Bajaron tomados de la mano donde los esperaba un pequeño carro que los llevaría al interior del aeropuerto. Keira aún no decía mucho.
—¿Estás decepcionada? —Nicholas le preguntó.
Ella lo miró, ambos traían puestas gafas de sol. —Por supuesto que no, es solo que... nadie nunca había hecho algo así por mi.
Él le tomó la mano y en su dorso plantó un dulce beso.
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Nicholas había rentado una camioneta en el aeropuerto, y luego del proceso de registración, se dirigieron al hotel.
—Es un lugar increíble. —Dijo él.
—No puedo esperar a tumbarme sobre la arena, sentirla entre mis pies.... Quedarme dormida bajo el sol, escuchar las olas, la brisa salada. Es el mejor regalo que pudiste haberme hecho.
—¿Hace cuánto que no venías?
—Cinco años, y me arrepiento, ¿Sabes? No puedo permitir que todo sea trabajo y olvidarme de las cosas que en realidad importan.
—En la mañana salimos a Castries.
—¿Mi familia sabe que estaríamos aquí?
—Sí, por supuesto, los llamé.
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Llegaron al hotel en Soufriere luego de aproximadamente una hora de viaje en auto. El camino fue bastante ameno, Keira le contaba a Nicholas de su infancia, de las veces que había visitado aquella ciudad, y de todo lo que le mostraría al llegar a Castries, su ciudad natal, al día siguiente.
El hotel estaba compuesto en su mayoría de cabañas en la playa. La registración había sido rápida, y Keira se sentía impaciente por cambiarse e irse al mar.
—No vas a ir a tumbarte sobre la arena hasta que comas algo. —Nicholas le dijo-. No quisiste nada durante el camino.
—Te juro que no tengo hambre, estar aquí es todo lo que yo necesito para estar bien.
—Keira, estoy hablando en serio.
Ella sonrió, acercándose a él. Lucía un bañador de dos piezas de color blanco. —Está bien, vamos a comer. —Lo besó lentamente en los labios.
—Vas a cubrirte para salir, ¿No? —Le preguntó, observándola de pies a cabeza.
—Pensé que te encantaba este "cuerpo increíble". —Le dijo divertida, usando sus propias palabras.
—Porque me vuelve loco, lo quiero solo para mí.
Keira se cubrió con una túnica que había empacado, no precisamente porque Nicholas se lo hubiese pedido, sino porque pensaba hacerlo de todas formas. Nunca se había sentido cómoda mostrando de más.
Comieron en uno de los restaurantes del hotel, y luego regresaron a la playa. Ella se quitó la túnica y se fue corriendo al agua. Él en cambio se quedó acomodando el lugar, y luego se tumbó sobre una manta de playa con un libro. Keira regresó junto a él minutos después.
—¡El agua está deliciosa! —Gritó entusiasmada, recogiéndose el pelo húmedo.
Nicholas se quitó las gafas de sol. —Eres una niña, vida.
Ella se fijó en el libro en sus manos. Estaba escrito en neerlandés. —¿Qué lees?
—El Tulipán Negro. —Respondió.
Ella tomó el libro entre sus dedos índice y pulgar y lo dejó caer sobre la manta de playa desocupada junto a Nicholas. Luego se sentó a horcajadas sobre él, mojandolo.
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Disimula. (En Proceso de Edición)
RomansaNicholas van der Voort Keira Auguste Los declaro: marido y mujer.