. Charlie quería cuidar de el bebé. Su bebé.

— Brooke, yo voy a estar aquí para ese pequeño— dijo — Y para ti— cerró los ojos esperando un buen golpe que afortunadamente nunca llegó. 

— Gracias— dijo Brooke con la voz quebrada — Pero aún no asumas nada. 

Charlie se quedó en silencio sopesando las palabras, decidió no decir nada. Entendía por qué pensaba hacer eso, pero no quería que lo hiciera. Se le quedó viendo como se limpiaba los ojos con la manga de su chamarra azul, luego miró al frente, al televisor. Hablar del tema lo ponía incomodo. 

— ¿Quieres ver una película?

Brooke asintió con la cabeza. Se sentaron en el sofá. separados por muchos centímetros y cuando los logos del inicio empezaron a rodar, Brooke se metió una mano a la bolsa de la sudadera y sacó la pulsera de piel. 

— Me la encontré tirada, ten— le dijo extendiendo su mano hacia Charlie. 

— Quédatela, es tuya ahora.

Brooke apretó los labios y volvió a guardarla en su hoddie. El resto de la tarde se quedó con ella viendo la televisión y comiendo helado de fresa, Charlie se puso papel en la nariz porque le sangraba por el golpe que Brooke le dio y vieron una película de terror bastante mala. Cuando Mía llegó y sin decir nada fue arriba. Eran las ocho de la noche y Brooke se había quedado dormida con la cabeza apoyada en el estomago de Charlie, el cual estaba casi acostado en el sillón. El celular del castaño comenzó a sonar en su bolsillo, con cuidado de no despertar a Brooke lo sacó y contestó.

— Oye Charlie— dijo Ed desde el otro lado de la línea — ¿Sabes dónde está el dinero de la renta?— preguntó asustado.

— Estaba debajo de tu colchón— contestó.

— No lo encuentro— confesó.

— Maldita sea— dijo algo alto y Brooke se movió en su lugar — Voy para allá— miró su situación y con extremo cuidado de no despertar a Brooke, cambió su cuerpo por una almohada y salió de la casa.

Cuando llegó al departamento vio a Ed buscando en todos lados el dinero. No se saludaron, el castaño fue directo a buscar. Se pararon en seco cuando tocaron a la puerta. Le hizo una seña a Ed para que no fuera a hacer ni un ruido.

— Sé que están ahí, abran— dijo la señora García. 

Ed miró a su amigo asustado y Charlie insistió que no abriera. 

— Tengo llave así que abren ustedes o abro yo.

Charlie suspiró derrotado y caminó a la puerta, la abrió con cuidado y el arrugado y enojado rostro de la señora García lo esperaba impaciente.

— Lo perdimos— contestó antes de que preguntara.

— ¿Lo tenían todo?— preguntó enojada.

— Sí— contestó Ed desde atrás.

— ¡¿Perdieron la renta de tres meses?!— les gritó enojada.

Los chicos asintieron sumisos y apenados.

 — ¡Agarren sus cosas y lárguense!—eso hicieron.

Parados afuera del edificio con las maletas en la mano Ed agarró su celular y marcó un número.

— ¡Brooke!— exclamó — Hola, ¿Te podemos pedir un favor?— preguntó temeroso.

Charlie no podía escuchar lo que Brooke decía.

— ¿Podemos quedarnos un tiempo en tu casa?— preguntó finalmente.

Nuestro pequeño reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora