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Si cuándo era niña le hubieran dicho que iba a conocer a su príncipe azul en el patio de una casa, cubierto en vomito sosteniendo dos cervezas junto a un chico que arqueaba en un arbusto, hubiera dejado de creer en el amor a los seis años. 

Mia siempre se imaginó que conocería a su futuro esposo en la preparatoria o en la universidad, en el pasillo, camino a una clase, que chocarían y tiraría sus libros y cuando se vieran a los ojos los dos sabrían que era amor de verdad. 

Pero no fue así. 

Conoció a Cameron después de que Brooke retara a Charlie a una partida de beer pong. A veces los odiaba. Fue por vodka con jugo y salió al patio trasero de la casa, y cuándo iba a medio vaso un chico de cabellos castaños rojizos se le acercó, apestando ácido, sosteniendo dos cervezas y con el rostro rojo de vergüenza. 

— ¿Sabes dónde está el baño?— le preguntó — Iría al de abajo, pero creo que algo le pasó.

Mia, asqueada por el olor penetrante que emanaba del chico le dio las indicaciones. 

— ¿Puedes cuidar esto? No tardo nada— le dio una chamarra de mezclilla, dejó las cervezas y entró.

Ahí se dio cuenta de que él estaba bastante cociente de que estaba cubierto en vomito y de que apestaba. Se sintió mal por él. Unos sonidos la hicieron enfocarse a un arbusto dónde un chico de cabello chocolate vomitaba, luego se levantó, se limpió la cara con la mano y se acercó a ella. Miraba desenfocado con ojos llorosos. 

— Esas cosas son de mi amigo...— le dijo, claramente borracho. 

— Las estoy cuidando, fue al baño.

— Ah...

El chico se sentó a su lado. 

— ¿Te llevo con él?

— ¡Sí!

La rubia se puso de pie, se puso la chamarra que le habían encargado, agarró al chico del brazo y lo jaló dentro de la casa. Subió las escaleras arrastrándolo como pudo y fue al baño, la puerta estaba abierta, dos chicas se besaban en la bañera y el chico de antes estaba en el lavabo tallando su playera con euforia. 

— Creo que aún quiero vomitar— dijo el castaño que colgaba de su hombro.

Mia lo balanceó y levantó la tapa del retrete para luego quitarse y dejar que el chico se inclinara a vomitar. Las chicas de la bañera hicieron un gesto de asco y saltaron fuera saliendo del baño. El chico que limpiaba su vomito miró a su amigo, luego a la rubia y suavizó su mirada.

— Perdón por dejarte con él, pero confiaba en que se quedara dormido en el arbusto— dijo él sin dejar de tallar la playera. 

Mia se encogió de hombros. 

— Lineas— dijo después de unos segundos de silencio ocasionando que el más alto la mirara — Se están metiendo lineas en el baño, por eso no se abre.

El chico alzó una ceja incrédulo y luego rió. 

— ¿Cómo sabes?

Mia se encogió de hombros.

— El chico que entró cuando se cerró la puerta va a mi escuela, lo conozco.

— ¿Qué estudias?

— Ingeniería social.

El chico abrió los ojos y sonrió. 

— ¿En serio?

— ¿Por qué no me crees? Soy muy capaz y soy excelente en matemáticas, sin contar que-

— Es que yo estudio diseño gráfico.

Nuestro pequeño reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora