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Nina obtuvo su primer par de lentes justo antes de cumplir los nueve años, su mamá se había esforzado por tenerla en control oftalmológico desde que aprendió a leer para descifrar si el gen Cassiani se había apoderado de los ojos de su hija menor.

A los nueve, luego de una serie de citas, la Dra. Candray decidió que Nina usaría lentes por un año - nada mas un año - para ver si se le corregía el astigmatismo.

Pasado el tiempo de regla, descubrieron que no había forma de corregirlo, el astigmatismo estaba ahí y seguiría ahí con Nina tal vez el resto de su vida.

Cada año, la graduación aumentaba y siguió aumentando hasta que un día el optometrista dijo:

—Señora su hija tiene astigmatismo y también miopía.

Desde ese día los lentes de Nina dejaron de ser un accesorio y se volvieron parte de su rostro: tenía un severo problema de enfoque, sin lentes a pocos metros de distancia no distinguía nada y las personas eran sólo siluetas con manchas de colores que no podía descifrar por más que entre cerrara los ojos.

Es por eso que la muerte prematura de ese par de lentes que correspondía a este año en curso y que apenas corría los primeros días de abril, significaba una gran pérdida para Nina Cassiani.

Aunque sabía que sus hermanos mayores iban a reponérselos – pues ellos siempre se los habían patrocinado – le daba rabia pensar que por una tontería los hubiera echado a perder a pocos meses de uso.

Luego de maldecirse internamente se apresuró a caminar por el pasillo, se abrió paso entre la muchedumbre enardecida y llego hasta las escaleras

—¿Adonde va Cassiani? —le preguntó una voz muy conocida

—Prego se me cayeron los lentes —contestó

—¿Hasta abajo?, ¡Imposible, no vas a hallarlos!.

—Al menos déjeme intentar rescatar algo —le reclamó Nina al tutor que le caía mal por petulante

—Como quieras —dijo el siempre mal humorado tutor y se hizo a un lado concediéndole con un ademán el "privilegio" de bajar.

Agarrada firmemente del pasamanos como si se tratara de una cuestión de vida o muerte, empezó a bajar despacito, contando los escalones que le faltaban para por fin llegar al primer piso.

Sabía de memoria que allí había un descanso largo y luego una última grada. Casi llegando a su objetivo Nina creyó ver a más tutores y al no saber con exactitud quienes eran se le ocurrió sonreírles y éstos le saludaron con la mano.

Nina correspondió el saludo cometiendo un gran error:

Se olvido donde terminaba de aquel bendito descanso y su pie dibujó una pirueta en el aire antes agarrar un impulso estrepitoso que a causa de las leyes de física y gravedad iba a dejarla con sangre en las rodillas, no sin antes dar un espectáculo digno de un video viral.

Nina se limitó a cerrar los ojos resignada al golpe que le esperaba, cuando sintió que casi tocaba el piso unos oportunos brazos la tomaron de la cintura y agarrándola como si fuera una muñeca frágil de estantería la colocaron con suavidad lejos de aquellas escaleras que por poco la dejaban en ridículo.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora