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Estaba a punto de deshacerse el botón de los pantalones, pero pensó que no tenía la necesidad de dormir solo, cuando tenía una puta esperándole con las piernas bien abiertas.

Se sacó el celular del bolsillo, y marcó un número.

—Amber... —Dijo cuándo hubieron contestado-. ¿Estás en el departamento?... Voy para allá.

Volvió a ponerse la camisa, olvidándose de la chaqueta. Cuando salió de la habitación, se encontró con que Keira salía también de la suya. Llevaba puesta un diminuto camisón de seda, y un albornoz que hacía juego. Estaba descalza.

—Creí que estarías dormido ya. —Comentó ella-. Como te aburriste tanto...

—No, de hecho, voy de salida.

—Ah. —Keira asintió. Se adelantó a las escaleras, bajando antes que él.

Nicholas la miró fijamente. Con cada paso sus caderas se contoneaban, volviéndolo loco.

Necesitaba descargarse inmediatamente, si quería mantener su sanidad mental. Tomó las llaves de su deportivo del compartimiento junto a la puerta de salida, y se fue.

Tan pronto como Amber abrió la puerta de su departamento, Nicholas les tomó por la cintura, apretándola contra su cuerpo, y besándola intensamente.

—Mi amor, parece que me extrañaste... —Amber logró decir entre besos.

Él no quería discutir, no quería parar, pero sabía que la verdadera razón por la que estaba allí era la necesidad de enterrarse en una mujer.

La tomó por la cintura, y la ayudó a sentarse sobre la mesa del comedor. Amber traía las largas piernas envueltas alrededor de la cintura de él.

Con una mano, la tomó por el cuello, presionándola contra la mesa, mientras con la otra levantaba la falda del vestido que traía puesto.

—Nicholas... —Amber Susurró, temblando de placer.

Nicholas estuvo complacido al notar que no traía bragas. Le encantaba una mujer que estuviera siempre lista y dispuesta a complacerlo.

—Quiero tocarte también... —Suplicó Amber entre gemidos de placer.

—No. —Él la silenció. No iba a permitir que lo distrajera de lo que en realidad necesitaba.

De deshizo rápidamente del cinturón, y del botón de sus pantalones. Y antes de que se dieran cuenta, estaba ya dentro de la calidez que le ofrecía Amber. La embistió repetidamente, con intensidad, mientras con una de sus manos volvía a apretarla del cuello.

Le gustaba como podía tener el control sobre ella, le gustaba escucharla gritar su nombre hasta quedarse sin voz. Le gustaba abrir los ojos y ver frente a él a Keira.

¿Cómo sería tenerla así, delirante bajo su cuerpo? ¿Si él lo intentara, ella accedería? ¿Se sentía acaso, aunque fuera poquito atraída por él? Porque el sí lo hacía, se había casado atraído. De hecho, una de las razones por las que había aceptado aquel absurdo, era la necesidad de una mujer hermosa a la que llevar de la mano, y Keira era perfecta para ello.

Sin embargo, se trataba de una atracción leve, que definitivamente no lo tenía pensando en ella en todo momento, especialmente mientras tenía una de las mujeres más ardientes de Nueva York, deshecha bajo su cuerpo.

Terminó en Amber y se rehízo el botón de los pantalones. Se metió al baño y salió unos minutos después con la ropa compuesta.

—¿No te vas a quedar a dormir? —Ella estaba todavía sentada sobre la mesa.

Nicholas sonrió de lado. —Por supuesto que no.

—Pero, ¿por qué no, cariño? —Preguntó, acomodándose un albornoz sobre el pijama.

—Porque no, Amber. Deja ya de decir estupideces. Jamás me he quedado a dormir, y nunca pasará.

Ella se acercó a él, y le tomó la mano izquierda, examinando su anillo de bodas. —¿Qué diablos significa esto, Nicholas?

—Que estoy casado. —Dijo con un tono burlón.

—¡Estoy hablando en serio! ¿Por qué lo estás usando? Nunca antes te había visto con él.

—Hay una primera vez para todo. —Sonrió cínicamente.

Amber se cruzó de brazos. —Júrame que no te estás acostando con ella.

—No tengo porque jurarte nada, y honestamente, estoy harto de tus malditas escenas de celos.

—No son celos, mi rey. —Se acercó a acomodarle la solapa de la camisa-. No quiero que estés con ella, y punto. Los celos son para las mujeres inseguras, pero yo sé que el placer que encuentras en mi cama, no lo hallarás en ninguna otra.

Nicholas le acarició la mejilla. —¿Qué harías si te digo que...con mi mujer no me harán falta ya tus servicios, que en nuestra cama encuentro todo lo que necesito?

Amber tragó saliva, tratando de contener su ira. —Te diría que esa oportunista no me llega ni a los tobillos, y que te vas a cansar de ella en un abrir y cerrar de ojos.

Él le dedicó una sonrisa cínica. —Buenas noches, Amber.

—¿A dónde diablos vas? —Lo tomó por el brazo-. ¡No hemos terminado de hablar, Nicholas!

—Acabo de dar esta conversación por terminada. —Se zafó de su agarre, y salió del departamento.

Mientras se arreglaba a la mañana siguiente, Keira recibió una llamada inesperada.

—¿Hola? —Contestó luego de ver el número desconocido en la pantalla.

¿Cómo estás? —Preguntó una voz masculina.

Le tomó un segundo reconocerla, pero al hacerlo, una gigantesca sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Roger?

Creí que no me reconocerías.

—Eres un tonto, por supuesto que sí.

El hombre río del otro lado de la línea. —Te llamo para pedirte un favor.

—Por supuesto, ¿de qué se trata?

Llego hoy a Nueva York, me encantaría verte. ¿Cenamos juntos?

—¡Claro que sí! ¿Quieres que pase por ti al aeropuerto?

¿No será mucha molestia?

—Claro que no, si muero por verte.

De acuerdo, entonces me encantaría que fueses por mí al aeropuerto.

—Perfecto. ¿A qué hora llega tu vuelo?

El día pasaba igual que siempre para Nicholas, aunque no podía sacar a Keira de su mente. Quería poseerla, hacerla suya, tenerla en su cama por lo menos una vez, para así saber de lo que se estaba perdiendo.

En ese momento, un hombre de saco entró en la oficina sin tocar. Traía una carpeta en manos.

—Creo que nos estamos enfrentando a un desfalco. —Dijo al sentarse frente al escritorio. 

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora