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No se había dado cuenta de lo abrumada que estaba hasta que sintió el sabor salado de sus lágrimas, y vio el rostro ligeramente descompuesto de Jackson. ¿Cuánto tiempo había estado parada allí frente al auto, envuelta en sus pensamientos?

—¿Se siente bien, señora? —Preguntó el chofer al fin.

Keira tragó saliva, y asintió. —Llévame con Nicholas, por favor.

Solo cuando esa última palabra salió de su boca, rozando sus labios, entendió lo que había dicho.

—Por supuesto que sí. —Jackson abrió una de las puertas traseras del vehículo, y luego le cedió el paso con una reverencia casi innotable.

Estaba aún a tiempo de pedirle que la llevara a casa. Pero por razones desconocidas para ella misma, no lo hizo.

_____

Se encontró en una recepción que le recordaba el salón de su penthouse. Su penthouse. Rio para sus adentros. Nada podía estar más lejos de la realidad. Jackson otra vez había insistido en acompañarla y esta vez ella había accedido. No sabía a qué iba a enfrentarse en ese lugar.

—¿Puedo ayudarla en algo? —Preguntó la recepcionista antes de que Keira pudiera abrir la boca.

—Necesito ver a Nicholas van der Voort.

La recepcionista sonrió, tal vez con un poco de condescendencia, mientras la recorría con la mirada.

Keira se sintió vulnerable e invadida de repente. Tal vez debió pensar mejor en lo que traía puesto antes de atreverse a visitar las oficinas de su esposo. Lucía completamente informal y un tanto descuidada. ¿Qué iban a pensar de ella? Ninguna de las decenas de personas que habían pasado a su lado traían un solo pelo fuera de lugar.

—¿Tiene cita? —Preguntó la recepcionista, aunque ya sabía la respuesta. Era una mujer de mediana edad que denotaba experiencia. Seguramente llevaba trabajando allí la mitad de su vida.

—No. —Respondió tímida.

—Lo siento, pero el señor van der Voort no va a recibirla si no tiene una cita.

—Es su esposa. —Dijo Jackson, quien hasta ahora se había mantenido apartado, a unos pies de distancia.

—¿Perdón? —Preguntó la mujer confundida, con la sonrisa aun plasmada en el rostro.

—Esta es Keira van der Voort.Vino a ver a su esposo.

—Disculpe, no sabía. En este momento voy a marcarle a su secretaria para ver si está disponible.

—Creo que la señora preferiría subir inmediatamente. Está en un delicado estado de salud, y no puede permanecer mucho tiempo de pie. Yo puedo acompañarla.

La recepcionista asintió. —Gracias, Jackson.

En el ascensor, Keira trataba de acomodarse el pelo frente al espejo. Se desenvolvía en el mundo de la moda, y hoy lucía como todo lo contrario.

—No creo que esto haya sido buena idea... —Pensó en voz alta.

—¿No se siente bien? —Jackson se atrevió a preguntar.

—Es solo que...no sé como Nicholas va a tomar esta interrupción a su trabajo.

—A mi no me molestaría. —Volvió a hablar.

Keira sonrió ante el comentario, a lo que las puertas del ascensor se abrieron. Acababan de parar en el piso 30 de un rascacielos de 38. Comenzaba a sentirse ansiosa.

Siguió a Jackson, a paso lento, hasta un escritorio detrás del cual se encontraba una rubia mucho más joven que la anterior. Reconoció su voz en cuanto la escuchó. Habían hablado antes por teléfono.

—¿Puedo ayudarte, Jackson? —Preguntó con una sonrisa sincera.

—Solo vine a mostarle a la señora van der Voort como llegar a la oficina de su esposo.

—Un gusto al fin tenerla en las oficinas, señora van der Voort.

Keira asintió. —Gracias.

—Desafortunadamente, el señor se encuentra en una reunión que surgió de último minuto, y a menos que se deba a un asunto de vida o muerte, no estoy autorizada a interrumpirle. Sin embargo, puedo llevarla a su oficina donde lo puede esperar cómodamente por el tiempo que sea necesario, sin ningún problema.

Jackie la encaminó hasta un par de pesadas puertas dobles. La oficina podía fácilmente compararse en tamaño con el salón del penthouse, o el departamento que compartía con otros tres estudiantes mientras estaba en la universidad.

Se imponía en la oficina un pesado escritorio de madera de rosa, detrás del cual se encontraba una pared recubierta por estantes de libros del mismo material. Sobre el escritorio descansaba un computador portátil a medio cerrar, dos banderas: Alemania y Países Bajos, varias carpetas con lo que suponía eran documentos de importancia, una lámpara, lápices y bolígrafos, y un calendario, entre otras cosas que no reconoció de inmediato.

En las paredes colgaba el logo del grupo financiero multinacional que presidía su esposo. Se encontró también con un mapa mundial en cristal, con un punto rojo en cada lugar del mundo donde suponía contaban con una sucursal. Lo demás eran mayormente fotografías a blanco y negro de paisajes que le era imposible reconocer a simple vista, pero que seguramente debían tener alguna importancia.

La oficina se convertía en una pequeña sala con muebles de cuero café, un bar, un armario, y otros estantes con más libros.

—¿Gusta algo de tomar mientras espera al señor? —Jackie le preguntó.

—Un vaso de agua estaría bien. —Pidió, porque hace rato que sentía los labios y la garganta secos.

De inmediato, Jackie sirvió un vaso de agua de la jarra de cristal que se encontraba en el bar en la pequeña sala.

—Gracias. —Dijo Keira al tomar el vaso.

—¿Se le ofrece algo más señora van der Voort?

Señora van der Voort. No se acostumbraba.

—No, gracias.

Una vez que estuvo sola, Keira se sentó en uno de los muebles. Ese era el lugar en el que probablemente Nicholas pasaba la mayor parte de su tiempo, y a ella no podía parecerle más desconocido.

_____

Habían pasado aproximadamente veinte minutos cuando Nicholas salió de la sala de juntas, seguido por Michael, y otros ejecutivos.

—Señor... —Jackie lo interrumpió-. En su oficina lo espera su esposa.

—¿Keira está aquí? —Preguntó luego de largos segundos de silencio.

—Sí, señor. Jackson la acompañó desde la recepción.

Nicholas asintió. —Michael, yo te busco más tarde.

Keira estaba hojeando un libro de tapa dura cuando Nicholas abrió la puerta de la oficina.

—Ya estás aquí. —Dijo ella, levantando la vista.

—Me sorprende que estés aquí. ¿Pasa algo?

—No... yo... No sé porqué vine.

—¿Qué dijo el médico? ¿Cómo estás?

No iba a decirle que su mundo se estaba viniendo abajo. Eso ni pensarlo. —Todo marcha bien. No podré trabajar hasta dentro de tres semanas, por lo menos.

Nicholas se acercó, sentándose en uno de los muebles frente a ella. —Keira, sobre lo que pasó anoche...

—No quiero hablar de eso. —Lo interrumpió-. Entiendo tu punto pero no necesariamente lo comparto.

El asintió, guardando silencio.

—Honestamente no sé que estoy haciendo aquí.

—He intentado compartir una comida a solas contigo en varias ocasiones ya. ¿Crees que hoy sea el día en el que por fin lo logre?

Disimula. (En Proceso de Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora