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—Te aseguro que no le interesa.

—No le importará, querido. Pero tiene una reputación que mantener.

—¿Y crees que le creerán a una prostituta desobligada, o a mí?

—¿Cómo me llamaste?

Nicholas se levantó, y la enfrentó. —Escúchame bien, Amber. —La tomó por el pelo-. Las cosas entre nosotros siempre se dan cuando yo las quiero, y no van a cambiar ahora.

—¡Me estás lastimando! —Logro zafarse-. ¡Eres un salvaje!

—¿Entonces por qué diablos estás aquí rogándome?

—¡No estoy rogándote!

—¿Qué es lo que estás haciendo? Porque...es lo que parece.

—¡Simplemente no puedes dejarme de la nada!

—Me echaste del departamento. ¿Que querías?

—Que lucharas por mí...

Nicholas bufó. —No eres tan especial, cariño.

Amber arrugó la cara. —Eres un perro.

—¿Qué te puedo decir? Te advertí que esto no sería nada serio, y que me marcharía cuando se me viniera en gana.

*

—Keira... —Janine entró a la oficina a medio día.

—Sí... —La joven levantó la vista de unos documentos que revisaba-. ¿Necesitas algo?

Janine dudó. —Voy a tomar mi almuerzo ahora... ¿No vienes?

—No, no.... necesito estos aprobados antes de las seis, y estoy un poco retrasada.

—¿Quieres que me quede a ayudarte?

—No hace falta, yo puedo encargarme sola.

¿Segura?

Keira sonrió. —Segura.

—Deberías ya tomar unos días para que Nicholas y tú puedan por fin irse de vacaciones. Que me imagino que consumar su matrimonio en la noche de bodas en un colchón en el departamento en Nueva York no ha de haber sido lo mismo que en St. Barts.

—Janine, a fin de cuentas, es lo mismo donde sea.

—No suenas muy entusiasmada. ¿Es que acaso no es bueno donde importa? —Soltó una risilla inocente, pero luego volvió a la seriedad, al darse cuenta de lo grave que sería estar atada a mal sexo de por vida.

—Es bueno, ¿de acuerdo? No me gusta hablar de esas cosas. —Se puso nerviosa. Se imaginó una vez más en la cama con Nicholas.

—Pensé que llevábamos una relación más allá de empleada y jefa.

—La llevamos, Janine. ¿Pero qué quieres que te diga?

—Bueno... —Janine sonrió, y se dio la vuelta para irse, pero volvió de inmediato-. ¿Quieres algo de comer?

—Gracias, no.

—De acuerdo, te veo al rato.

Una vez que Janine se hubo ido, Keira se desplomó sobre su escritorio. Ahora no podía sacar de su mente aquellas imágenes en las que aparecía Nicholas. Su cuerpo desnudo... bueno, el que podía imaginar, ya que nunca lo había visto.

—No puedo más con esto, por Dios...

Luego de un rato más de pre-aprobar campañas publicitarias, y desechar desastres, se levantó con rumbo al baño. Estaba casi segura de que se trataba de su regla, luego de buscar en su bolso por un tampón y no encontrarlo, se hizo de una moneda, y se fue.

La introdujo en el dispensador del baño, y entró en una de las casillas. Se sentó en el váter, y se dio cuenta de que estaba errada, una vez más, al igual que el día anterior, y el día anterior a ese. De repente, pánico invadió todo su cuerpo, nunca en su vida había tenido un atraso.

—Mierda... —Masculló, con piernas temblorosas. Embarazarse ahora sería un estúpido, estúpido error.

Su mente la llevó a la última vez que estuvo con Neal. Fue aproximadamente hace unas semanas, no, un mes. Hace aproximadamente un mes. Había usado preservativo, y ella aún traía su IUD, no había manera de que aquel aparatito le fallara. Seguro que no había nada de qué preocuparse.

Descargó la taza luego de levantarse, se planchó la falda frente al espejo, y luego se dispuso a lavarse las manos. Casi no reconoce el reflejo de su rostro. Lucía preocupada, ajena a sí misma.

—Todo estará bien... —Susurró para sí, seguido de un suspiro.

*

Janine ya se había ido. Estaba justo recogiendo las últimas cosas en su escritorio para hacer lo mismo, eran pasadas las cinco.

Dos toques a la puerta, y esta se abrió, dando paso a una fuerte pelirroja vestida con una túnica de colores.

—Preciosa... —La mujer sonrió. Su olor a cigarrillo inundó la oficina-. Veo que ya te vas.

—Sí... —Le dedicó una débil sonrisa-. Pensé que ya se había ido usted también.

—Iba de camino, pero antes quise venir a preguntarte cómo va el matrimonio.

Keira suspiró internamente. —Va bien, de maravilla.

—Estuve hablando con Janine esta mañana, y me dijo que no piensas aún irte de luna de miel.

—No, es que... —Se aclaró la garganta-. Nicholas tiene muchísimo trabajo, y yo también. No es un buen momento para luna de miel, pero no nos hace falta.

La mujer hizo un gesto de incredulidad. —¿No tienes ganas de estar a solas con ese guapetón que te ligaste?

Keira soltó una risilla falsa. —Estamos solos en casa, es prácticamente igual.

—Dime una cosa... ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en Santa Lucía?

—Hace unos años estuve visitando a mis abuelos... dos o tres.

—¿No te gustaría volver? ¿Llevar a Nicholas con ellos? Sé que no pudieron venir a la boda...

—Pues sí, pero...

—Me gustaría regalarles el viaje. Como obsequio atrasado de bodas.

—No, no, no hace falta Victoria, de verdad. Con la donación que hiciste a las víctimas del tsunami fue más que suficiente.

—Vamos, que sé que tienen suficiente dinero para ese viaje y más, pero eres mi empleada estrella, quiero que estés feliz.

Keira ahora dejó escapar una auténtica sonrisa. —Estoy feliz, de verdad. Nicholas y yo no necesitamos irnos de aquí para estarlo.

Era increíble. Antes no toleraba mentir, era la peor en ello. Pero luego de aquella farsa en la que vivía, las mentiras se habían convertido en su pan de cada día. 

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora