Le tomó a Nicholas unos minutos salir de su frustración. Se levantó, encendió la luz, y buscó la camisa que antes traía puesta. Un toque a la puerta lo interrumpió.
—... Adelante... —Dijo.
Era Verena. Traía una bandeja con un plato de comida, y un vaso con lo que presumió era jugo.
—Vi que Keira ya se fue y... creo que no te trajo nada de comer...
Era cierto. Estaba muriendo de hambre, no había comido nada en todo el día.
—No debiste molestarte, Verena. Voy de salida.
—¿A dónde vas?
—Reservé un hotel para esta noche.
—No. Anda, come algo. Es todavía temprano, podemos salir a dar una vuelta.
—¿Tú y yo? —Alzó las cejas.
Verena rió. —No lo pongas así, no soy tan mala compañía. Además... ¿No quieres conocer la ciudad? Esta casa no le hace justicia.
—¿Qué tienes ahí? —Preguntó acerca del plato.
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Comió en compañía de Verena, y una vez que hubo terminado, vio la hora en su reloj de muñeca, faltaban veinte minutos para las once.
—Entonces... ¿A dónde me vas a llevar?
—¿Te gusta bailar? —Verena le preguntó.
—La verdad es que no. —Admitió.
—Entonces... creo que tengo el lugar perfecto para ti. —Lo tomó de la mano, sacándolo de la habitación.
La sala estaba a oscuras. Verena tomó su bolso que se encontraba sobre uno de los sofás, y salieron de la casa.
—¿No vamos en auto? —Le preguntó al ver que no se dirigía a la camioneta.
—No, la noche está sensacional para caminar.
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Keira no la estaba pasando bien con sus amigas. Le tomó todo el día descubrir que en realidad ya no tenían tantas cosas en común como antes. Estaban todas borrachas, la noche apenas comenzaba, y ella no podía parar de pensar en Nicholas. ¿Había hecho bien dejándolo enfermo, cuando él había planeado ese viaje para los dos?
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Cuando llegaron a la playa después de varios minutos de caminar, Verena se sentó sobre un tronco viejo.
—¿Qué te parece? —Le preguntó a Nicholas, quien se había quedado de pie a unos centímetros de ella.
Las hojas en las palmeras se movían lentamente con la brisa, al igual que el agua del mar. Nicholas se sorprendió a sí mismo anhelando tener en su interior la paz de la que era testigo en ese momento.
—Es un paisaje maravilloso... —Dijo casi en un murmullo.
—Apuesto a que no tienen playas así en Ámsterdam... ¿Cierto?
—No.... No así.
—Nicholas... ¿Qué es lo que te une a mi hermana?
Él miró hacia abajo, buscando sus ojos. —¿A qué te refieres?
—¿Qué es lo que tienen en común?
Él no contestó. En ese momento no lo sabía. Estaba increíblemente enojado con Keira por haberlo llamado egoísta cuando él había planeado todo aquello solo para verla feliz. Tal vez esa era la razón por la que había aceptado salir con Verena. Sabía que su mujer iba a enfurecer.
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Disimula. (En Proceso de Edición)
Lãng mạnNicholas van der Voort Keira Auguste Los declaro: marido y mujer.