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—¡Shhh!

El sonido era casi imperceptible, pero podían escucharlo.

—¡Por aquí! ¡Por aquí! —Gritó el rescatista, caminando hacia el sonido.

_____

En el baño del avión, Keira descubrió un leve rastro de sangre en su ropa interior. No había guardado reposo como le ordenó el médico, y ahí estaban las consecuencias.

Michael estaba tecleando su portátil cuando volvió a la fila de asientos que compartían.

—¿Cuánto falta? —Preguntó al sentarse junto a él.

—Algunas cinco horas. Apenas vamos por mitad de camino.

—¿Qué crees que suceda en este tiempo que estamos incomunicados?

—Espero que solo cosas buenas.

_____

Los rescatistas, guiados por el sonido, habían dado con Nicholas debajo de los escombros.

—Te vamos a sacar, tranquilo. —Uno de los rescatistas, una mujer, le habló por una hendidura entre los escombros.

Nicholas no dijo nada, continuaba golpeando débilmente contra el metal.

—¿Cómo te llamas? —Preguntó la mujer, con el fin de entretenerlo, mientras los demás trabajaban.

Ya había descansado de hacer ruido, pero le costaba hablar, no lo había hecho en mucho tiempo, pero no estaba seguro de cuánto. ¿Cuál era su nombre? ¿Dónde diablos estaba? ¿Por qué no podía razonar?

—N... N.... Nicholas van... der Voort.

La mujer palideció, pero obviamente Nicholas no pudo verlo.

Los paramédicos se alistaron mientras los rescatistas trabajaban. La mujer seguía hablándole pero Nicholas cada vez usaba menos palabras. Más reporteros habían llegado al lugar, en busca de una noticia sobre un nuevo rescate.

Se tardaron más de una hora en retirar lentamente los escombros que cubrían a Nicholas, evitando así lastimarlo.

Cuando por fin lo descubrieron en su totalidad, se acercaron los paramédicos. Le colocaron un collarín para estabilizar su cabeza, una mascarilla de oxígeno, y estabilizaron una de sus piernas que a simple vista, estaba herida. Luego lo llevaron a la ambulancia, y directo al hospital, todo mientras los reporteros buscaban una historia de primera plana.

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Nicholas abrió los ojos y exploró sus alrededores con la mirada. Otra vez no podía moverse, pero ahora no había nada que se lo impidiera.

Traía una cánula nasal y un intravenoso en el brazo izquierdo. Tenía el brazo derecho inmovilizado por un cabestrillo, y la pierna del mismo lado enyesada y elevada. En la mesilla junto a él notó un pequeño contenedor de plástico con pequeños trozos de hielo que comenzaban a derretirse.

Escuchó voces, y divisó al fondo de la pequeña habitación a Emiel, que conversaba con otro hombre un tanto más joven.

Nicholas se dio cuenta entonces del dolor que le recorría todo el cuerpo, comenzando por su cabeza, y terminando en los dedos de los pies.

En ese momento, Emiel se giró hacia él, y al darse cuenta de que estaba despierto se acercó a la cama.

Hallo. —Le dijo con voz fuerte al pie de la cama.

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora