Keira despertó espantada, y de golpe se sentó en la cama. Se estiró para encender la lámpara de luz junto a ella, tenía la respiración agitada.
¿Por qué diablos había soñado con Nicholas? Pero más importante, ¿por qué había soñado que tenían sexo, y que lo disfrutaba? Nunca, nunca lo haría. En cuanto ambos se liberaran del absurdo acuerdo que tenían, se divorciarían, y ella podría al fin casarse con Neal, el único hombre al que amaría por siempre.
Alcanzó su celular para ver la hora. 04:32. Decidió volver a dormir por un par de horas, pero justo cuando iba a regresarlo a su lugar, el aparato sonó. Como si lo hubiese llamado con el pensamiento, era Neal.
—¿Hola? —Contestó, luego de aclararse la garganta.
—Cielo, ¿Te desperté?
—No, de hecho no. Tuve una pesadilla.
—Oh... ¿Te asustaste? ¿Estás bien?
Keira rio. —Estoy bien, no es para tanto.
—Lamento llamarte a esta hora. Es que no podía dormir, y... Estaba pensando en ti.
—¿Cómo va el trabajo?
Neal suspiró. —Sabes que no puedo contarte, cielo.
—¿Ni siquiera cuando nos casemos?
—Keira, tú estás casada ya...
—Sabes que es solo por un tiempo.
—¿Por cuánto tiempo, Keira? ¡Porque no cualquier hombre aceptaría vivir en esta situación!
—Nadie te está obligando, lo sabes.
—¡Lo estoy haciendo porque te amo!
—¿Entonces de que te quejas?
—Creo que es demasiado temprano para tener esta discusión...
Sin más palabras, Keira cortó la llamada, y dejó el teléfono sobre la mesa de luz.
___
Extrañamente, Nicholas estaba en el comedor cuando bajó a desayunar un par de horas después. Normalmente no estaba ya a esa hora.
—Buenos días. —Dijo ella con voz enérgica.
—Buenos días. —Respondió él luego de dejar su taza de café.
—Es extraño que estés aquí a estas horas. —Se atrevió a comentar. Luego de la noche anterior, podría decir que se sentía más cómoda hablándole.
Él se limitó a asentir.
—¿Lo mismo de todos los días, señora? —Yuko, la única empleada que tenían en la casa, le preguntó una vez estuvo junto a la mesa del comedor.
—Sí, por favor, Yuko. —Keira contestó con una sonrisa.
—¿Algo más para usted, señor?
—No, gracias, Yuko. —Dijo Nicholas.
Yuko se retiró a la cocina, dejándolos solos una vez más.
—¿Qué es lo mismo de todos los días? —Nicholas le preguntó sin mirarla.
—¿Qué?
Él levantó la vista del periódico, y la penetró con sus ojos azules. —¿Qué es lo que comes todos los días?
—Oh... Fruta. Y un vaso de leche fría.
Nicholas asintió.
—¿Por qué preguntas?
—Curiosidad. —Dijo al levantarse.
—¿Ya te vas? —Solo luego de preguntar se dio cuenta de que en realidad no era su asunto.
—Sí. Que tengas un buen día, Keira.
Ella asintió. —Igualmente.
___
—Buenos días. —Janine recibió a Keira con una sonrisa más amplia de lo normal.
—¿Que te tiene tan contenta? —Le preguntó.
—Si me permites ser honesta, siempre creí que lo tuyo con Nicholas era una farsa, pero ver las fotos de anoche cambió mi opinión en gran manera.
Keira alzó una ceja. —¿Las fotos de anoche?
—Me tomé la libertad de imprimir el artículo por ti. —Le entregó unas hojas impresas.
—Gracias, Janine. —Dijo entre dientes, y luego entró en su oficina.
No había vuelto a saber de Neal durante el resto del día. Sólo una llamada la inquietó. Su padre.
—¿Qué se te ofrece?
—¿Algún día vas a perdonarme? —Pregunto la voz masculina del otro lado de la línea.
—Papá estoy trabajando.
—Lo sé, lo sé, cariño... sólo quiero saber cómo van las cosas con tu marido. ¿Han logrado enamorarse?
—No, papá. Yo nunca voy a enamorarme de Nicholas. Y si me disculpas, tengo mucho trabajo por hacer.
___
—Señor van der Voort... —La secretaria de Nicholas le habló por el teléfono.
—¿Sucede algo, Jackie? —Preguntó, notablemente irritado.
—Disculpe, señor, es que... —La mujer bajó el tono de voz-. Acaba de llegar una señorita que dice que no se irá hasta que la reciba.
—¿Qué diablos...? ¿Quién es?
—Dice que se llama Amber, señor.
—Hazla pasar.
Segundos después, la pelirroja estaba dentro de la oficina. Traía puesto un ajustado vestido de estampado animal, y tacones aguja.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —Nicholas ni siquiera se molestó en levantarse de su sillón.
—Esa no es la manera de recibirme, cielito.
—Tienes dos minutos para largarte, sino quieres que yo mismo te saque a la fuerza.
—¿Así es como tratas a la mujer que tanto placer te ha dado?
Nicholas esbozó una sonrisa burlona.
—¿Crees que puedes usarme y luego desecharme cuando se te dé la gana? ¡Estás muy equivocado, Nicholas van der Voort!
—¿Qué es lo qué quieres? ¿Dinero? Tienes el departamento pago por lo que resta del año.
—¡No quiero tu asqueroso dinero! —Amber le gritó -. O vuelves conmigo, o me veré obligada a hacerle saber a tu mujercita lo mucho que te diviertes entre mis sábanas.
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Disimula. (En Proceso de Edición)
RomanceNicholas van der Voort Keira Auguste Los declaro: marido y mujer.