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Nicholas descansaba su cabeza sobre el abdomen de Keira, mientras trataban de recobrar el aliento.
—Wow... —Dijo ella con un hilo de voz.
Él se incorporó, y la miró a los ojos. Después la besó brevemente en los labios. —¿Qué?
—Eres... fue... —Se cubrió la cara con ambas manos, avergonzada.
Nicholas rió, y a ella, escuchar aquel sonido tan inusual, la invadieron llamas por todo el cuerpo.
—¿Fue qué? —Volvió a besarla.
Ella se incorporó también, ahora ambos sentados en la cama. —Nicholas.... Yo quiero sentirme así todos los días... Así como hoy.
—No veo porqué no.
—¿Tú de verdad crees que tú y yo podríamos hacer que esto funcione?
Él le besó la nariz y luego los labios. —Podemos.
Estaban aún enredados, como un solo cuerpo, cuando sonó la alarma de Nicholas, antes de las siete.
—No te levantes todavía... —Ella murmuró, tomándolo de un brazo.
Él le recorrió el cuerpo con la mirada. —Te ves... increíble... Pero tengo que ir a trabajar.
—Quédate un poquito más.... Por favor.
—Tú tienes que ir a la oficina también.
Keira resopló. —Diablos... Sí.
—Anda, levántate y acompáñame en la ducha.
Keira abrió los ojos y le sonrió. —Me convenciste... Ahí te veo.
Luego de que Nicholas se fue al baño y escuchó el agua de la ducha, tomó su móvil de la mesa de luz. Tenía mensajes y llamadas perdidas de Neal, quería responder pero ¿Qué iba a decirle? ¿Que acababa de vivir la noche más increíble con su esposo?
Salió de la cama, y sin vestirse se encaminó al baño. Nicholas estaba de espaldas a la puerta de cristal, dándole una vista completa de la musculosa espalda, las nalgas tonificadas, y las piernas trabajadas. Notó entonces un detalle que había olvidado de la noche anterior: en el costado izquierdo llevaba un tatuaje en posición horizontal del contorno de la ciudad de Ámsterdam en tinta negra.
Deslizó la puerta lentamente, entró en la ducha, y lo rodeó con los brazos. Nicholas se sobresaltó momentáneamente, pero luego se dio la vuelta.
—Está deliciosa el agua. —Susurró contra sus labios antes de besarlo.
—Estás deliciosa tú...
Tuvieron sexo otra vez, contra la pared de la ducha. Keira se permitió disfrutarlo, porque no estaba segura de cuánto duraría.
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—Vida, ¿Cenamos juntos? —Nicholas le preguntó mientras se hacía el nudo de la corbata.
Ella estaba maquillándose frente al espejo, vestía solo un albornoz de toalla. Se dio la vuelta y sonrió.
—¿Qué? —Nicholas la miró.
Keira se mordió el labio inferior. —Me encanta que me llames así.
—¿Vida?
Ella asintió.
—.... ¿Entonces? ¿Cenamos juntos?
—Cenamos juntos. —Lo besó.
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Disimula. (En Proceso de Edición)
Roman d'amourNicholas van der Voort Keira Auguste Los declaro: marido y mujer.