Chapter 34

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Mayim Bialik

-Vamos, cálmate. Tú no tienes la culpa.

-¿Cómo quieres que me calme? No responde a mis llamadas, tampoco contesta a mis mensajes- solté un suspiro haciendo ademán por no llorar.- Y ya debería haber llegado.

Melissa miró la hora en su reloj y luego le devolvió a Kaley una mirada que no comprendí.

-Bien, ya he tenido suficiente paciencia. Voy a llamarle y a traerle por la fuerza. Sin él no podemos continuar grabando. Sabe dios qué estará haciendo.

Kaley se dirigió hacia la salida para hablar con Jim llevando consigo el termo de café.

-Verás como todo se soluciona Mayim. Os conocéis desde hace mucho y créeme cuando te digo que está molesto por todo lo que ocurrió con Todd. Enterarse así de repente ha sido un mazazo emocional para él, pero...¿culparte a ti? Ha sido una reacción provocada por la tensión del momento.

-¿De verdad lo piensas así?- pregunté secándome las lágrimas con un pañuelo.

-¡Claro!- Melissa sonrió dándome un apretón en la mano.- Piensa en cuando dejó la serie, estaba abrumado. Sólo necesita un poco de tiempo.

Quizás, y digo sólo quizás, Melissa tuviera razón, porque sentía que realmente Jim estaba más que cabreado conmigo. Nunca le había visto de aquella manera aunque tal vez yo no había actuado correctamente o simplemente quise jugar a ser reina en un ajedrez donde tan sólo era un peón.

-No responde pero tiene el teléfono operativo.- dijo Kaley sentándose junto a nosotras de nuevo en el decorado del apartamento de Penny.- ¿A veces no os dan ganas de darle un puñetazo?

-¡¿Qué?!

-A Jim, cuando se pone así.- movimos la cabeza de un lado a otro. A veces sí que daban ganas, pero luego, al conocer su buen fondo, lo único que apetecía era quererle.

Todd Spiewak

Todos los directivos fijaban su atención en mí con cara de concentración o decepción, no sabía bien por cuál me decantar, aunque obviamente esperaba que fuese la primera. Lo que sí estaba claro es que mi discurso no estaba dejando indiferente a nadie y ya empezaba a notar cómo se me secaba la garganta. El señor Sullivan, presidiendo la mesa junto a uno de los informáticos más prestigiosos de Microsoft, apoyaba los codos sobre ella perplejo, sin apenas pestañear, asintiendo de vez en cuando, y de forma sutil, a mis explicaciones.

Estaba a escasos minutos del final, momento que culminaría con el vídeo. Navegué con el ratón desde mi portátil y busqué el archivo que me conduciría a la gloria o al más absoluto de los fracasos. Coloqué el cursor sobre él y le di al play mirando hacia la pantalla. La suerte estaba echada, cinco minutos más y todo habría acabado.

Respiraba con agitación y mi corazón daba un vuelco cada vez que veía a Jim en el reproductor de vídeo. Desde el día anterior no dejaba de darle vueltas al beso, al inesperado beso. ¿Y si me había precipitado? ¿Acaso Jim estaba considerando retomar la relación, volver conmigo? Quizás la opción de ir a Filadelfia una temporada no fuese tan mala idea y me viniese bien para aclarar mis dudas y sobre todo mis sentimientos. Claro que por otro lado podía ir a hablar con él y exigirle una explicación.

De repente los aplausos de todos los presentes me hicieron volver a la tierra. Ya tendría tiempo después para decidir qué hacer.

The Theory of EverythingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora