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Niñas, las niñas son niñas y nunca dejarán de ser niñas.

El fin de semana largo Nina se lo había gastado muy rápido, básicamente en un abrir y cerrar de ojos.

El viernes había "ayudado" a su amigo en la panadería hasta el medio día. Rhú había quemado accidentalmente dos tandas de magdalenas y una más de cupcakes por andar correteando por todo el lugar a "Cabeza de Remolacha" quién terminó embarrada de harina hasta dentro de las orejas tras haber caído en un saco abierto por jugar "a que no me atrapas" y tal como era de esperar había perdido una vez más igual como que cada vez que jugaban ese dichoso juego.

Luego de almorzar lo que se podía rescatar de aquel pan quemado, había ido a su casa a sacarse la harina mediante un baño para desplazarse así después al centro de la capital a "cazar tesoros".

Ella era asidua a una tienda única y en peligro de extinción: "Gato Pardo y Perro Azul", por su giro comercial y con un nombre tan memorable esa era la tienda de libros de segunda mano a la que ella llamaba "segundo hogar" por pasar cada hora que pudiera desentrañando libros de libros de las abarrotadas libreras y estanterías combas que caracterizaban ese lugar.

Luego de una satisfactoria búsqueda venía de regreso a casa cargada con todos los libros usados que pudo comprar con lo que le restaba de su mesada y había pasado una vez más con la nariz pegada dentro de aquellas amarillentas y mágicas páginas desde que salió de la tienda, durante el trayecto para llegar a su casa y también hasta que el sol apareció de nuevo por su ventana a la mañana siguiente.

El sábado, una vez más, su infaltable maratón de películas se había llevado a cabo mientras cuidaba a su padre no sin antes hacerle un resumen de lo había hecho esa semana y de los libros que recién había leído. El domingo temprano hizo en un dos por tres las tareas del colegio y luego almorzó en familia con sus hermanos mayores, sobrinos y por supuesto Rhú que era siempre bienvenido cuando él quisiera en la casa de la familia Cassiani.

Esa era la rutina normal de Nina, no había mucho que variara en sus fines de semana, para cualquier otra adolescente de dieseis años eso podría ser lo más aburrido y monótono del mundo pero para ella eso era lo que conocía como "vida" más allá de las paredes del colegio y de la panadería.

El domingo a la noche había alistado su uniforme, lustrado sus zapatos e ido a la cama para despertarse fresca nuevamente para recibir el tercer lunes de abril que se encontraba casi a la vuelta de la esquina.

***

Muy temprano el coordinador ya les había comunicado a la sección de la 2-4 qué, el querido señor Emiliano Prego, otrora tutor de ellas, a partir de esa semana de ya no laboraba más para el colegio.

Por lo que ese lunes no tendrían tutoría, pero tampoco les daba permiso de retirarse temprano a casa. Ellas - que casi nunca tenían un rato a solas - suplicaron con la cara más santa que pudieron enseñar que las dejara bajo llave, que serían buenas y se dedicarían a repasar para los siguientes exámenes.

El Señor Director Ephraím Garita no era un aguado normalmente, pero ante tantas caras y ojitos bonitos con pestañas colochas:¿quién podría negarse?.

—Está bien señoritas, quedan bajo su propia tutela, pero cuidado, no se abusen, ¿eh?. Seguiré intentando localizar a su nuevo tutor, a lo mejor y logra llegar el día de hoy.

—No Director, prometemos ser buenas —escuchó Garita que sonrió extasiado por la alegría y sonrisas de aquellas quince hermosas nenas.

La puerta se cerró tras el Director, justo cuando las caras tiernas se tornaban en caritas pícaras y rebosantes de malicia.

Luego de un fin de semana largo había mucho de qué hablar entre ellas, pero Massiel Retana ya había sacado sobre su mesa la píldora que andaba desde hacía meses a escondidas y de contrabando, así que en vez de una charla ahora una cola de dispositivos USB'S en línea hacían fila para ser reproducidos.

—No entiendo porque no hemos hecho una lista de reproducción para estas ocasiones —alegaba Retana intentando memorizar cual era el orden para ponerlas.

—Sí, claro, como siempre tenemos tres horas solas —refunfuñó Rodas.

—Cassiani, no te pongas apretada. ¡Trae tu USB! —dijo Retana al notar que la de Nina faltaba.

—¡No! A Nina le gusta deshacerse los oídos con música vieja.

—¡Cállate Moira! —replicó la ofendida —eso a lo que vos le llamas música son solo aullidos y repeticiones de repeticiones.

—Para gustos los colores —las cortó en seco Braun.

—¡Atrápala! —dijo Nina lanzándole a Retana lo que le solicitaban —para que se eduquen.

—Prepárense para ponerse en modo retro emo —se burló Moira pero la risa no le duró mucho pues Braun la calló con una sola mirada.

La píldora comenzó a sonar y para sorpresa de todas la música no era la que acostumbraba a escuchar Nina, tan buena era aquella selección que muy pronto empezaron los cuerpos femeninos a soltarse.

La dueña de la USB con música tan animada estaba en una esquina, junto al ventanal de brazos cruzados y meneando la cabeza, ella no se permitía entrar en el desorden, es más, siempre le tocaba cuidar la puerta, pero la música era algo sin lo que ella no podría vivir y ésta recopilación siempre le prendía los ánimos cuando la escuchaba.

—¡Nina para DJ! —le dijo Moira animada por el buen ambiente que se había creado, no había nadie que estuviera en su silla sino que todas revoloteaban por el aula entera saltando, cantando, agarrándose unas a otras como parejas, tríos y otras apiñadas en una bola de saltitos.

—Que no me gusten tus gustos no significa que no conozca de buena música —le dijo a su amiga que la animaba a sacudir un poco el cuerpo, ella dijo no, como era de esperarse, pero entonces comenzó una de las canciones favoritas de Nina y sin tanto pensarlo y despegándose de la esquina comenzó a bailar, sus compañeras aplaudieron sus movimientos y la siguieron.

Que Nina bailara esa sumamente extraño y hasta desconocido, así que era mejor aprovechar el momento antes de que se acabara el mundo o despertaran de aquello que bien podría ser un sueño.

Moira la agarro de la mano y comenzó a bailar frente a ella, las dos lo hacían muy bien, además que sus bien formados cuerpos y el uniforme les ayudaba a resaltaros de manera sensual a tal grado que las hacia verse como esas chicas que salen en los vídeos musicales.

Esa canción fue la primera de varias que desataron el bullicio y el descontrol.

Las niñas son niñas y las niñas también se vuelven salvajes.

Del otro lado la 2-5 les deslizo un papel por la ventana continua:

"Nosotros queremos estar ahí y verlas bailar, pero ¿no creen que se les está pasando la mano?. Con ganas de entrarle a pachanga: Bloise".

Decía la hoja de cuaderno a rayas de los chicos de al lado, la advertencia venía porque Miss. Aldana había empezado a preguntarse de dónde era que salía música, pero los quince buenos chicos de la 2-5 trataron de cubrir el rastro de sonido haciendo un poco de desorden para desviar el oído de aquella estricta profesora que tenía cierta repulsión sin fundamentos por las niñas de la 2-4.

—Moira, hay que bajarle, ya viste la nota de Bloise —le dijo una preocupada Melania Braun —Cassiani, pon algo de orden por favor.

Pero para esos momentos  a Cassiani ya se le había metido la música hasta en la médula, tal y como lo hacía en su casa, a tal grado de que se había soltado la coleta que siempre la caracterizaba y su larga y roja melena era abatida sin pena dibujando una llamarada de fuego en el aire.

—Bueno si hoy si nos va a llover que nos llueva —sentenció Braun haciendo trizas la nota y usándola de confeti.

El pequeño caos llego a su cenit cuando empezó una canción que Nina no solo se sabía a pie de letra sino que cantaba a pulmón y bailaba con coreografía incluida, la rueda se centró en ella que con ademanes y jadeos hizo la canción muy explícita.

Nadie cuidaba la puerta.

Y por eso nadie se había dado cuenta que un par de ojos extra se había sumado a la fiesta.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora