Segundos después el auto negro que había visto algunas veces, salió de entre las filas de autos, y se dirigió a la salida del estacionamiento, ella lo siguió.
La llevó por desoladas calles de Jersey City, un viaje que no tomó más de veinte minutos. Neal se detuvo enfrente de una casa descuidada y sombría, envuelta por un aire pálido. El jardín delantero lucía muerto e insípido, y Keira comenzó a sentir miedo en la boca del estómago.
Neal se bajó del auto. Al igual que la casa, él lucía desaliñado. A esa distancia pudo notar como había perdido peso y la ropa bailaba sobre su cuerpo. Tomó una bocanada de aire, apretó los ojos, y se bajó del auto, dejando sus pertenencias allí, pues no tenía intenciones de tardar mucho.
Cuando estuvo frente a Neal, sintió su corazón encogerse. Solo mirando profundamente en sus ojos pudo descubrir la sombra del hombre de quién se había enamorado años atrás. Llevaba el rastrojo de una barba de varios días, y matices rojos rodeaban sus ojos. Keira podía sentir el olor a alcohol que emanaba su cuerpo.
—Aquí estoy, ya me viste. —Dijo ella al fin.
—Vamos adentro.
—Eso no era parte de…
—Keira, por favor.
Ella tragó saliva, pero lo siguió adentro. Estaba comenzando a oscurecer.
El interior de la casa no era mucho mejor que la parte de afuera. Sintió escalofríos al entrar. Había basura en el suelo, platos usados aún con restos de comida, y una distintiva botella de whisky junto a un vaso sobre la mesa de centro.
—Disculpa el desorden… —Dijo en un murmullo casi ininteligible.
—Neal, no quiero estar aquí. Dime lo que tengas que decirme, y déjame ir.
—Keira… mira lo que hiciste conmigo. —Dijo con la voz quebrada, abriendo los brazos.
—No digas eso. Yo no te convertí en esto, Neal.
—Me echaron de mi trabajo como un perro, después de tantos años dedicados a esa organización.
—Yo no tengo la culpa de eso…
—Me traicionaste… —Se acercó a ella, acortando los pocos pasos que los separaban, y le acarició el rostro con los dedos-. Traicionaste nuestro amor…. Todo lo que construimos por años…
—En nuestras circunstancias, se hizo intolerable mantener nuestra relación, y lo sabes…
—¡No! Lo que hiciste fue deslumbrarte con el dinero de ese hombre, pero conmigo, Keira, tenías amor de verdad… y eso es algo que nunca vas a sentir a su lado.
—La convivencia, sus detalles… no pude evitarlo. Me enamoré de él.
Por primera vez lo admitía en voz alta, era una verdad que había estado pensando en su interior, y al fin se sentía libre. Sin embargo, ahora, frente a quien había sido su amante por tantos años, cargaba con el peso de lo que había dicho.
Neal le apretó la mandíbula con una mano, haciendo que lo mirara a los ojos. —Tu no puedes amar a ese hombre.
El olor a alcohol contra sus narices logro aturdirla momentáneamente. —Entiende que lo nuestro ya acabó, por Dios…
—Lo nuestro va a acabar cuando tú te mueras, mi vida.
Mi vida. No le gustaba que la llamara así. Era como le decía Nicholas, y no quería que nada empañara el sentimiento cálido que le provocaba escucharlo de sus labios. En especial cuando se deshacía dentro de ella al hacerle el amor.
Neal la acercó a él, apretando más su mandíbula, y la besó. Por primera vez al unir sus labios, Keira sintió asco, un sabor amargo la invadió.
—Déjame ya… —Dijo, probando el sabor salado de las lágrimas que ya corrían por sus mejillas-. Déjame…
Ella trató de zafarse, pero él la pegó a la pared, haciéndolo imposible.
—Si se te ha olvidado lo mucho que nos amamos...y lo bien que lo pasamos juntos, yo te lo voy a recordar, mi amor.
Entonces, en un ágil movimiento produjo una pistola de su cinturón, y le apuntó a la sien.
—Quitate el abrigo. —Le ordenó.
—No, no quiero… —Dijo con voz temblorosa.
—¡Qué te lo quites! —Gritó.
Ella chilló por el susto, y se quitó el abrigo torpemente.
—No me obligues a hacer algo que no quiero, Keira… —La acarició con la punta de la pistola, por el cuello y luego el escote.
—No me hagas daño, por favor…
—Dime que me amas…. —La besó en el cuello, dejando un rastro de saliva y aroma a alcohol-. Dime que me amas, Keira… por favor…Dime que me amas, o te voy a matar….
Keira apretó los ojos, le ardían. —… Te amo…
Apuntándole al pecho con el arma, Neal deshizo los botones de su blusa con una mano, dejándola caer al piso.
—¡Deja ya de llorar, maldita sea! Estás actuando como si nunca hubieras hecho esto.
—No me obligues… yo te quiero, pero…
—¡Cállate! —La golpeó en el rostro, lastimandola con el revólver.
—¡Eres una basura! —Le escupió en la cara, y trató de huir, pero Neal la asió por el pelo, y la tiró contra el sofá.
Se subió sobre ella, besándole los hombros y el pecho, mientras sostenía la pistola contra su oreja.
—Ese olor… —Aspiró en su cuello-. Ese olor tan divino…
Rasgó con rapidez las medias de Keira, y subió su falda, dejando expuesta su ropa interior. Luego pasó a deshacerse el cinturón, y bajarse los pantalones y la ropa interior hasta las rodillas.
—Por favor, no me tomes a la fuerza… —Suplicó ella llorando.
—Yo sé que esto es lo que has estado deseando desde hace mucho tiempo… Un hombre de verdad…
Lo sintió áspero al deslizarse dentro de ella. Con cada embestida de Neal sentía su dignidad y valor escaparse. La vista se le nubló con las lágrimas, y todo se escuchaba lejos, irreal, como en otra dimensión. Se dio cuenta de que aquel hombre que ella tanto había amado no existía ya, y nunca podría volver a ser.
Sintió a Neal correrse en su interior, llenándola otra vez de una sensación de asco. Se dejó caer lentamente sobre ella. Su cara contra su cuello.
—Lárgate… —Susurró, antes de plantarle un beso húmedo en el cuello-. Lárgate, perra maldita…
Keira se levantó tan rápido como pudo quitarse el cuerpo de Neal de encima. Buscó uno de sus tacones, su blusa y su abrigo, y se encaminó a la puerta.
—Una cosa más, Keira… —Neal le dijo desde donde lo había dejado en el sofá.
Ella se detuvo pero no sé dio la vuelta, podía escuchar su corazón palpitar dentro de sí.
—Esto fue solo una probadita del paraíso que te espera a mi lado, —rió sin ganas-. Voy a dejar que vuelvas con el poco hombre de tu esposo ahora… disfrútalo...porque no te va a durar toda la vida.
Ella tomó el pomo de la puerta, pero justo antes de empujarla el volvió a hablar.
—Voy a estar ahí, Keira… en todas partes, detrás de ti...siempre vigilante, aunque trates de esconderte.
Keira salió de la casa sin ponerse el abrigo o la blusa, y la brisa fría de otoño golpeó su pecho sin compasión, pero no le importó. Subió a su auto, lo echó a andar, y no fue hasta que estuvo alejada unas cuantas millas que todos los sentimientos comenzaron a aflorar: dolor, impotencia, asco, vergüenza, frío, vulnerabilidad...miedo.
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Disimula. (En Proceso de Edición)
RomanceNicholas van der Voort Keira Auguste Los declaro: marido y mujer.