35

3.4K 178 6
                                        

38 semanas

Había acabado su tesis, por lo que ya no tenía excusas para sentarse afuera del café, ni siquiera le gustaba el café de ahí. Aún así pasaba horas sentado en un banco detrás del mostrador hablando con Oliver. Era obvio que los dos se gustaban. Mucho. Pero ninguno de los dos estaba listo para una relación. Oliver aún estaba procesando sus sentimientos y se empeñaba en ponerse una etiqueta, a pesar de que Ed le insistía que no era importante, y Ed no se sentía listo para meterse de lleno a una relación seria. Por lo que los dos pasaban mucho tiempo juntos, solo hablando y conociéndose, pero sin expresar en voz alta sus evidentes sentimientos el uno por el otro. 

Oliver ahora estaba más cómodo ante la compañía de Ed, pues ya no tenía nada que ocultar y podía actuar normalmente. Odiaba los secretos. Ahora dejaba ver mucho más su extraño sentido del humor que muchas veces dejaba a Ed riendo incómodo y luego a carcajadas. Y Ed ahora pasaba más tiempo hablando con él que solo mirándolo y fantaseando en secreto. 

Ahora que Charlie prácticamente vivía con Brooke, Ed había estado pasando muchas tardes solo viendo series y comiendo pizza en el suelo, y estaba consiente de que eso solo iba a seguir e incrementar, pues el bebé ya casi nacía. Y no podía acabarse una serie a la semana y salir de fiesta tres días seguidos por el resto de su vida. No era sano. Por lo que le agradaba tener la compañía de Oliver. Aunque tuviera que ir a su trabajo y seguirlo mientras acomodaba libros. De hecho, le gustaba verlo trabajar. 

Oliver abrió una caja y sacó una copia de El Perfume, la analizó sonriendo y se lo mostró a Ed.

— Es de mis libros favoritos— le dijo y levantó la caja para llevarla a un pasillo. 

Ed se puso de pie y lo siguió.

— Solo he visto la película— le dijo y agarró una copia.

— No la he visto.

Ed sonrió. Oliver le daba la espalda y acomodaba los libros en una pila sobre una mesa con otros libros de la misma categoría. Se mordió el labio y se acercó un poco. 

— Creo que Charlie la dejó en el departamento, podemos verla si quieres. 

— No gracias.

Ed parpadeó y Oliver rió volteando a verlo. 

— Claro que sí, ¿cuándo?

Sonrieron. 

— ¿Mañana? ¿Sales temprano, no?— le preguntó Ed. 

— Sí, a las seis ya estoy en tu puerta— dijo Oliver.

La sonrisa cálida de Oliver lo hizo sonreír más. Cuando Oliver sonreía sus ojos se achicaban y mordía la punta de su lengua. Pero esa sonrisa que le dedicó era una sin dientes, que solo duró unos segundos y aún así fue suficiente para hacer que su corazón diera un brinco y se contagiara del gesto irremediablemente. Porque Oliver eso ocasionaba, sonrisas, a dónde iba entraba irradiando un halo de luz de sol, dónde sus pies pisaban brotaban flores y lo seguía una horda de animales del bosque. Oliver era la definición de buenas vibras. 

Y Ed... Ed solo era un molesto chico que nadie tomaba en cuenta. Era aquél idiota que trataba de llenar su vació con fiestas y encuentros casuales. Que para no opacar a su mejor amigo y no incomodar a sus padres, se guardó en el closet por casi diez años. Era aquél personaje secundario en una estúpida comedia romántica dónde su mejor amigo era el protagonista. A veces dudaba que estuviera bien escrito y desarrollado. 

Encontró la caja con películas debajo de la cama de Charlie y  sacó todas para llegar al fondo y sacar El Perfume. Necesitaba que todo estuviera perfecto y tenía como diez minutos para ordenar el departamento. Ahora que Charlie no estaba, se mantenía sucio por más tiempo. Sabía que no tendría tiempo para lavar los trastes sucios, así que los apiló todos y los guardó en un gabinete a un lado del lavabo. Acomodó los cojines y cerró la puerta del cuarto de Charlie, que se había convertido en una especie de bodeguita para meter todo lo que no encontraba dónde guardar. El timbre sonó y maldijo en voz baja. No había barrido. 

Nuestro pequeño reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora