Seventeen - Until we get there

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Canción en multimedia: Lucius - Until we get there. 


—Te ves muy feliz hoy.

Sonreí al escuchar las palabras de Eleanor, y tomando la cuchara que descansaba a un lado del tazón, comencé a comer mis cereales.

—Tu también te ves feliz—mencioné, observando su apariencia.

No mentía en lo absoluto. Se veía realmente bien. Su cabello castaño recogido en una coleta, una sonrisa adornando su rostro pálido, pero saludable. Y si observabas detenidamente su silueta, podías notar que sus pantalones vaqueros ya no caían delatando su delgadez.

Eso era algo bueno.

—Lo estoy. Con ustedes no puedo evitar sonreír, y sentirme bien. Aquí nunca estoy sola—contestó, mientras se colocaba un delantal rosa, que anteriormente yacía sobre un cajón. Guardado.

El mismo que mamá solía llevar.

—Me alegra verte así, Eleanor—Y lo decía en serio. Mi prima sonrió enseñando su dentadura, y comencé a reír.

Eleanor me observó sorprendida, y mientras apoyaba sobre la mesada de mármol un recipiente en el que preparaba panqueques para el desayuno, me señaló con una cuchara de madera.

—¿Y dime? ¿Hay alguna cosa que desees contarme?

Una de sus cejas se encontraba algo elevada, y rodé los ojos, mientras resoplaba.

—Nada. ¿Acaso no puedo ser feliz y ya?

—Claro que sí. Pero es extraño oírte reír libremente—Ésta vez se volteó, y dejó a la vista su espalda—. Has cambiado.

Arrugué mi entrecejo confundido, y luego escuché como la silla a mi lado se movía. Nicholas se sentó, y tomó mi tazón con una sonrisa.

—¿Vas a comerlo?

—No, no. Es todo tuyo—contesté, apoyando los codos en la mesa. Un instante después, bostecé, y lentamente recosté mi cabeza en la mesa, cerrando los ojos.

—Creo que deberías prepararte—continuó mi hermano, mientras colocaba más cereal en el tazón. Lo miré interrogante, y él rodó los ojos. En ocasiones podía ser igual de insoportable que yo.

—Para correr.

Me golpee mentalmente, y arrugué mi entrecejo.  

¿Justamente hoy debía salir a trotar?

Sin esperar más, me puse de pie.

Iba a ser peor si no me apresuraba. Lo último que deseaba era que mi papá se enfadara conmigo.

Mientras me dirigía al baño con mis pies descubiertos, escuché como mi hermano y Eleanor tarareaban alegremente una canción que se transmitía por la radio.

Una sonrisa se formó en mis labios.

Cuando la blanca puerta del baño estuvo frente a mi, dejé reposar mi mano en el pomo, y depositando un suave empujón en ella, me adentré, cerrándola de inmediato.

Lentamente comencé a voltearme, observando mi cuerpo en el espejo.

En aquel reflejo se podía observar claramente las ojeras que condenaban mi rostro, recordándome las noches desveladas jugando videojuegos, leyendo mangas, y de pleno insomnio. Sin esperar más, tomé un cepillo, y comencé a arreglar mi cabello oscuro disparatado.

—Hoy no es mi día—susurré.

Moví un mechón de cabello hacia otro lado, y entonces, lo vi.

—Oh no. ¿Por qué?—apoyé mi frente en el frío vidrio, luego de haber visto ese grano en mi frente, y comencé a maldecir en mi cabeza.

Ahora me arrepentía de haber comido ese chocolate la noche anterior.

Sabía muy bien que mi rostro era del tipo que si ingería cualquier grasa, se poblaba prácticamente de granos, pero la tentación había sido mucho mayor, comparado a mis intentos de mantener mi cuerpo libre de grasas. Y lo que no podía negar, era que ese chocolate había entrado en mi cuerpo, con culpa.

No tendría que haberlo hecho. Ese chocolate no tendría que haber entrado en mí.

Negando con la cabeza, me alejé del espejo, y soltando el cepillo, hice el desesperado intento de acomodar mi cabello con mis dedos, de tal manera que esa cosa no se viera. Tenía que hacer todo lo posible para que nadie se diera cuenta.

Era más que suficiente con que se burlaran de mí por mi sobrepeso.

—Todd. ¿Estás bien?

De reojo observé la puerta, y mordiendo mi labio, apoyé las manos en mi cabeza, comenzando a despeinarlo con furia.

—Si. Ya voy.

—Está bien. Voy a estar afuera.

El repiqueteo de mi papá del otro lado de la puerta, hizo que me pusiera aún más nervioso, y dejé mis manos caer en el lavabo. Suspiré, y me observé nuevamente en el espejo.

—Da igual. Todd, no importa lo que hagas, el hecho de ser gordo ya les da algo con que burlarse de ti. Seguramente lo primero que vean de ti sea tu desbordante grasa. ¿No crees?

Noté como los ojos de aquel chico del espejo, comenzaban a brillar.

Un instante después, una lágrima cayó al suelo, y sonreí.

—Eres patético, Todd Almeida. O al menos, así es como quieres que te sientas. Será mejor que me apresure, y termine de decir tonterías.

Abrí la puerta, y con una sonrisa, me dirigí a mi cuarto.

A menos que quisiera salir descalzo en plena mañana.  



¡Hola! ♥¿Como están? ¿Que les pareció el capitulo? 

Perdón por desaparecer, y no actualizar en bastante tiempo. No tengo excusas. 

Muchas gracias por leer, y comentar 

-Carla- 

¿Ya soy bonito? (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora