— ¿Drogas, algo ilegal, homicidio?— preguntó Charlie llegando con su amigo.
— Todo lo que acabas de decir es algo ilegal, idiota— dijo Ed y le dio un trago a su cerveza.
— ¿Entonces qué es?
— Yo... eh... mierda, no sé cómo decirlo— balbuceó Ed nervioso.
— Dímelo, maldita sea— lo apuró Charlie.
— ¡No me presiones! no me siento listo.
— Vamos, solo dilo.
— No quiero.
— No seas así.
— No, mejor no te digo,
— Vamos, Ed... No me dejes así.
Ed le dio otro trago a su cerveza y miró a su amigo, a su hermano de otra madre, su compañero de crimen, al chico que había conocido en la dirección de la escuela, al que lo había ayudado a hacer más tonterías de las que podía recordar, con el que escapó a Coney Island una semana. Abrió la boca para decirlo ante los ojos de expectativa de Charlie.
— No estoy lo suficientemente borracho, después— volteó la mirada a la repisa de botellas detrás de la barra y bebió de su cerveza.
— Tu cuelga primero... No, tu... No, tu... ¡Diablos Cameron, solo cuelga!— Mia se quitó finalmente el teléfono de la oreja — ¿Entonces, de que hablábamos?
Brooke rodó los ojos y agarró un waffle del plato.
— Nada, ya no recuerdo.
— Okay. ¿Vemos una película?
— Por favor.
Se acomodaron en el sillón, Brooke se puso de pie y fue a hacer palomitas a la cocina mientras la rubia buscaba alguna película. La puerta se abrió lentamente y un Ed borracho calló al suelo entre carcajadas ahogadas.
— ¡Ed!— Brooke se acercó a ayudar a su amigo pero Charlie lo cargó antes de que ella se agachara.
— Maldita sea Charlie ¿Qué pasó?— preguntó Mia acercándose.
— Está borracho, Mia, por dios, y eres la más lista— se notaba que el castaño también estaba pasado de copas, pero no tanto como para caer al suelo.
— Sí, Mia... Eres idiota— declaró Ed — Casi tanto como yo— dijo mientras Charlie lo llevaba escaleras arriba.
Lo dejó caer en su cama y se sentó en la orilla, Ed lo jaló de la playera y lo acostó a su lado.
— Viejo, voy a dor...
— Shhhhh— su amigo lo calló con su mano sobre su rostro — Te voy a contar un secreto.
— Ok.
— Pero no le puedes decir a nadie.
— Ok.
— Es muy importante que no le digas a nadie, Charlie.
— Ok.
— Promételo.
— Lo prometo.
— ¡Júralo!
— Lo juro.
— Aquí va.
— Bien.
— Uffff, no sé si es suficiente alcohol.
— Solo escúpelo.
— ¿El alcohol?
— No, el secreto.
— Oh, cierto.
— Sí.
— ¿Estás listo?
— Sí.
— Que bueno, porque yo no.
— Solo dímelo, ¿Qué tan malo puede ser?
— Soy gay.
— Uuuuu, pon esa, la he querido ver desde la semana pasada.
— Nah, se ve aburrida.
— Tiene cuatro estrellas.
— ¡Aburrida!
— Maldita sea Mia.
Charlie bajó las escaleras y fue a acostarse en el sillón con la cabeza en las piernas de Brooke.
— ¿Has oído hablar del espacio personal?
— Cállate y acaríciame el cabello.
— Charlie apestas a alcohol— dijo Mia y el castaño puso sus piernas en el regazo de ella.
— ¿Quieres explicar que diablos les pasa?— preguntó Brooke pasando sus manos por el cabello del borracho.
— No creo que yo deba decirles, aunque... nope, no debería— dijo y puso su mano en el estomago de Brooke — Hola bebé— dijo.
— El bebé aun no oye, imbécil— le dijo Mia.
Pero el castaño ya estaba dormido. Mia rodó los ojos y con cuidado se quitó los pies de Charlie de encima y se puso de pie. Articuló un '¿te ayudo?' a su amiga y esta negó con la cabeza. Siguió acariciándole el cabello a Charlie hasta que ella también se quedó dormida.

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Nuestro pequeño reino
RomanceBrooke y Charlie se odian, su enemistad es tan grande que ella solo fue a una fiesta a la cual no quería ir para hacerlo enojar un rato, desafortunadamente las cosas se les salieron de las manos y una mezcla de alcohol, una fiesta alocada, hormonas...