Charlie había terminado acostado en su cama mirando melancólico al techo. Llamó a Ed pero no contestó, quiso llamar a Brooke pero recordó las palabras de Raquel. Esa noche no durmió, salió por la madrugada a caminar y se detuvo un momento a ver el amanecer, luego siguió caminando en círculos el edificio. Entró al departamento, se dio una ducha y mientras estaba en el baño oyó como Ed caminaba por el departamento. Se secó rápido y salió del baño, se sirvió café en su taza mientras Ed se preparaba pan tostado. Sabía que estaba enojado con él, y le molestaba que no quisiera dirigirle la palabra solo porque había terminado con Raquel.
— ¿Te sirvo café?— le preguntó le castaño.
Ed lo miró de lado y luego volvió la mirada al cajón de cubiertos. Sacó un cuchillo para untar y caminó junto a la tostadora. El pan salió haciendo un sonidito de resortes acompañado de una campanita, el rubio lo sacó y puso en un plato para untarle mermelada.
— ¿No me vas a hablar?— le preguntó Charlie.
Ed lo miró despectivo de arriba a abajo, luego al pan.
— No, gracias— dijo finalmente.
— ¿No al café o a hablarme? Porque ya me hablaste.
Ed rodó los ojos. Dejó el cuchillo sobre la barra de la cocina, manchando a propósito de mermelada sabiendo que Charlie tendría que limpiarla cuando quedara seca y pegajosa, agarró su plato y caminó a su cuarto. Charlie dejó su taza y trotó a la sala, encendió la consola y la televisión, luego corrió detrás de Ed, entró sin tocar a su cuarto y se lanzó a la cama boca abajo. Ed solo se devolvió a la cocina. Pero eso no impidió que su amigo lo siguiera y se sentara frente a la televisión. Ed lo miró con el ceño fruncido, Charlie sonreía inocente, agarró un mando y se lo extendió para que lo tomara.
Charlie miró el control detenidamente, luego a su amigo con su tonta sonrisa que le ponía los pelos de punta por lo escalofriante que podía llegar a ser después de un rato. Dejó su almuerzo en el sillón y lo agarró, se sentó junto a su pan y comenzaron una partida. Duraron jugando un rato en silencio, el pan se endurecía.
— Eres un idiota— le dijo Ed — ¿S estás consciente de que jamás te pedirá que salgan porque tiene demasiado miedo de salir lastimada?
— Sí.
— Ella sí es inteligente— su mirada concentrada en la pantalla — No como tú, a ti te falta materia gris.
— Tienes toda la razón.
— No Charles, no— Charlie lo miró quitando su atención del juego haciendo que lo mataran — Entiendo que la ames y todo eso, no solo me des la razón para que deje de estar enojado, debes entender que ella nunca va a aceptarlo... Jamás— enfatizó la ultima palabra — Voy a dejar de decirte que hacer, puedes intentar lo que quieras, pero necesitas estar listo en caso de nunca pase algo— miró el control.
— Sí, lo sé... okay, no... pero tengo esperanzas, voy a darle su espacio, no asfixiarla, pero estar ahí para ella.
Ed asintió lentamente y frunció los labios.
— Solo hablamos de ti últimamente— le dijo con una mueca — De ti y Brooke.
Charlie miró a su amigo, luego sus manos. Jamás habían sido la clase de chicos que hablaban mucho, más bien de los que hacían tonterías juntos, pero siempre Ed encontraba la manera de darse un tiempo de acciones y terminaban enredados en complicadas conversaciones profundas. Más cuando tenían dieciocho años y se tiraban en el sótano de la casa del rubio a fumar marihuana.
— ¿Quieres hablar de algo?— le preguntó Charlie.
— Sí— dijo Ed serio, luego miró a su amigo — El problema es que no tengo nada que contar, nada me pasa nunca.
Charlie frunció el ceño confundido.
Esa tarde el castaño salió a comprar cosas para llenar la alhacena y el refrigerador de comida real. Empujaba el carrito por los pasillos mirando las especias, considerando si sería buena idea comprar sal del Himalaya. Decidió que no. Estaba aburrido. Oía a una niña llorando a la distancia, alguien a su lado tiró unas cajas y se agachó rápidamente para levantarlas, una mujer golpeó el carrito con la esquina del anaquel. Siguió caminando en busca de jabón para el baño cuando pasó por el pasillo de ropa para bebés. Se detuvo en seco y se dio la vuelta adentrándose con cautela. Estaba la sección de niñas, la de niños y la neutral, que en realidad solo eran rosa, azul y amarilla respectivamente. Miraba los conjuntos colgados pero no los tocaba. Extendió la mano hacía un mameluco azul cielo con nubes blancas, buscó la talla y supuso que RN era recién nacido, así que lo acomodó con cuidado dentro del carrito. Luego fue jalado como metal a un imán hacia otro mameluco gris con unos ositos en él.
No supo como, pero terminó comprando cuatro mamelucos, una bolsa de pañales y un paquete con dos chupones. Entre muy pocas cosas para la casa. Cuando se sentó en el lugar del conductor después de haber guardado las bolsas en la parte de atrás del carro, y puso las manos en el volante, dejó caer la cabeza en el claxon haciéndolo sonar en el estacionamiento.
Si esa era su idea de llevar con calma las cosas con Brooke, estaba haciendo un muy mal trabajo. Así que en vez de su plan original, que era meter todo en una caja y llevarlo a la casa de la castaña con un lindo papel azul y un moño, fue directo a su casa de nuevo y desempacó las tres bolsas de provisiones que compró, dejando las de pañales y ropa en el auto.
Ed no estaba en la casa así que comenzó a acomodar las cosas en la alhacena en silencio. Luego, con la sal rosa en la mano que había decidido llevar al ultimo minuto, decidió que ya no podía ir peor. Estaba acostumbrado al rechazo por parte de la única mujer en su vida, si seguía insistiendo, esta vez más obvio, y ella lo mandaba al carajo, no perdía nada. Sabía que estaba mal insistir una vez que te habían dicho que no. Pero solo quería intentarlo una ultima vez.
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Nuestro pequeño reino
Roman d'amourBrooke y Charlie se odian, su enemistad es tan grande que ella solo fue a una fiesta a la cual no quería ir para hacerlo enojar un rato, desafortunadamente las cosas se les salieron de las manos y una mezcla de alcohol, una fiesta alocada, hormonas...