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Armada con un bolso que pesaba más de una tonelada, Nina se iba sin falta en el autobús de las 5: 30 a.m. se bajaba en el centro de la capital para abordar un segundo colectivo que la dejaba próxima al colegio donde estudiaba desde el preescolar.

No viajaba con conocidos ni con algún estudiante que usara el mismo uniforme, pero nunca se sintió fuera de su elemento ni se quejó por viajar tan lejos.

Ella era una más en la jungla de concreto, se mecía sobre sus ramas con la misma propiedad que lo haría una cosmopolita, se conocía cada rincón, cada iglesia, cada portal, cada negocio viejo o nuevo por toda la zona céntrica y sus adyacentes.

Viajar tan lejos era algo más que un capricho religioso: Nina nació católica y probablemente moriría católica.

Cada miembro de su familia se había educado bajo una orden religiosa, su hermano mayor había sido un franciscano, su hermana una somasca y a ella le tocó ser jesuita, pero como suele pasar en los países subdesarrollados dichos centros de enseñanza quedaban en el centro de la capital.

Tanto esfuerzo valía la pena, la calidad de la educación que recibía estaba por encima de cualquier institución de renombre.

***

—¡Prego se vá!

—Bueno, que alguien le diga adiós de mi parte —contestó Nina a Moira sin siquiera molestarse de despegar la vista un grueso libro que tenía en las manos

—Según mi fuente el tutor nuevo ha sido designado, comienza justo en abril

— ¡Felicidades! —dijo esperando que el tono sarcástico fuera lo suficiente necesario para que Moira no siguiera más con el tema, sacó de su bolso un tarro que contenía galletas y anticipando una mano intrusa se apresuró a cerrarlo de nuevo majando los dedos de Moira que emitió un sonido de dolor, Nina se limitó a levantar la mirada y Moira que conocía tan bien a su mejor amiga le contestó

—¡Ay está bien me las lavaré!

—Hum —murmuró siguiendo con su lectura

Al cabo de unos minutos el olor a alcohol le indicó que las manos de Moira ya estaban limpias, cogió una y se la comió satisfecha, no había terminado de tragar cuando ya estaba hablando de nuevo

—Solo espero que al menos el nuevo tutor sea sexi

—¿Alguna vez piensas en algo más que no sean hombres?

—Es normal, lo que no es normal es que estés enamorada de los libros

—Se llama leer y también para eso sirven los ojos no solo para andar en busca de hombres —increpó severamente Nina

—¡Frígida! —respondió Moira sacándole la lengua

—Ya cállate sino quieres que te haga regresarme la galleta —dijo Nina con la misma calma en la voz, un tono que a veces asustaba más que los gritos

—¿Llegará el día en que ustedes dos se declaren ese amor que se tienen o piensan graduarse agarradas de las mechas? —replicó una voz masculina que tenía por costumbre aparecer de la nada y cuando menos lo esperaban.

Las señoritas volvieron la cabeza y fulminaron con la mirada a Javier Bloise, el mejor amigo de ambas que cada vez que las veía reñir intentaba apaciguarlas diciéndoles que su relación amor-odio era debido a que se tenían sentimientos mutuos.

—¡Que no somos lesbianas! —le reclamó algo colérica Moira

—Entonces dejen de pelearse, porque sino le daré rienda suelta a mi imaginación y saldré corriendo al baño

—Deja de pensar en un trío, eso no va a pasar —sentenció Nina dejándolos boca abierta a los dos pues no esperaban esa respuesta

—¡Nina!, ¡Quién te ve! —contestó Moira

—¿Quién dice que los libros son aburridos? Se aprende demasiado por estos rumbos  —dijo dándole unas palmadas a la cubierta y con una mirada que definitivamente aquellos dos no esperaban se marchó.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora