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En cinco años pasan muchas cosas que pueden cambiar el rumbo de tu vida. En cinco años Brooke tuvo un novio que no resultó ser el indicado. En cinco años Charlie casi se casa con una chica que no era la indicada. En cinco años Caleb decidió que ya no quería ser un pirata y ahora quería ser un superheroe y no iba a descansar hasta descubrir cual era su poder. Eso fue lo que los llevó a estar en la sala de urgencias del hospital viendo como le ponían una escayola a su hijo. 

Caleb aún tenía su capa roja al cuello y sus ojos verdes brillaban con emoción al pensar que todos querrían firmar su yeso, Charlie aún se debatía si debía regañarlo o reír y Brooke veía enojada, tratando de comprender como su único hijo había decidido que sería prudente brincar de la copa de un árbol. Pensaba que era más inteligente que eso. 

— Ya está listo, Caleb— dijo el doctor — Solo hay que esperar a que seque totalmente y puedes irte a casa, ¿quieres otra paleta?— preguntó al ver como el niño mordía el palo de madera. 

— ¡Sí, por favor!— exclamó. 

El doctor rió poniéndose de pie. 

— Tiene demasiada energía— señaló. 

— Ni que lo diga— contestó Charlie.

El doctor salió y Charlie miró a su hijo. Tenía una enorme sonrisa en el rostro y se estiró para alcanzar un estetoscopio. 

— ¿En qué estabas pensando?— abrió el dialogo Brooke — Pudiste haber muerto.

Caleb vio a su mamá y se rió nervioso hundiendo su cabeza en sus hombros y olvidando el estetoscopio. 

— Nah, no estaba tan alto— amplió su sonrisa mostrando el hueco en su dentadura por la falta de los incisivos de abajo.

Brooke estaba por pelear cuando Charlie la detuvo. 

— Igual fue muy tonto lo que hiciste— señaló su papá con una ceja alzada — Y tan cerca de tu cumpleaños, no sé si pueda confiarte la bicicleta. 

— ¡No, papá! ¡Aún la puedo conducir!— exclamó su hijo borrando su sonrisa. 

— Yo sé, pero quizá se te ocurra usar el techo de la casa de rampa o algo.

Brooke suspiró y le pasó una mano por el cabello a Caleb antes de sentarse a su lado solemne.  

— No tienes poderes, Caleb— dijo la castaña con tono obvio — Nosotros tampoco, ¿sabes por qué?

Caleb no habló. 

— Porque los humanos no vuelan, ni tienen superfuerza, ni supervelocidad— lo vio a los ojos — Comprende. 

Caleb hizo una mueca y bufó despegando los ojos de los de su mamá. 

— Pero tengo una capa— murmuró enojado.

Charlie se sentó a su lado y suspiró, también cuestionándose la inteligencia de su hijo.

Volvieron a la casa de Brooke dónde Caleb corrió directo al patio trasero con Bonnie a contarle sobre su yeso nuevo. Brooke lo vio correr despreocupado, emocionado por ir a la escuela y que todos lo firmaran. Prácticamente acababa de empezar el curso y ya tenía muchos amigos. Charlie lo vio entre preocupado y fascinado y se rió con un resoplido. Miró a Brooke.

— Ya me voy, tengo que hacer unas cosas— dijo haciendo girar las llaves del auto en un dedo. 

La castaña lo acompañó a la puerta y se despidieron con un beso en la mejilla. 

— Ayer pedí el pastel— dijo Brooke cuando se separaron — Va a estar listo ese mismo día en la mañana. 

— Yo paso por el y lo traigo— le dijo y sonrió reconfortante. 

Nuestro pequeño reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora