Capítulo 47

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  ¿Cuándo me he vuelto una obsesa sexual? 


Una...dos...tres... ¡Tres! Exactamente acabo de contar la tercera grieta en el techo de mi habitación. El aburrimiento y el no tener nada que hacer -incluso en primero de bachillerato- es lo que tiene. ¿Por qué mi vida es tan sumamente patética? Siempre me lo he preguntado, nunca doy con la respuesta. Porque siempre saco cosas que me hacen feliz y que me hacen dar cuenta de que mi vida no es tan patética, al menos por ahora.

─¿Qué demonios...?

Las palabras salen de mi boca sin darme cuenta, hablando a mi peluche, Eustaquio. En la casa de al lado está sonando música a todo volumen y temo que las paredes de mi casa se caigan. Me acerco a la ventana de mi habitación y descorro la cortina para ver con mejor claridad lo que hay al otro lado.

¡Ay Dios santo!

¿Alguien puede explicarme por qué tengo un Dios griego como novio? Es un maldito adonis ahí delante de mí, sin camiseta, sudoroso y haciendo dominadas.

Vale, tengo que reconocer que Jack está muy bueno, pero que muy bueno. Los músculos se le contraen en cada flexión. ¡Bendita tableta de chocolate la suya! ¿Y esos bíceps de dónde han salido? Madre mía... En cualquier momento mis bragas van a volar fuera de mi cuerpo, con pantalones y toda mi ropa incluida.

Pero mis aspavientos se van ralentizando cuando el muchacho alias tío bueno alias mi novio, se gira para verme. Reprimo las ganas de abanicarme con la mano cuando me manda una mirada devastadora llena de lujuria y picardía. Sabe que está bueno y yo se lo acabo de dejar muy claro con mis ojos dilatados al ver tanta belleza junta. Deja de hacer dominadas y coge una toalla para secarse el sudor del cuello, mi corazón se ha acelerado tanto que parece que está teniendo una maratón.

Quien no se deje caer a los pies de esta hermosa criatura es porque está ciego.

Mientras sigue rozando esa toalla contra su cuerpo -quien fuera toalla en ese momento- se acerca al equipo de música que tiene a un lado y lo apaga, se aproxima a la ventana y la abre.

─¡Hola! ─grito de ventana a ventana, aunque seguramente mi cara esté más roja que los tomates porque sigue sin ponerse la camiseta. En cualquier momento puede que me de un jamacuco y no creo que a alguien le de tiempo a rescatarme del golpe de mi cabeza contra el suelo.

─¿Qué haces ahí? ─contesta del mismo modo, y tira la toalla a quien sabe donde.

─¡Un estúpido chico tenía la música alta y no me dejaba contar grietas tranquila!

Estos es uno de esos momentos en los que te da igual que tu novio se de cuenta de que tiene de pareja a un psicópata que cuenta las grietas del techo. Nah, ya todo el mundo sabe que estoy ida de la cabeza.

El pobre -todavía sin camiseta- suelta una carcajada y se acerca más al borde para poder gritar con un tono más bajo.

─¿Te vienes a mi casa a dormir? ─alza las cejas instintivamente y las mueve de arriba abajo. El descaro que no falte, eh.

─¿Dormir?

─Mis padres no están y me haría falta la compañía de mi preciosa novia.

─Compañía... ─susurro para mi misma, ¿desde cuándo si tus padres no están e invitas a tu novia es para tener compañía? No pienses, no hay ningún chico -y chicas incorporadas- que hagan eso.

─¡Te prometo que no voy a hacer nada que no quieras!

─¿Y qué le digo a mi madre?

Hello, Smith.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora