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—Así se rascan los osos —dijo Reuben Costa con una gran sonrisa a Nina Cassiani estando recostado sobre el marco de la puerta.

Había decidido subir de inmediato a la habitación luego de su incidente en el jardín y tenía ratos de ver a Nina usando su ingenio para salirse con la suya rascándose contra el respaldar de la camilla —Buenas tardes Doña Maho —saludó y cargando su mochila al hombro se dirigió al baño —Con su permiso, me urge una ducha.

—Puedo meter a Nina si quieres —dijo la Señora Cassiani escondiendo su rostro tras el ramo que aún tenía en sus manos y Reuben mejor cerró con doble llave el baño por si las dudas.

—¡Mamá!—gritó Nina

—Yo sólo quería echarle una manita a Rhú y mejor le echo la manota, ven Mercedes vamos a la capilla y luego a comer y después a visitar a los enfermos.

—¡Pero Doña Maho Nina no puede quedarse sola! —dijo Mercedes, suficiente había visto de los celos de Reuben con Darío horas atrás y al saber que él no tardaría en aparecer por esa misma puerta no quería ni imaginar lo que pasaría si se quedaba la pelirroja en medio de ambos.

—A ver Nuerita: ¿Nina está bien y estable?

—Si señora

—¡Entonces si algo le pica Reuben se lo puede rascar así que volvemos como a las cinco para ser más exactas!

—¡Mamá por el amor de Dios! —suplicó, pero su madre ya estaba doblando la esquina del pasillo con su nuera a rastras.

—¿De verdad se fueron? —preguntó Reuben desde la ducha bajando la intensidad del agua para escuchar.

—Si —contestó Nina con pena

—Ni que fuera la primera vez que estamos solos y ya voy a salir y no precisamente a rascarte así que deja de hacerlo.

—Huiré y me rascaré lo quiera

—Ajá con todo ese montón de cosas que tienes pegadas dudo que llegues a la puerta ni en una hora.

A Nina le dio mucha risa y se detuvo sólo porque le dolían las costillas y la sonda que tenía pegada se movía raro y le incomodaba, recordándole de nuevo su condición médica trayéndole a Darío Elba de regreso a su pensamiento y distrajo su tristeza por pocos minutos rascándose a su antojo antes de que Reuben saliera del baño.

—Perdóname por dejarte sola Nina, es la segunda vez que te fallo y que acabas en una camilla de Hospital —dijo Reuben al sentarse a su lado.

Llevaba horas queriendo disculparse porque se sentía responsable de las consecuencias de su enfermedad primaria —Si yo hubiera estado no tendrías neumonía ni eso otro que te tiene maniatada a ese tanque —dijo señalando la bomba de drenado.

—Otra vez la culpa es mía y sólo mía no tuya Reuben, ya no tengo trece años —y Nina pretendía decir más pero un enfermero entró a la habitación.

—Buenas tardes Señorita Cassiani, vengo a cambiar el tanque de drenado ¿Gusta quedarse y aprender a removerlo? —preguntó a Reuben

—Este ... yo ... —dijo Reuben pasándose la mano por el cabello porque ese tanque con ese líquido adentro lo tenía desconcertado desde que lo vio por primera vez.

—No se preocupe —contestó Nina entendiendo a la perfección a su amigo —Si me enseña a mí a removerlo no me enojo, yo te llamo cuando termine Rhú —le dijo sonriendo al panadero.

Y besando la mejilla de la pelirroja más comprensiva del mundo se encaminó a la puerta y luego de cerrarla se llevó las manos a la cara y haciéndose a un lado de la pared se deslizó dejándose caer al piso.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora