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Ese mismo jueves, Nina y sus compañeras debían acudir al auditorio y a la respectiva misa que le tocaba a la sección de la 2-4, por lo que su tutor tenía que pasar a traer a sus alumnas al salón de clase. Él acudió puntual, con buen ánimo y el encanto de siempre, subió hasta el cuarto piso, saludando amigablemente a los estudiantes de otros cursos que le veían pasar y se agolpaban en las ventanas y puertas para ver aunque sea un "cachito" del famosísimo Darío Elba, éste les sonreía y hablaba a todos con una familiaridad tan única que deslumbraba a cualquiera.
La puerta metálica estaba abierta en su totalidad y las alumnas estaban alistandose para irse con Darío, quién al cruzar la entrada se encontró a primera vista con Nina Cassiani, que estaba de espaldas viendo hacia afuera a través del ventanal.
Tenía el cabello suelto y el sol, que golpeaba sus mechones tras los cristales, hacia que aquel rojo vibrara, era como si ella fuera una diosa incendiaria capaz de quemarlo todo sin tan siquiera tocarlo.
No tenía la menor idea del porqué, pero sintió que no podría con eso, era una imagen sacada de sus fantasías y por eso tenía que encontrar la manera de que Nina se recogiera el cabello en aquella coleta que la caracterizaba; por lo que antes de tan siquiera decirle "¡Hola, ¿cómo estás?" directamente se asomó a su costado. Con la voz seria y muy baja, tratando de que nadie más escuchara dijo aquello que recién se había inventado
—Hnm mal día para andar el cabello suelto.
—¿Porqué lo dice?.
—Acabo de enterarme que se ha desatado una plaga de piojos en todo el colegio, el foco infeccioso está en las piscinas, ya sabes, con lo puerco que es Illías Alcott no me extraña.
—¿P-PI-PIOJOS? —gritó Nina pálida sin evitar que todas sus compañeras volvieran a verlos.
Darío no lo sabía, pero Nina Cassiani Almeida tenía una fobia/aberración a los parásitos que se alimentan de sangre: los piojos, las pulgas y garrapatas. Ella comenzó a agarrarse el cabello, a retorcérselo y a estrujarlo con sus manos. Darío vio el rostro de la pelirroja horrorizada, esa no era la reacción que esperaba de Nina y quería arreglar esa metida de pata que acababa de hacer, pero no tuvo ni un segundo para intentar enmendar a solas y con ella su error
—¿Quién tiene piojos? —preguntó Moira que se había arrimado corriendo al escuchar a Nina mencionar aquella palabra.
—Hay una plaga de piojos que probablemente se desató en las piscinas, no recomendaría andar el cabello suelto —logró decir Darío Elba, aunque estuvo a punto de rectificar la mentira, pero sentía que ya no podía darle vuelta a la hoja de la página del engaño que recién había comenzado a garabatear.
—¡ILLIAS ALCOTT TIENE PIOJOS Y HAY PIOJOS EN TODOS LADOS! —comenzó a pregonar Moira Proust gritando y saltando de mesa en mesa, desatando de esa manera, en cuestión de segundos, el pánico y los gritos de quince adolescentes, incluyendose, que tenían en su mayoría largos cabellos peinados por el aire y que se agarraban de las mechas haciéndose desesperadas coletas maltrechas e improvisadas.
Darío estaba sin poder decir una sola palabra, la histeria era tan grande que aquello era igual a pensar en un brote de cólera o de peste bubónica adentro de un barco perdido en alguno de los siete mares, sin antibióticos ni médicos a bordo.
Ni siquiera se atrevía a callarlas o al menos a pedirles que se bajarán de las mesas.
Gail Hooper, quién solía poner los papeles sobre la mesa en los conflictos de la sección, agarró su teléfono y llamó a los abogados familiares para que tomaran las acciones correspondientes. En menos de media hora aquel rumor se había asentado como una verdad absoluta, ya no sólo por el salón sino por el colegio entero y como era de esperarse, la firma de abogados que representaba a la prestigiosa familia Hooper & Uberti habían enviado un fax al consejo escolar con la solicitud inmediata - e irrevocable - de que clausuraran la piscina basados en no se sabe cuántos fundamentos legales y jurídicos. Al pobre Señor Director Garita no quedó más que anunciar mediante el altavoz que las clases de natación estaban suspendidas hasta nuevo aviso, al igual que la piscina se clausuraba hasta que la desinfectaran por completo y al profesor en cuestión lo tenían bajo observación en la enfermería acusado de ser el foco transmisor de aquella plaga. La enfermera no quería tocarlo y mucho menos acercarsele ni con diez pares de guantes ni mil pinzas.
A Illías Alcott le aventaron casi un kilo tomates las cocineras de la cafetería, cuando intentó buscar asilo en la cocina del colegio mientras huía de chusma enardecida que quería quemarlo en alguna hoguera, no sin antes querer raparle el cabello a ver si así y al caso se le quitaba lo piojoso.
Sin querer, Darío Elba había evitado que Illías Alcott anduviera rondando y haciendo de las suyas por un tiempo en el colegio, él nada más quería que Nina Cassiani se hiciera la coleta de costumbre, lo cual logró ofreciéndole la que él mismo usaba para anudar su moño, claro que primero tuvo que tranquilizarla de mil maneras porque de verdad ella si que le tenía pavor a los piojos.
De haber sabido eso jamás se le hubiera ocurrido aquella inocente treta, pero aún así estaba feliz de haber descubierto algo más, sin proponérselo, de la enigmática pelirroja que sin darse cuenta, con cada minuto que pasaba, estaba colándose por las grietas de su no tan impenetrable armadura, fabricada a medida y a su gusto para expeler el amor.
Cuando por fin logró contener y aliviar aquella histeria colectiva desatada en sus quince niñas, las encaminó hasta el auditorio de media luna. Era la primera vez que Darío Elba compartía con sus alumnas en aquel lugar donde vio a Nina indefensa y sin sus lentes. A diferencia de lo que hacía Prego que las dejaba en total abandono, él se había sentado con ellas en la hilera de bancas donde le correspondía a la sección.
Recién había empezado la animación con la voz de Moira en el micrófono, que estaba dando consejos caseros y casi mágicos de cómo expeler los piojos, cuando Gail Hooper se acercó hasta abrirse campo entre Darío Elba e Idelle Gerty, se sentó a su lado en la banca y le dijo
—Está bonita la Nina, ¿verdad?.
—¡Claro!. ¡Es tan y muy bonita como cada una de ustedes! —contestó Darío con una calma pre ensayada ante la pregunta de "Le Petit Hooper"; sabía exactamente porqué se había abierto campo imperiosamente hasta llegar donde él.
Gail tenía un instinto tan mordaz desde que era una chiquilla y por eso Darío sabía de antemano lo que ella quería decirle mucho antes de que abriera la boca. Conocía a la menor de los Hooper al igual que conocía a Leandro y aunque llevara casi cinco años sin verla: la adolescencia le había servido para volverse más aguda y astuta de lo que ya era de nacimiento.
—Lograste matar dos pajaros de un tiro Elba, incluso supiste engañarme, no había notado la mentira hasta que te soltaste el moño, eres tan vanidoso que nunca harías algo así de no ser porque te estas volviendo blando. ¿No me digas que por fin sientes algo?. Yo juraba que no tenías corazón o que era de piedra. A Leandro le va a encantar escuchar esto, ¿me dejas decirle? o prefieres contárselo vos.
—Hnm Hooper siempre tan incisiva desde que aprendió a hablar, extraño al otro Hooper, suele tener más tacto que vos, dime Gail: ¿te escondes antes del almuerzo y entre recesos donde Leandro y yo te enseñamos?.
—Cada que puedo —contestó ella mientras jugaba con el palillo de y la inexistente paleta dulce entre sus dedos —¿Amigos? —preguntó ofreciéndole la mano, aquello era la señal de un acuerdo no hablado de complicidad mutua. Aunque Darío intentaría por todos los medios no quedar en descubierto ante la mirada inquisidora de su alumna y también amiga Gail Hooper.
—Sabes que lo soy desde hace años —dijo estrechando la mano y viéndola a los ojos —al menos nos libramos de Alcott por un rato, siento el teatro no planeado, algo bueno sacamos en común de todo esto, ¿no lo crees así?.
— Así es Elba, así es, que bueno que estés aquí, espero que no se te suba al ego, pero tengo que admitir que "El Conquistador" es un excelente profesor —repuso Gail Hooper con su singular voz arenosa y sincera viendo a Darío Elba con los mismos ojos que veía a su hermano mayor desde que tenía conciencia.
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¡Corre Nina, crece! ©
Teen Fiction❝Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!. Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer...❞ (Canción de Otoño en Primavera por Rubén Darío). Todos pasamos por la adolescencia: no hay quien se salve. Algunos mueren en el in...