-7-
Nina siguió caminando resignada de la mano de aquel tipo por un buen rato sin que ninguno de los dos dijeran una sola palabra.
Cuando el bullicio era casi inexistente comprendió que se habían alejado bastante del auditorio y que probablemente estaban cerca de las canchas, faltaba un buen tramo para llegar primero a la oficina del director y luego al portón principal, los dos seguían callados y Nina – que sentía en ambiente un poco incómodo – no sabía si empezar o no la plática.
—¿Desde cuándo usas lentes? —pregunto el joven de manos grandes.
—Desde los nueve.
—Ya veo, ¿y cual es tu rango visual?.
—Pues a más de un metro no distingo cosas, todo se pone borroso, reconozco siluetas de personas pero no distingo los rostros a menos que los tenga muy cerca.
—¿Qué tan cerca?. ¿Así? – dijo él mientras se acercaba peligrosamente a la cara de Nina, ella cerró los ojos cuando sintió el aliento de éste tan cerca que se le coló hasta sus fosas nasales.
Retrocedió porque de no hacerlo se habría encontrado a escasos centímetros de sus labios.
—Lo siento, solo trataba de que te sintieras tranquila —repuso con algo de pena en la voz.
—Me sentiría más tranquila si me soltara la mano —dijo Nina intentando ajustar sus emociones para no dejar en descubierto que se había sentido bajo amenaza.
—¡Oh! ¿Esto?. ¡Perdón!.Con gusto lo hago si prometes que ves por donde caminas, no me incomoda ser tu lazarillo —le dijo mientras se reía, él le abrió su mano para que le soltara, pero Nina más apenada de lo que ya estaba no lo hizo y callada le indicó que siguieran caminando.
Al cabo de unos minutos llegaron al portón, el guarda preguntó que sucedía y luego de decir "ordenes del director" la puerta se abrió para los dos, comenzaron a caminar, sin soltarse de la mano por la acera floreada de robles.
En ese mes los árboles de la vereda del colegio se quedaban desnudos y a Nina siempre le había gustado pasar por ahí cuando se daba el fenómeno.
Alzó la mano que le quedaba libre para coger una flor que venía en picada.
—¿Te gustan? – preguntó el joven
—Desde que tengo memoria —confesó Nina
Entonces él desprendió su mano de la de ella y alzando la mirada atrapó varias en el aire, luego se agachó y le entregó una más grande:
—Esta tiene el color de tu cabello
—Es una llama del bosque —contestó Nina sonriendo.
Siguieron caminando hasta doblar la esquina, luego se apostaron en el semáforo para cruzar la calle.
El joven mientas esperaba el cambio del luz comenzó a desmenuzar a Nina con la mirada, el corazón le dio un leve respingo al verle el perfil con detenimiento y acompañó de una amarga sonrisa lo siguiente que salió de su boca
—Por favor no me vayas a soltar —y se dispuso a cruzar la calle con la chica del cabello de fuego.
A pocos metros estaba la óptica, al entrar la dependiente del mostrador les atendió en seguida, el joven sacó del bolsillo de su camisa el esqueleto de los lentes de Nina y explicó la situación, la dependiente los tomó y primero les quitó los pedazos del marco restante, limpió con un paño y solución los lentes; muy sorprendida dijo que aunque estaban astillados de una esquina no encontró la visión comprometida.
Nina quería saltar de felicidad pero se conformó con dar las gracias muy emocionada.
—¿Cree que puede encontrar otros marcos donde el diseño de la lente se ajuste? —interrogó el joven a la vendedora
—Hnm, puede ser aunque me llevara un tiempo —y se dispuso a buscar en el área de los marcos cuadrados —tomen asiento, hay café caliente
—Gracias pero prefiero el té —contesto el joven. —¿Te sirvo? —preguntó amablemente a Nina
—Paso, gracias, gracias por todo —le dijo ofreciéndole la mano para estrecharla
—Para servirte —contestó.
Se quedaron en silencio por un buen rato, Nina viendo hacia la nada y el joven con la mirada fija en el anaquel de lentes que tenía en frente, estaba metido en lo suyo y veía a Nina de reojo, apretó los labios e iba a dejar escapar unas cuantas palabras que ya no podía aguantarse más, pero un celular comenzó a vibrar, Nina se apresuró a revisar a ver si era el de ella, pero él se llevo el suyo a la oreja
—¿Diga? —contesto el joven, se puso de pie y comenzó a caminar en círculos por la vitrina, éste luego de escuchar respondió:
—En este momento no puedo estoy en algo muy importante —replicó pero la persona al otro lado de la línea continuó hablando a lo que él contestó
—Es que no estoy en el colegio, tuve que salir —dijo con un tono fuerte y serio sin levantar la voz y finalizó con aquella charla forzada con un—No te enojes, adiós.
Nina escucho que la voz del joven se había perturbado con esa llamada.
—No se preocupe, si quiere puede irse, sino encuentro una montura que calce con mis lentes llamaré a mis amigos y ellos pueden venir por mi.
—No, esto no tardará mucho, lo demás puede esperar.
—¿Seguro? Pareciera que tiene mucho por hacer y que lo esperan.
Él dio un suspiro ahogado en sus manos, volvió a morderse los labios y otra vez justo cuando iba a decir lo que no pudo hace un rato la vendedora apareció para comunicarles que habían tres opciones de aros a los cuales haciendo unos pocos ajustes los lentes de Nina cabrían a la perfección, esto la alivió bastante y se animó a decirle al joven
—¡Puedo regresar al colegio sola!, vaya, que a las mujeres no nos gusta que nos hagan esperar —le dijo muy convencida en su mente de que la persona que lo llamaba era su novia.
—¡No es mi novia! ¡Es algo más complicado de explicar que una novia! —se apresuró a decirle
—¡Hnm bueno pero en todo caso yo no dije que fuera su novia! —le dijo riéndose del jaque en que había puesto al ahora enrojecido joven.
—¡Ok!. Esta bien, te dejo pero ¡Ay de ti sino te vas derechito hasta el colegio por que yo mismo te castigo! —le sentenció con todo y dedo índice incluido —se la encargo —le dijo a la vendedora y agarrando su pañuelo de la bolsa del pantalón se lo entregó a Nina.
—Toma, para que guardes las flores, quédatelo pero sino lo quieres, luego, en el colegio me lo devuelves.
Nina asintió con la cabeza depositando las flores que había tenido largo rato en su regazo, estrechó la mano nuevamente y éste se aprovechó del momento para acercarse hasta su oído para susurrarle:
—Te veo luego sleepy girl, mucho cuidado en el autobús – le guiño un ojo y sonrió amenamente.
Ella se quedó perpleja y antes de que pudiera preguntarle el nombre o al menos identificar alguna facción del rostro del chico de la gabardina de cuero éste se marchó dejando a Nina con el corazón tan desbocado que sintió ahogarse ahí mismo en sus propios pálpitos.
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¡Corre Nina, crece! ©
Подростковая литература❝Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!. Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer...❞ (Canción de Otoño en Primavera por Rubén Darío). Todos pasamos por la adolescencia: no hay quien se salve. Algunos mueren en el in...