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—¿Algún recado mientras estuve fuera? —Keira le preguntó a Janine, su secretaria, al llegar a la oficina.

—No en realidad, pero... Un tipo muy guapo te espera en tu oficina.

Janine no era solamente la secretaria de Keira, sino que también se habían convertido en buenas amigas con el paso del tiempo. Era una joven de baja estatura, tez bronceada, y cabello oscuro por debajo de los hombros.

La cara de Keira se descompuso al escuchar aquello. —¿Cómo así? ¿Por qué lo dejaste pasar si no lo conoces? —Le preguntó mientras avanzaba hacia su oficina. El repique de sus tacones se mezclaba con el sonido de las llaves entre sus dedos. 

En la puerta de su oficina se encontraba una placa dorada que leía "Keira R. van der Voort. Directora Ejecutiva." Sus gigantescos ojos verdes hicieron intento de salirse de sus órbitas, y se quedó momentáneamente sin palabras.

—¡Janine! —Gritó después, y se dio la vuelta para encontrarse con la chica menuda que ya se había levantado de su escritorio—. ¿Qué significa esto?

—Es tu nueva placa. —Contestó, un tanto nerviosa—. Vinieron a instalarla mientras almorzabas.

—¡Pero si yo no ordené ninguna placa!

Janine se encogió de hombros.

—Olvídalo, no importa. En algún momento debía suceder. ¿Tienes la otra?

—Sí... Pero, pensaba tirarla... No creí que fueras a...

—¿Puedes por favor traérmela en un rato?

—Cuenta con ello. —Sonrió, y se dio la vuelta para regresar a su lugar de trabajo.

La oficina era bastante amplia, con paredes pintadas de color hueso, y portadas enmarcadas de R.A.D. El escritorio con tope de cristal agregaba al toque minimalista del salón.

Dejó las cosas que traía sobre la mesa de centro, y se encontró con un joven menudo de fuertes brazos de espaldas a ella, tenía la vista fija en la ciudad de Nueva York que podía observar desde la ventana. Llevaba un traje gris, y el pelo castaño oscuro peinado hacia atrás.

—¡Eres tú! —Dejó el bolso sobre su escritorio, y lo abrazó por detrás, descansando su cabeza sobre la espalda del desconocido.

—Cariño... —El hombre se dio la vuelta y la besó en la frente—. Te extrañé increíblemente.

—Yo también a ti. —Buscó sus labios a ojos cerrados, y lo besó apasionadamente—. Te extrañé muchísimo. 

—Estás hermosa, amor. —Sonrió. Una sonrisa que dejaba sin palabras a la mujer frente a él.

Ella se ruborizó y bajó la mirada. —No digas tonterías.

—Soy el hombre más afortunado del mundo... Y por eso me pregunto... —Se metió las manos en los bolsillos—. ¿Por qué cambiaste tu placa?

—Lo notaste... —Admitió un tanto avergonzada.

—Por supuesto que lo noté. Es la primera cosa que noté en cuanto intenté poner un pie aquí dentro. —Sonaba ligeramente enojado.

—No fue mi idea, Neal. Apenas sucedió hoy. 

—No entiendo por qué es necesario que hasta en tu trabajo ese hombre quiera imponerse.

—Perdóname, pero Nicholas no tiene nada que ver en esto. Mi jefa estuvo en la boda, es normal que quiera darme una placa con el apellido de mi esposo. Tuve que tomarlo cuando nos casamos, fue parte del acuerdo.

—Ahora lo estás defendiendo.

—Neal, tú mejor que nadie sabe que Nicholas no es un mal hombre. Yo también acepté todo esto.

—¡Me repugna escuchar su nombre, Keira! 

—Mi amor, ya... —Le acarició las mejillas con ambas manos-. Sabes que solo te quiero a ti, que eres el único en mi vida... Hasta ahora no habíamos tenido problemas con esto... No quiero que comencemos ahora que todo va bien, ¿sí?

Neal asintió luego de unos segundos. —Tienes razón, lo siento. —Volvió a besarla en la frente-. Solo pasé a despedirme de ti.

—¿Cómo que despedirte? ¿A dónde vas? ¡Pero, si acabas de llegar! 

—Lo sé, preciosa... Tengo una misión en Miami. 

—No puedes simplemente irte, Neal... Yo te necesito aquí. ¿Cuándo regresas?

—No tengo una fecha exacta, pero trataré de hacerlo lo más pronto posible para volver aquí a tu lado. ¿Si?

Ella no contestó. Se secó disimuladamente unas lágrimas que comenzaban a salir.

—¿Si? —Volvió a preguntar.

Keira asintió, y descansó la cabeza en el pecho de Neal.

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—¿Puedo pasar? —Janine preguntó luego de varios toques a la puerta.

—Pasa. —Keira respondió desde detrás de su escritorio.

La joven traía un paquete rectangular envuelto en papel marrón. —Aquí está la placa, Keira. —Dijo al extendérsela. 

—Gracias. —Ella respondió con una débil sonrisa, y la dejó sobre el escritorio para volver su vista al computador.

—¿Estás bien? —Janine preguntó, dudosa.

—Sí. —Respondió sin levantar la vista-. Es solo que tengo demasiados pendientes. Yo te llamo si necesito algo.

—Está bien. Estaré al pendiente.

Tan pronto Janine dejó la oficina, Keira se dispuso a desenvolver la placa que antes ocupaba lugar en la puerta de su oficina. "Keira R. Auguste. Directora Ejecutiva". Deslizó su dedo índice por el contorno de las letras, y dejó un suspiro escapar de sus labios. El sonido del teléfono la sacó de sus pensamientos.

—¿Qué sucede, Janine? —Preguntó luego de presionar el botón en el aparato.

Tienes una llamada de las oficinas de van der Voort. Dice que es la secretaria de...

—Pásamela, por favor. —Levantó el auricular y se lo puso al oído.

Una voz de una mujer madura reemplazó la de su amiga. —¿Hablo con la señora van der Voort?

—Si. —Contestó extrañada-. ¿Puedo ayudarte en algo?

No había tenido el placer antes, señora. Le hablo desde la oficina de su esposo. Él envía un recado.

Keira rodó los ojos. —¿De qué se trata?

—El señor fue invitado de último minuto a un evento de gala muy importante esta noche, y desea que usted le acompañe. Dice que pasará a recogerla a las siete treinta.


Reeditado: Julio 27, 2022 

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora