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En el cielo Zeus estaba masacrando titanes con puños y rayos y por eso cuando la campana de la hora de salida sonó a las 5:00 p.m. el griterío de los estudiantes se ahogaba con los escandalosos truenos que resonaban en las paredes del colegio.
Era seguro que en pocos minutos iba a caer un diluvio que iba a lavar toda la mugre de aquel despiadado verano en que se había sumergido la capital.
Nina estaba feliz, porque un ventarrón extraño se apoderó del ambiente y el olor a tierra mojada llegaba desde un lugar no muy lejano al parabus donde ella esperaba al expreso de las 5: 15 p.m. que apareció puntual con las ventanas mojadas, ella saludando al mismo chofer de siempre se subió sin dejar botada la alegría en la acera.
Se sentó en "su asiento": el tercero del lado del chofer junto a la ventana como cada día y se apostó junto a la pequeña abertura por donde le llegaba el anuncio de que la lluvia le estaba majando las llantas traseras al autobús.
A Nina le gusta el invierno.
De niña se metía en cualquier charquería que encontrara durante y después de una lluvia, el olor de la tierra mojada y el concreto caliente que se resquebraja con un aguacero inesperado le traía demasiados buenos recuerdos.
Pero por tener un sistema respiratorio defectuoso de fábrica y tener las nalgas más agujereadas que un colador a causa de tanta penicilina que le administraron en la infancia, tenía prohibido mojarse con la lluvia. Por eso recordó amargamente aquel consejo que rehusó y que siquiera tomó en cuenta.
Se colgó los audífonos y se recostó en la ventana, al cabo de unos minutos se vio acorralada en un congestionamiento prematuro que le echó los buenos ánimos por la borda, ya ni a la buena música le hallaba sentido, por lo que frustrada se arrancó los auriculares y los guardo hechos maraña en el bolso.
La lluvia se había quedado estacionada en alguna parte allá atrás de donde ella venía, el cielo seguía negro y el viento azotaba con fuerza, pero parecía que Nina la vería en posición de espectadora en último lugar de aquella extraña pero bendita lluvia de marzo pues desde que salió del colegio ni una gota le había dignado en aparecer por todo su camino.
No sabía si era por cuestión buena o mala suerte, pero el chofer anunció por el altavoz que ese bus ya no sería expreso.
La orden de la central indicaba que debía de encontrar la forma de regresarse por donde ya había pasado para recoger a los pasajeros que esperaban el bus indirecto el cual estaba varado por desperfectos mecánicos. Esto significaba que el recorrido bien podría no solo duplicarse sino tardarse horas en llegar al destino final.
Por el lado bueno, Nina pensó que regresar significaba que se toparía con el ojo de la tormenta, pero que llegaría pasadas las siete de la noche a casa.
El chofer luego de tantos intentos encontró una salida adyacente para regresar adonde lo solicitaban, pero para ese entonces Nina había sucumbido ante un sueño que la derribó sin piedad sobre el cristal de la ventana.
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¡Corre Nina, crece! ©
Teen Fiction❝Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!. Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer...❞ (Canción de Otoño en Primavera por Rubén Darío). Todos pasamos por la adolescencia: no hay quien se salve. Algunos mueren en el in...