Capítulo 10

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¡¿Qué me relaje?!


¿Sabéis lo que pasa cuando te despiertas tarde y tienes a 9 chicas metidas en tu casa? Pues esto es lo que pasa. Como era normal, me desperté y bajé corriendo a la cocina, ya que había un olor a humo impresionante y provenían gritos de ella. El caso es que cuando llego, me encuentro a mis queridísimas amigas y primas tirándose pedos y poniendo un mechero detrás. Como lo digo. Repito, tirándose pedos y un mechero detrás. Por lo que han incendiado las cortinas de la cocina y no solo eso, sabiendo que lo habían hecho, siguen en ello. Yo no sé hasta que punto puede llegar la gilipollez.  

Y lo peor no es eso, me ha venido mi amigo el tomate. La regla. Por lo que al bajar no sólo he tenido que darlas una bronca y limpiarlo todo, también he tenido que ir al baño corriendo donde, por cierto, no había compresas. Vamos, de puta madre. 

─Joder, ¿habéis llamado a los bomberos? ─pregunto al oír una sirena.

─¡Bomberos!¡Bajaros la camiseta!¡El canalillo,chicas!¡El canalillo! ─grita Lucía.

─No hemos llamado a nadie, habrá sido tu vecina la cotilla ─explica Clara.

─La señora Muñoz...

Esa vieja está loca. Un día la pillé en mi habitación mirando mis bragas. Tal cual. Decía que tenía curiosidad por saber si me mantengo limpia. Está mal. Pero no solo eso, se coló por la ventana y siempre me mira por la ventana cuando estoy en el baño, que es la ventana que da a su casa, la de mi habitación da a la casa de Jack. Y si, también es la que apareció por la noche cuando hice mi venganza a Jack.

Al cabo de unos minutos llaman a la puerta, bueno, la derriban. Los bomberos.

─Uuii ya están aquí ─susurra Stephanie.

─¿Dónde está el fuego?¡Salgan de la casa! ─dice uno de ellos.

─Señor, no hay fuego, solo se ha incendiado unas cortinas, pero nada serio.

─¿Y para qué nos llaman?

─Los han llamado la vecina cotilla ─explica Lucía─ pero podéis quedaros-sonríe coquetamente.

─No hay ningún problema ─añade Teresa.

Vaya dos.

─Se pueden marchar, gracias ─digo empujando a los bomberos y mirando a mis primas─ por cierto, tienen que saber llamar a las puertas ─digo cuando los tengo en el porche. 

Cuando se ha ido el camión de los bomberos de mi vista, vuelvo a entrar.

─Chicas.

─¡No nos pegues! ─gritan todas tapándose con cojines. Me río.

─Por Dios, solo quería decir que me ha venido el tomate-explico a lo que ellas suspiran y yo vuelvo a reír.

Por la calle, de camino a la farmacia, vamos gritando y riendo, bailando y "cantando". Al llegar gritan:

─¡Compresas!¡Necesitamos compresas!¡A Brooke le ha venido el tomate!¡Bonitas y baratas, señores!¡Compresas!

Mi dignidad está por los suelos. Roja como un tomate cojo un paquete lo más lejos posible de ellas, no quiero que sepan que voy con esas psicóticas. Y cuando voy a pagar, Amalia me coloca el brazo por encima de los hombros y dice mirando a la cajera:

─¡Brooke!¿Cogiste los tapones también?

¿Tapones? ¿En serio, Amalia?

─Claaro, tapones porque te tapan el agujerito.

Hello, Smith.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora