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Divorciarse. Honestamente no había vuelto a pensar en el divorcio como una opción después de que Nicholas sufrió aquel accidente. Quería cuidarlo, y asegurarse de que estuviera bien.

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—Señor... —Yuko entró en la habitación cargando una bandeja-. Le traje algo de cenar y sus pastillas.

—Me tomo las pastillas, pero no tengo hambre, Yuko. Gracias.

—Recuerde que no es recomendable tomarlas con el estómago vacío.

Él suspiró. Estaba harto del encierro, de las limitaciones, del dolor, de las pesadillas, de las inconveniencias, de la distancia con Keira.

—Gracias.

—Por cierto, señor, hace unos minutos estuvo aquí Victoria Lancaster.

Le sonaba aquel nombre, pero no podía recordar de donde.

—¿Lancaster?

—Sí. La jefa de la señora Keira en la revista.

Victoria. Victoria Lancaster. La misma con quien Keira le había dicho que cenaría esa noche. Su primera reacción fue de preocupación.

—¿Sabes a que vino?

—Sí. Dejó unos documentos para ella. Dijo que saldría de viaje esta noche, y que ella los necesitaría mañana en la oficina. Iba directo al aeropuerto, por eso no subió a saludarlo.

La mirada de Nicholas se oscureció de inmediato. Keira le había mentido. Se imaginaba la razón, pero no podía estar seguro. Maldijo en su interior una vez más el estado en que se encontraba.

—Yuko... Dame las muletas.

Ella las tomó. Estaban apoyadas de la pared, a unos centímetros de la cama. Nicholas bajó con cuidado su pierna de la cama, y luego se apoyó de las muletas para levantarse.

—¿Necesita algo, señor? —Yuko preguntó.

—Trae por favor una botella de whisky.

—Pero... Usted no debe tomar. Los medicamentos son muy fuertes y...

—¿No me escuchaste? Obedéceme en este instante, a menos que estés dispuesta a comenzar a recoger tus cosas y largarte.

—Sí, señor.

Yuko bajó las escaleras de prisa. Necesitaba conservar su trabajo, pero quería a los van der Voort, y no deseaba que nada malo pasara. Solo había una persona que podía detener a su jefe.

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El móvil de Keira la interrumpió a punto de alcanzar el clímax por segunda vez aquella noche, con Neal entre sus piernas.

—Debo contestar... —Ella se incorporó de resorte, cubriéndose el torso desnudo con la sábana.

El asomó la cabeza por debajo de la sábana, descubriendola otra vez. —No...

—Puede ser una emergencia. —Dijo, tomando el aparato de la mesa junto a ella.

Neal a su vez se levantó de la cama, y se encaminó al baño.

Cuando Keira terminó la llamada, se envolvió en la sábana, y fue al baño tras Neal. Estaba apoyado en sus manos, inclinado frente al lavabo.

—¿Estás enojado? —Le preguntó, amarrándose a su cintura, descansando su mejilla contra la piel cálida de la espalda de Neal.

El se tomó unos segundos para responder. —No...

—Que bueno, porque debo irme ya... —Dijo después de besar su espalda.

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora