Twelve - Love

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—¿Vamos?

Simon continuó con su mirada sorprendida, mientras yo intentaba abrochar los botones de su abrigo.

—¿A-Adonde?—preguntó temblando. Sonreí satisfecho cuando observé que mi trabajo ahora estaba realizado. Lo miré fijamente, y él correspondió mi mirada.

—A comprar. ¿Recuerdas nuestra promesa?

Sus ojos verdes se achinaron, y caminó por delante de mi.

Solo había dado unos cuantos pasos, cuando se volteó, con las manos unidas detrás de su espalda.

—¿Vamos, Todd?

Sonreí, y negando con la cabeza, me acerqué trotando hasta su lugar.

Permanecimos de esa manera, uno al lado del otro, durante todo el camino hacia el mercado.

Cuando llegamos, nos dirigimos directamente hacia el área de cosas integrales, y mientras observaba las galletas que tanto me gustaban, noté como Simon se alejaba.

Observaba un paquete de comida para gatos.

Sin hacer ruido, me acerqué, y apoyé mi mano sobre su hombro.

—¿Cuál es su nombre?

Se giró, y me miró expectante.

Aunque debía subir su cabeza, por la diferencia de altura.

—¿De... quién?

—Del gato gris—respondí obvio. Simon subió su mano, y tocó sutilmente la mía en su hombro.

Fue un simple gesto, pero no pude evitar desviar un poco la mirada.

Realmente no podía observarlo directamente a los ojos.

—No sabía que...

—Oh por dios ¿Lo viste? ¿Qué cosa lleva en la cabeza?—oí decir a una mujer castaña desde el otro lado del pasillo. Llevaba un carrito de compras, y nos observaba con el entrecejo arrugado. A su lado, otra mujer más joven, nos miraba con gesto burlón.

—Claro que si. Es inevitable—y luego comenzaron a reírse entre ellas.

Simon se tensó, y bajó la mirada a sus pies. Arrugué mi entrecejo, y apreté su hombro, aún más.

Era obvio que hablaban de nosotros.

Un silencio sepulcral se instaló entre nosotros, y no pude evitar sentirme mal.

Sabía muy bien que hablaban de la bolsa de papel que llevaba Simon en la cabeza.

Sabía muy bien que hablaban de él porque era obvio que llamaba la atención su aspecto.

Pero cuando escuché sus palabras, sentí que también se habían dirigido a mí, como todas esas veces en que me encontraba solo.

Me incliné, y susurré suavemente. Aunque esas palabras, fueran más bien dirigidas a mi mismo.

—Tranquilo. No les hagas caso.

Simon levantó la cabeza, y nos observamos fijamente durante largos segundos.

Y estaba seguro de que hubiéramos permanecido de esa manera más tiempo, si una de esas voces no hubiera vuelto a escucharse.

Había sido más claro que el agua.

—Gays.

Ésta vez, las miré con el entrecejo completamente arrugado, y cuando hice el ademán de acercarme, ambas giraron la cabeza hacia otro lado, mientras conducían el carrito por el lado contrario.

—No tienen idea de lo que dicen. Ni que la ropa definiera algo—dije, separándome de Simon—.¿No tengo razón?—le pregunté.

En respuesta arrugó las mangas de su abrigo, y sin mirarme, habló.

—Tienen razón...

—¿Qué?—Simon, tomó una bolsa de alimento para gatos, y comenzó a caminar hacia una de las cajas para pagar.

—Que tienen razón—volvió a contestar, mientras el hombre de la caja, nos observaba curiosos, y le indicaba el costo del producto. Yo deposité los dos paquetes de galletas en la cinta, y éstas comenzaron a moverse.

—¿De qué estás hablando? Ellas no tienen derecho a-

La caja de pago estaba vacía por lo que apenas, pagó el alimento, comenzó a caminar deprisa. Dejé los paquetes de galletas en aquella cinta, y comencé a seguirle, aunque iba a unos cuantos pasos atrás.

Ahora mismo solo importaba Simon.

El chico que ahora era mi amigo.

—Simon.

Se detuvo, y se volteó con los ojos llorosos, mientras su bolsa de papel, se adhería a su rostro.

—Simon...

Entonces, comenzó a correr.

Y yo no fui detrás de él.

Mi único amigo se había ido.  



Canción en multimedia: Daughter - Love 

¿Ya soy bonito? (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora