—Gracias, mi cielo. —Se levantó, ayudando a Keira a hacer lo mismo-. Te amo.
Neal la besó. Había anhelado tanto el momento de volver a sentirlo tan suyo. Lo envolvió con sus brazos, dejándose llevar, pero luego recordó que si iban a comenzar de nuevo, ella debía ser honesta.
—¿Qué sucede? —Él le preguntó cuando ella se separó.
—Hay algo que tienes que saber.
—Te escucho.
—Cuando sufrí el accidente yo... estaba embarazada. Perdí al bebé.
La cara de Neal se descompuso, sin que él pudiera evitarlo. —¿Era...?
—Por supuesto. —Ella no lo dejó terminar, sabía a lo que se refería.
—Keira... eso pudo haber cambiado todo para nosotros.
Ella movió la cabeza en negación. —Fue lo mejor. Yo no hubiese sido capaz de traer a un niño a esta situación en la que vivimos.
—Sí, es un poco complicada.
—Un poco...
Pasaron juntos el resto de la mañana y parte de la tarde. Keira se sentía renacer. Hablaron de los planes para su nueva casa, su hogar, porque es lo que sería. Tomaron una siesta, se amaron hasta donde se les permitió, recordando que Keira aún no tenía el visto bueno del médico.
____
—Hasta que llegas.
Verena se encontraba de brazos cruzados en el recibidor cuando Keira llegó. Aún así la sonrisa de su rostro no se borró.
—¿Por qué estás sonriendo tanto?
—¿Qué es lo que sucede, Verena?
—¿No estás lo suficientemente bien para ir al cine con Rita, pero te pasaste todo el día fuera?
—¿Para eso me esperabas?
Verena resopló. —No.
—¿Entonces?
—Nos vamos mañana.
Con eso, la sonrisa de Keira terminó de esfumarse. Recordó la conversación que había tenido con su madre en la mañana.
—Sí, mamá me contó.
—Quiere que reserve todos los pasajes en clase comercial.
Keira no dijo nada, pensando que su hermana no había terminado.
—¡Clase comercial, Keira!
—¿Cuál es el problema?
—¡No quiero viajar por más de cinco horas en clase comercial, Keira! Vamos a ir todos apretados y apesta. ¡Tienes que hacer algo!
—Verena... ¿Te estás escuchando?
—Keira, no tenemos nada... Tú te vas a quedar aquí en este palacio, mientras que Rita y yo vamos a volver a ese infierno que ahora es nuestra realidad. Perdimos la casa en la que crecimos, Rita va a escuela pública, y yo no pude terminar mi carrera...
—Eso es porque te tardaste años de fiesta, y decidiste estudiar cuando ya no sé podía.
—¡Ese no es el punto! Puedes hacer algo por nosotros y te vas a quedar de brazos cruzados.
—Entonces quieres pasajes en primera clase...
—Es lo menos que puedes hacer, Keira.
Keira tragó saliva. —Veré que puedo hacer.
_____
Y no era mucho lo que podía hacer. Sentada en la cama con su portátil en el regazo se dio cuenta de que no podría cumplir los deseos de su hermana, a menos que decidiera gastar los ahorros de toda una vida. Cada boleto en primera clase a Santa Lucía costaba un poco más de dos mil dólares. No podía permitírselo. Pero su hermana tenía razón, ellos habían perdido todo lo que tuvieron alguna vez. Rita se merecía aquello y mucho más, su madre también.
Nicholas entró en la habitación cuando ella aún estaba buscando la mejor solución.
—Hola. —Se inclinó hacia ella y la besó brevemente. Sus besos otra vez le sabían a culpa después de haber pasado el día con Neal.
—Trabajaste hasta tarde hoy. —Comentó, mirándolo.
—Sí, Michael y yo estamos preparando lo del viaje a Chile.
Nunca se imaginó que iba a decir lo siguiente, pero tal vez era una señal. —Nicholas, ¿Te puedo pedir un favor?
—Por supuesto. —Le dijo, desanudándose la corbata-. ¿Está todo bien?
—Sí, es solo que... mi familia se va mañana y... escuché que tienes un avión privado. ¿Hay alguna manera de que pueda llevarlos a Santa Lucía?
—Bueno, es de la compañía. —La corrigió-. El que teníamos ya no es seguro para viajar, así que estamos en proceso de comprar otro que no estará lista hasta pasado mañana cuando nos lleve a Chile. ¿No pueden esperar algo más de tiempo hasta que regrese?
—No, tranquilo. —Rio-. Verena quería viajar más cómoda pero no se va a poder.
—¿Por qué no?
—Si vieras el precio de los boletos, creerías que van directo a la luna. ¿Me alcanzas mi bolso por favor?
Nicholas sacó de su bolsillo trasero su billetera, y de ella una tarjeta de crédito y se la extendió.
—¿Qué haces? —Ella le preguntó asombrada.
—Compra los boletos en primera clase.
—No, Nicholas. ¿Estás loco? No lo dije por eso...
—Lo sé. Tómala. —Insistió.
—Qué no. Es casi diez mil dólares. Es una exageración.
Nicholas suspiró. —¿Tienes idea de la cantidad de dinero que gano en un año?
Ella negó con la cabeza.
—Veinte millones de dólares. Cuatro boletos en primera clase no me hace la diferencia.
—Pero es tu dinero, Nicholas...
—Y tú eres mi esposa.
—Solo en papel.
—Porque así lo deseas tu.
—Nicholas...
Se había quitado la camisa cuando se sentó al borde de la cama con las manos juntas. —Quiero proponerte algo.
—Te escucho.
—Mañana estaré todo el día fuera y el jueves me voy muy temprano... mientras esté fuera del país, quiero que consideres ser mi mujer.
Keira suspiró y abrió la boca para decir algo pero él la interrumpió.
—No me desagradó del todo la proposición de Emiel de casarme contigo. Eres una mujer inteligente, increíblemente atractiva, según todo el que nos conoce, hacemos buena pareja. Estoy harto de ir de cama en cama, de mujer en mujer. Quiero estabilidad, y pienso que tú puedes dármela. A cambio, puedo ofrecerte apoyo incondicional, compañía, a mi lado no te faltará nunca nada...
—Yo no t...
—Sé que no me amas. —Bufó-. Yo tampoco te amo a ti. De hecho, dejé de interesarme por esas cursilerías desde muy joven. Tal vez aún no lo sepas, Keira, pero ese dichoso amor del que todos hablan no es lo más importante para que una relación funcione.
Keira tragó saliva.
—No quiero una respuesta ahora. De hecho, no quiero una respuesta. Si cuando regrese, tus cosas ya no están en esta habitación, recibiré el mensaje. No sé tocará más el tema, y en un tiempo prudente al acuerdo, nos divorciaremos y podrás seguir adelante con tu vida como más te parezca.
Sin decir más, Nicholas se levantó y se fue al baño, cerrando la puerta tras si.
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Disimula. (En Proceso de Edición)
RomanceNicholas van der Voort Keira Auguste Los declaro: marido y mujer.