Nicholas llegó más tarde de lo que esperaba esa noche, luego de que Michael lo convenciera de tomarse unas copas después del trabajo. Le había enviado un texto a Keira que ella nunca respondió, pero su auto estaba en el estacionamiento.
Se extrañó de que no estuviera en la habitación cuando entró. Así que luego de bañarse volvió abajo a buscarla, tampoco estaba.
—¿Dónde está Keira? —Le preguntó a Yuko.
Ella se encogió de hombros. —Llegó hace cerca de una hora… No ha vuelto a salir.
Nicholas asintió. —Yuko, ya puedes irte a dormir, es tarde.
Revisó en su habitación una vez más, sin suerte, y decidió entonces buscarla en su antiguo cuarto. Las luces estaban apagadas, pero logró distinguir su silueta tendida sobre la cama. Encendió la lámpara junto a la cama y noto que el pelo húmedo le cubría el rostro, tenía puesto un grueso albornoz, y temblaba ligeramente.
—¿Vida, qué pasa? ¿Qué haces aquí?
No obtuvo respuesta.
—¿Keira?
—Quiero estar sola… —Dijo con la voz ronca.
Ella sabía que de tener algún efecto sus palabras, sería el opuesto al que esperaba, pero no sabía qué más decir.
Nicholas se sentó al borde de la cama, y con un toque delicado, le retiró el pelo de la cara, descubriendo un moretón en su pómulo izquierdo.
—¿Qué te pasó?
Keira se incorporó, no dijo nada. Quería hablar, pero ¿Qué iba a decirle? ¿Qué se vio con su ex y la violó?
—¿Qué pasó, Keira? —Sentía que comenzaba a perder la paciencia.
Abrió la boca, pero ningún sonido salió de ella. Solo sus ojos lograban expresar su dolor, por medio de lágrimas.
—¿Quien te hizo esto?
—Me… me asaltaron…
Si le contaba a Nicholas lo que Neal había hecho, él no descansaría hasta hacerlo pagar, y ellos nunca tendrían paz.
—¿Te asaltaron?
—...Sí…
—¿Dónde, que pasó?
—En… Jersey City. Iba… iba saliendo del consultorio de mi médico y…. Vino un tipo y…
Estaba creando la historia en su mente en ese mismo momento. Tenía miles de pensamientos que la atacaban al mismo tiempo. Quería contarle todo, refugiarse en sus brazos, y encontrar en él todo el apoyo que necesitaba.
—¿Le avisaste a la policía?
—No, yo…
Nicholas se levantó de resorte. —Hay que avisar a la policía.
—No, no es necesario. Solo fue este golpe y…
—¡Por supuesto que es necesario! ¿Crees que voy a permitir que este tipo de cosas pasen en mi familia?
Salió de la habitación, y al quedarse sola, Keira se sintió invadida por el frío. Podía sentirlo en los huesos. Y lloró.
Nicholas regresó media hora después, encontrandola en la misma posición que antes la había dejado. Keira se secó las lágrimas rápidamente.
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Disimula. (En Proceso de Edición)
RomanceNicholas van der Voort Keira Auguste Los declaro: marido y mujer.