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1 mes después...

—Buenos días, señora. —Yuko la recibió en la cocina.

—Buenos días, Yuko. —Respondió con una sonrisa.

—¿Quiere que le sirva el desayuno para llevar, o va a comer aquí? —Preguntó.

—Me lo llevo, tengo muchísimo trabajo atrasado. Yuko, asegúrate que Nicholas se tome las medicinas cuando despierte, por favor.

—Sí, señora...

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—Buenos días, Janine. —Le dijo a su asistente cuando llegó a la oficina.

—¡Hola! ¿Cómo está Nicholas? ¿Cómo pasó el fin de semana?

—Bien... Todavía recuperándose, pero de ánimos está mejor. Es difícil porque ha trabajado toda su vida, y quiere volver a la oficina cuanto antes.

—Entiendo.... Oye... Te dejaron unas flores el viernes en la tarde, como saliste temprano. Quise llamar para avisarte, pero con lo de tu esposo sé que estás ocupada y no te quiero molestar.

—¿Flores?

—Sí, traían una tarjeta. Pero te juro que no la leí. —Janine la miró fijamente. Sabía que no eran de Nicholas.

—Gracias.

Ella también sabía que no eran de su esposo. Eran de Neal. Las vio en la oficina. 24 rosas rojas y una tarjeta. Regreso el lunes en la tarde. Nos vemos a las 7 en nuestra casa.

Convenientemente, y debido a una misión en la que estaba trabajando, Neal había estado distante en las últimas semanas, y ella estaba agradecida de que aún no había tenido que enfrentar su realidad, pero ya había llegado el momento.

Con su accidente y luego el de Nicholas, había acumulado mucho trabajo, incluso había temido que Victoria la despidiera. Había regresado hace dos semanas, y aún así seguía atrasada. Debía volver a ser la de antes, y poner su trabajo por encima de todo.

Pensó en Neal todo el día. Lo extrañaba. Extrañaba besarlo, estar en sus brazos... No había estado con él desde antes de su accidente, desde que se embarazó.

Estuvo en la oficina hasta unos minutos antes de las cinco, y salió con dirección al penthouse, conduciendo de prisa para no encontrarse con el tráfico de la hora pico.

—¿Cómo está todo por aquí? —Le preguntó a Yuko que bajaba las escaleras.

Yuko suspiró. —Acabo de darle sus medicinas de la tarde. No está de buen humor.

Keira asintió. —Yo me encargo, gracias...

Entró en la habitación sin tocar. Luego del viaje a Chile, no habían vuelto a compartir la cama, por miedo a lastimarlo, pero había dejado sus cosas allí.

—Hola.... —Le dijo desde el umbral de la puerta.

Nicholas se giró hacia ella. Estaba recostado en la cama, la pierna enyesada elevada sobre una almohada. A su lado el computador portátil y unos documentos. Traía puestas bermudas de algodón, y una camiseta.

—¿Qué es todo esto? —Le preguntó, sentándose a su lado.

—La compañía está repleta de imbéciles que no saben hacer nada si yo no estoy. —Respondió frustrado.

—¿Y Michael?

—Michael está ocupado en otras cosas.

—Nicholas.... Yo sé que estás harto de este encierro, pero tienes que hacer un esfuerzo... El médico dijo que te faltan un par de semanas más con el yeso, y las costillas aún no han sanado del todo y...

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora