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A la mañana siguiente Nina se levantó como siempre, se fue directo a la panadería con la gabardina doblada como recién sacada de la tienda sin olvidar también el hermoso paraguas estilo oriental que le había servido tanto.

Se cruzó la calle y en la puerta Rhú la esperaba, ella le sonrió más feliz que de costumbre, poniéndose de puntitas y agarrando al chico panadero por el cuello de su siempre blanca camisa le dejó un beso muy tronado en la frente.

Él tragó saliva, la sangre le hirvió en un instante y en respuesta la apretujó contra su pecho, repaso su espalda con la yema de sus dedos y le besó la cabeza. Luego de un breve instante Nina, que se estaba quedando sin aire a causa del abrazo de oso, logró articular unas palabras:

—¡Me estas destripando!

—¡Ay lo siento! —dijo sonriendo muy nervioso —¡Me dejé llevar y me emocioné!  —dijo separándose de la estrujada chica y guardando la distancia prudencial que necesitaba para recomponerse de una situación muy comprometedora que se había presentado en su entrepierna.

—¡Toma! —le dijo dándole la bolsa con la gabardina y el paraguas.

—¡Oh gracias!. No te hubieras molestado —dijo sin prestar atención al contenido de lo que le estaban entregando —te hice jugo de zanahoria.

—¡Mmm yummi! —dijo relamiéndose los labios mientras se sentaba en su silla de costumbre.

El panadero se fue tras el mostrador, puso las cosas que le habían sido "obsequiadas" en una esquina para poder llevar el jugo recién hecho hasta su mesa junto con un croqué-madamme, Nina comenzó a tomarse el zumo sin dejar de verle.

Éste – anonadado – por los vibrantes ojos de Cabeza de Remolacha no hacía más que sonreír como un idiota, se sirvió un americano y se sentó con ella.

—¡Gracias!, ¡está delicioso! —dijo Nina.

—No, gracias a vos, no te hubieras molestado.

—¿Molestia?. Pero si era lo mínimo que podía hacer, me imagino que los necesitas.

—Eso ya lo veremos —dijo —y se levantó para traer la bolsa, volvió a sentarse y sacando la gabardina muy asombrado exclamó:

—¡Nina esto cuesta una fortuna, esta preciosa!.

—Pues eso fue lo que pensé, aunque no me mojé gracias a esto, deberías de tener mas cuidado. De no haberle preguntado al chofer y si éste no hubiera sido honrado se la habría quedado. ¿Por qué no me despertaste, de seguro me viste toda llena de babas y me sacaste fotos, no?.

Reuben que no estaba viendo a Nina hablar porque tenía la gabardina extendida frente a su cara la bajo lentamente descubriendo un rostro muy pero muy pálido, apenas y podía hablar, con mucho esfuerzo y la voz entrecortada dijo:

—¿Podrías repetirme lo que acabas de decir?.

—En resumen: que no dejes tus cosas en el autobús, prometo que andaré mi sombrilla de hoy en adelante, no volveré a dudar de tus habilidades del pronóstico del tiempo.

El chico que hacía poco caminaba sobre las nubes: había sido bajado a patadas y le habían quebrado las alas. Se agarró del respaldo de la silla y caminó lerdo hasta el mostrador, buscó el paraguas y metiendo todo en la bolsa, dijo con la voz triste.

—Querida Nina: hasta donde entiendo, me estás dando éstas cosas porque crees que son mías, pero no lo son.

—¿Cómo que no?.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora