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Claro. ¿Acaso tenía algo que perder?

Ella sonrió. —Intentémoslo.

Nicholas se estaba poniendo de pies cuando tocaron a la puerta.

—Adelante. —Dijo.

—Lamento interrumpir, señor. —Era Jackie-. Necesito que apruebe la compra del nuevo avión privado para que pueda estar listo para volar el jueves.

—¿No podía encargarse Jones? —Preguntó, tomando la carpeta de las manos de Jackie.

—Su firma no puede ser procesada por la oficina en Texas aun.

—Jackie, no quiero que nada salga mal el jueves. El viaje no puede retrasarse.

—Haré todo lo que esté en mis manos, no se preocupe.

—Tendré todo firmado para luego del almuerzo.

Con un movimiento de cabeza y una sonrisa, Jackie salió de la oficina.

—Voy a viajar a Chile el jueves. —Le comentó a Keira mientras dejaba sobre el escritorio la carpeta.

La noticia le causó agruras en el estómago. ¿Por qué?

—No están marchando bien las cosas en nuestras oficinas allá.

—¿Cuándo regresas?

—No lo tengo decidido aún, pero espero que a más tardar el domingo pueda estar en camino. —Fue a sentarse junto a ella.

—Nicholas...

El no le permitió hablar más. La besó, lenta y delicadamente, acariciándole la mejilla con el pulgar.

Un sonido los interrumpió. Era el móvil de Nicholas, se encontraba en uno de los cajones del escritorio.

—Es tu madre. —Dijo antes de llevárselo a la oreja.

Solo entonces Keira se dio cuenta de que no traía su bolso, y tampoco su móvil. Debió haberlos olvidado en el auto. Seguramente su madre había estado llamándola.

—¿Keira?... ¿Keira?

Nicholas había estado hablándole, pero ella estaba encerrada en su ensueño.

—Lo siento... ¿Dijiste algo?

—Tu madre estaba preocupada por ti. Le dije que te llevaría a casa luego de que almorzáramos.

—De acuerdo. —Keira dejó el libro sobre la mesa de centro, y se puso de pie.

De inmediato, se llevó las manos al bajo vientre, y su cara se arrugó por el dolor.

—¿Qué pasa? —Nicholas le preguntó, tomándola por los hombros.

—Me duele mucho acá. —Respondió, apretándose el bajo vientre.

Nicholas la empujó delicadamente de vuelta al sofá, y se sentó a su lado. —¿Quieres que llame al médico?

—No es para tanto. —Keira le dijo, con los ojos cerrados-. Creo que no he reposado lo suficiente hoy. Se supone que esté en cama.

—Entonces te llevo a la casa de inmediato.

Keira abrió los ojos. —Pero... se supone que comeríamos juntos.

—Tranquila.

_____

Nicholas le había pedido a Jackson que los llevara a casa. Los Auguste no estaban. En el camino, Nicholas le había dado el recado de su madre: decidieron seguir su consejo, y salir a pasear los cuatro por la ciudad. Seguro que Rita estaba maravillada. En ese momento, Keira deseó haber podido acompañarlos.

Mientras Nicholas se encerraba en su estudio, Yuko la ayudó a ponerse algo más cómodo, a meterse bajo las sábanas, y también le dio sus medicinas. Estaba tecleando su celular cuando su esposo entró en la habitación con una bandeja en manos, traía almuerzo para dos.

—¿Y esto? —Preguntó.

—Acordamos comer juntos hoy.

Ella sonrió a medias. ¿Quién era este hombre tan diferente a aquel con que se casó? ¿Por qué de repente se había empeñado en conquistarla?

Luego de que Nicholas le acomodara las almohadas para que pudiera sentarse en la cama, comieron. Mientras disfrutaban del almuerzo, hablaron del trabajo. Ella le contó lo que hacía y como lo disfrutaba. Él le contó sobre la causa de su próximo viaje, y los resultados que esperaba.

Keira no sé atrevió a tocar temas personales. Tenía miedo. No quería darle ideas a Nicholas, ni traer a Neal a su mente cuando la estaba pasando bien con el hombre a su lado. Llegó incluso a pensar que podían ser amigos.

Habían terminado de comer hace unos minutos cuando tocaron a la puerta de la habitación.

—Adelante. —Dijo Nicholas.

—Vine por la bandeja. —Dijo Yuko-. Y traje las medicinas que debe tomar después de la comida.

—Gracias, Yuko.

_____

Un único rayo de sol entraba por el ventanal de la habitación cuando Keira abrió los ojos. El otoño estaba comenzando y ya no era tan fuerte. Se había quedado dormida después de tomar la medicina, y Nicholas también. Su cabeza descansaba sobre el pecho de ella, y uno de sus brazos sobre su vientre. No traía medias, y ella sonrió al verle los pies desnudos.

Sin moverse mucho, para no despertarlo, alcanzó su móvil en la mesa junto a ella. Eran casi las cuatro. Habían dormido por más de tres horas. Estaba segura de que Nicholas no estaría feliz de pasar todo ese tiempo fuera de la oficina.

—Nicholas. —Llamó-. Despierta...

Él se movió ligeramente, pero su respiración sonaba igual de profunda.

—Nicholas... —Volvió a llamar. Esta vez lo sacudió débilmente por el brazo, y el despertó.

La miró antes de abrir la boca. Los ojos azules lucían más claros que de costumbre.

—Lo siento... —Dijo después de aclararse la garganta.

—No pasa nada. Solo pensé que querrías estar en la oficina. Cómo me dijiste que están pasando tantas cosas...

Él le dedicó una mirada un tanto alarmada. —¿Qué hora es?

—Van a ser las cuatro...

—Sí... —Se echó con una mano el pelo hacia atrás-. Tengo mucho por hacer.

Nicholas hizo intento de levantarse, pero Keira lo tomó de la mano, impidiéndoselo.

—Nicholas...

Él la miró, expectante.

Keira se arrepintió de lo que dijo tan pronto como escuchó sus propias palabras, pero ya era muy tarde.

—Bésame...

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora