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Jueves = misa.

No hay forma que se pueda escapar de una misa a la semana en un colegio católico.

Había un horario rígido e inamovible, a la sección del 2-4 a la que pertenecía Nina le tocaba cada jueves y sin falta.

Pero antes de celebrar cada misa había que asistir al "Avivamiento en el espíritu" que consistía en una pequeña "charla/meditación" acompañada de cantos religiosos muy bien arreglados por los innovadores alumnos del coro, dirigidos por una no muy espiritual Moira Proust.

Habían hecho de todo por acabar con la monotonía de aquellos 45 minutos que parecían una eternidad.

Las profesoras de mayor edad ya se habían quejado de que aquellos arreglos escandalosos con guitarra eléctrica al "Gloria" eran un tanto blasfemos y sacrílegos pero no había eco en sus quejas porque la verdad es que nadie quería estar ahí preparándose para el aburrimiento y luego terminar cabeceando en las bancas de la capilla para que el Padre Estefan los despertara a punta de su ronca voz por el micrófono.

Los alumnos de los niveles superiores, como la 2-4, se les había asignado la segunda planta del pequeño auditorio en forma de media luna, ella junto a sus trece compañeras se sentaban en la tercera hilera del fondo y prefería las bancas de atrás que colindaban con la sección masculina de la 2-5 y así podía compartir un poco de buen humor y ocurrencias con Bloise, Mike Andrew y Marcelo Adler.

Pero este día en particular Nina no logró llegar a tiempo para ocupar el lugar de siempre y le tocó al frente de la hilera con la baranda como separación entre ella y la nada.

El ambiente estaba muy encendido: una dinámica que Moira ordenó por el micrófono hizo que las cosas se tornaran un poco descontroladas.

Los estudiantes disfrutaban al máximo sin importar que el propósito era hacerlos reflexionar y en una de tantas Nina salió disparada contra uno de los pilares golpeando muy fuerte la esquina superior izquierda de sus lentes, en la conmoción se los quitó para revisarlos

— ¡Pero mira que bien rayé el esmalte! – dijo en voz alta para sí misma y muy molesta por el daño causado. Tendía a ser muy exigente con sus propios errores

—La ventaja es que no pasó a más—añadió tratando de auto animarse

No había terminado la frase cuando un golpe que salió del hombro de Hooper en un intento por retomarla para seguir con la dinámica hizo que soltara los lentes, golpearan la baranda y a fin de cuentas cayeran hasta el primer piso.

Nina no podía creer lo que le había pasado —estoy salada —se decía mirando hacia abajo para ver si lograba ubicar el cadáver de sus tan necesarios lentes pero justo ahí recordó su triste realidad: la maldita realidad que la acompañaba hacía varios años ya

¡Pero y qué voy a ver desde aquí si soy miope!—

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora