Fifteen - Nights

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Lo único que observaba a la lejanía era aquella puerta, por donde alguna vez había visto entrar a Simon llevando un gatito en brazos.

¿Y ahora qué debía hacer?

Bajé la cabeza, y me concentré en mis pies cubiertos por mis habituales botas.

Al menos en esa zona no me hacia frío.

Suspiré, y algo de aire salió de mi boca. Mientras tomaba una pequeña piedra, y la arrojaba a la calle, noté como esa puerta se abría, e ilusionado sonreí.

No era Simon.

Era su abuela, Pamela.

Me puse de pie, y caminé directamente hasta ella, cruzando la calle. La señora me observó sorprendida, y cuando estuve frente a ella, hablé.

—Disculpe... yo soy amigo de Simon ¿Él...?

Sonrió, y se volteó para observar la casa a su espalda.

Le seguí la mirada, y por una pequeña abertura de una de las ventanas frontales, pude observar cierto color rosa pálido. Parecía ser parte de una campera.

—Está practicando ahora mismo, pero puedes pasar, Todd.

La señora me acompañó hasta la puerta de la casa, introdujo la llave, y al abrirse, un inmediato calor me hizo sentir aliviado.

La abuela de Simon me hizo señas, y luego se despidió en silencio.

Él se encontraba a solo unos pasos de mí, pero no podía verme al estar tocando aquel hermoso instrumento.

Sus dedos se movían rápidamente, su cabeza se inclinaba en ocasiones, y el piano resonaba al compás de la música, dirigida por Simon.

Cerré mis ojos, y me quedé allí, en mitad de la sala, escuchando la melancólica melodía interpretada por el chico de rosa.

Una hermosa, y tranquila melodía.

Una suave voz murmurando las notas al unísono.

Como si el piano y Simon fueran uno solo.

Unos minutos después, el sonido cesó, y entonces me permití hablar.

—Eso ha sido... increíble.

Escuché un fuerte golpe, y abrí mis ojos, solo para encontrarme a Simon a un lado del piano, de pie, y con la capucha de la campera rosa sobre su cabeza. Me daba la espalda.

—¿Cuándo... cuándo llegaste, Todd? Me has... asustado.

—Lo siento—caminé tranquilo, y me senté en la banqueta de madera, y de acolchado marrón, en el que antes reposaba el cuerpo de Simon—.Tu abuela Pamela me dejó entrar.

—Entiendo...—asintió repetidas veces, y entonces mi entrecejo se arrugó al solo poder ver su espalda.

—¿Por qué no te volteas?

—Yo... —dubitativo, hice el amague de levantarme, pero Simon negó con su cabeza, y levantó su mano para contemplar sus dedos. Algunos de ellos cubiertos por curitas—.No traigo mi bolsa... puedes quedarte aquí, mientras... voy por ella...

Antes de decir algo, Simon ya se había ido, dejándome completamente solo.

¿Por qué necesitaba llevar una bolsa de papel en la cabeza?

¿Por qué no quería mostrarme su rostro?

—Meaw...

Un pequeño gatito color gris me observaba sentado en el suelo.

Al notar que sus ojos eran del mismo color que Simon, sonreí apenas un segundo, como reflejo.

—Hola pequeño—extendí mi brazo desde mi lugar, y cuando toqué un poco de su pelaje, éste se comenzó a alejar.

Simon volvió a los segundos, pasando a un lado del gatito. Efectivamente, llevaba su habitual bolsa de papel en la cabeza.

Inseguro, caminó hasta un rincón, y a los segundos comenzó a arrastrar otra banqueta. Se sentó a mi lado, y sin mirarme sus dedos se acomodaron sobre algunas teclas.

Tomó aire, y sus ojos verdes se enfocaron únicamente en el piano. Y cuando creí, que comenzaría a sonar esa melodía nuevamente, sus dedos se deslizaron y rozaron los míos, muy sutilmente.

—¿Estás... bien?

Sonreí triste.

—Eso debería preguntarte yo, Simon. ¿Estás bien?

Sus dedos volvieron a su posición inicial, y mi sonrisa se desvaneció.

—¿Por qué... por qué no estaría bien?

—Esas mujeres...—mi voz se escuchó rota, y solo dejé caer mi cabeza en el hombro de Simon. 

El chico de rosa, sin inmutarse, comenzó con su melodía, y mientras su voz acompañaba en ocasiones oportunas, en un segundo, sin previo aviso, se detuvo.

Su cabeza se inclinó hacia adelante, y entonces, mis ojos marrones se enfocaron en el cuerpo de Simon reposando sobre las teclas. Sus ojos verdes se mantenían cerrados.

—Gracias por estar conmigo... Todd.

Y continuó tocando ese precioso instrumento hasta que el cielo oscureció, y fue hora de que volviera a casa.

De pie, en el umbral de la puerta, sonreí mientras me despedía de la abuela Pamela, y mientras Simon me acompañaba hasta las rejas de su casa, noté que era observado.

Desde la misma ventana en donde el piano podía observarse, el pequeño gato yacía sentado, con la mirada puesta completamente en mí.

Fue entonces, que decidí detenerme.

Si no lo decía ahora, lo más probable era que me mantuviera callado por un largo tiempo.

—¿Algún día vas a mostrarme tu rostro?

Simon se mantuvo en silencio, y ésta vez me volví, para observarlo directamente a los ojos.

—¿Algún día no vas a necesitar usar esa bolsa frente a mí?

En respuesta, Simon negó con la cabeza lentamente, y sus ojos verdes correspondieron mi mirada.

—Lo siento—murmuró, sobando sus manos, una y otra vez.

Sonreí, y me voltee, para continuar caminando a mi casa.

Cuando abrí la puerta, y me encontré a mi familia a punto de cenar, me senté junto a ellos, y pensé con mayor claridad lo ocurrido.

Al menos lo había intentado.



Canción en multimedia: Jorge Mendez - Nights 


¿Ya soy bonito? (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora