Fourteen - Winter

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Luego de lo sucedido, no me atreví a salir de casa.

Y así sin percatarme, había pasado una semana sin ver a Simon.

O eso oía a través de los murmullos de mi papá y Eleanor.

Tenía miedo.

Miedo de mis propios pensamientos.

Nunca me había sentido así de asustado, ni cuando mamá nos dejó. 

Ni cuando mamá nos dejó... porque una parte de mí también estaba avergonzada.

Cerré los ojos al escuchar unos suaves nudillos tocando la puerta de mi habitación.

¿Qué iba a decirle?

¿Qué se supone que debía hacer?

¿Y si en lugar de ayudarlo, lo arruinaba?

—Todd. Ey, Todd.

Abrí solo un poco los ojos, y observé como Eleanor asomaba la cabeza, y observaba mi cuarto sumergido en la absoluta oscuridad.

Soltó un suspiro, y cerró la puerta suavemente de nuevo.

¿Por qué?

¿Por qué seguía volviendo cuando lo había lastimado?

¿Por qué hacía sufrir a las personas?

—Mamá... te necesito...

En cuanto ese susurro débil salió de mi boca, arrugué las sabanas a mi alrededor.

Volví a escuchar el rechinar de la puerta, y continué con los ojos cerrados.

—¿Qué estás haciendo?

Abrí los ojos, solo para encontrarme con Nicholas.

Ésta vez no llevaba su mirada desinteresada.

Era todo lo contrario.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?—dejé caer vagamente.

—¿Qué estás haciendo, Todd?—volvió a repetir, arrugando su entrecejo.

De pie junto a mi cama, de un momento a otro, tiró las sabanas de un manotazo, y por el movimiento brusco, quedé boca arriba sobre la cama.

—¿Qué...?

—¡¿Que estás haciendo?!—gritó, tomando una de mis almohadas, y arrojándola al suelo.

Me quedé anonadado por su repentina acción. Y entonces, mi hermano me agarró del brazo para levantarme. 

Quedé sentado en la cama, y Nicholas tomó de nuevo una de esas almohadas. La acarició, y volteó a verme.

—¿Vas a dejar de comportarte como un maldito crío alguna vez, Todd? Siempre haces lo mismo... siempre... siempre.

Observé atónito a mi hermano, mientras él tomaba lugar a mi lado, y la cama se hundía poco a poco por el peso de su delgado y perfecto cuerpo.

—Haces que papá se preocupe... como aquella vez.

Bajé la cabeza, y observé mis rodillas flexionadas, y con algunos cortes.

—Y ese chico... Simon, te ha estado esperando.

Alcé la mirada sorprendido, y Nicholas continuó observando una fotografía familiar, e intima sobre una repisa.

Una foto de nosotros cuatro.

Cuando éramos cuatro.

—¿Simon?—mencioné ese nombre con temor, y entonces mi hermano se puso de pie.

—No hagas que te espere por siempre.

Y después de lo dicho, salió de mi cuarto junto con la foto de mamá.

—Simon... está preocupado por mí... Simon...

Arrugué las sabanas como enésima vez ese día, y después de respirar lentamente, me di una bofetada.

Hice una mueca, y negando con la cabeza, me coloqué rápidamente lo primero que encontré para los pies, y salí corriendo de aquella prisión.

En cuanto abrí la puerta de la casa, un frío abrasador causó que comenzara a tiritar de inmediato. Me abracé a mí mismo, y continué caminando hasta llegar al borde de la calle.

Me senté con mi pijama, y esperé.

El herido era Simon.

Mi único y mejor amigo, Simon.

Y yo iba a ayudarlo.

Iba a evitar a toda costa que se convirtiera en mí mismo.

Después de todo... los amigos se ayudan mutuamente ¿Verdad?  



Canción en multimedia: Daughter - Winter

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¿Ya soy bonito? (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora