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Es por eso que cuando Nina escuchó salir las palabras "Sleepy Girl" de la boca del chico alto que la había llevado hasta la óptica, supo que debía ser la mismísima persona de aquel día tormentoso que le había "donado" o dejado en calidad de préstamo aquellas prendas.

Nina se acercó al mostrador para tratar de que la vendedora se apresurara con el trabajo de sus lentes para lograr alcanzarlo, tenía que hablar con él y quería hacerlo en el camino de regreso al colegio.

La vendedora no ayudó mucho, era lerda con las tenazas y se le cayó un tornillo bajo el mostrador que intentó buscar a punta de escoba.

La idea de alcanzarlo en el camino era para ese entonces un caso perdido, ni modo, lo buscaría dentro, el único problema es que no sabría distinguir su rostro.

"Alto, súper alto, más alto que Rhú, camisa posiblemente de algodón de mangas largas en tono azulado, jeans negro, voz constante, un poco dulce pero muy marcada" iba rememorando todo el camino cuando por fin le entregaron los lentes no sin antes advertirle que los cuidara más de lo normal ya que al haberse astillado por las esquinas la montura habían quedado frágil.

Corriendo, llegó hasta la puerta del colegio, le dejaron pasar e increíblemente no estaba nerviosa, casi al llegar a la entrada de la oficina de la director una marea de estudiantes se la quiso llevar contra corriente, Nina se preguntó por qué iban todos en carrera y con sus respectivas pertenencias.

—No hay misa, el Padre Estefan no se siente muy bien y luego de la animación nos dejaron ir a casa —le contestó uno de los estudiantes de la especialidad de mecatrónica al que pocas veces le había hablado.

No tuvo más remedio que sentarse cerca de la cancha y esperar a que la marea bajara, atravesarse a esos niños en esas condiciones era un acto suicida, en pocos minutos pudo ver a sus compañeras de sección junto con los jóvenes de la 2-5 de donde Bloise se desprendió corriendo para ir a su lado a conversar. Tras de él venían Moira, Hooper y compañía que dijeron la habían buscado "hasta debajo de las escaleras" sin encontrarla.

—Toma, aquí está tu costal del libros —le dijo una exageradamente cansada Moira

—¿Dónde te habías metido?

—El Señor Director se dio cuenta del accidente y me mandó con un amigo suyo a la óptica, mira, así quedaron los pobres —dijo mostrando sus "nuevos" lentes.

—¡They're alive! —gritó Bloise que casi nunca se tomaba nada en serio, abriendo las palmas de las manos y mirando al cielo como si se tratara de un verdadero milagro.

—¿Con quién saliste? —le preguntó Lea.

—Ni idea, ya saben que sin estos no distingo las caras.

—Yo si tengo una idea de cómo es mas o menos "ni idea", no dejaré de decir que está bien pero bien guapo —dijo Moira.

Moira comenzó a describir de manera idealizada a "ni idea": con los ojos color acero, la mirada calma y un tanto sombría, la barbilla cuadrada y la nariz muy linda, el cabello era de color negro y largo.

—¿Largo?. ¿Estás segura que estamos hablando del mismo tipo?. Yo sé que soy miope pero tan así de ciega no estoy Moira, si hubiese tenido el cabello largo lo habría notado, incluso si hubiera andado una cola como la mía habría visto el mechón largo como una mancha negra sobre su espalda.

—No, porque lo andaba recogido en una especie de moño, de esos que ahora están de moda.

—Usa un "Pony Bun" así se llama ese moñito – dijo Hooper una especialista en el mundo de la moda.

—¡Entonces es un lumbersexual! —dijo Bloise.

—No, para ser un lumbersexual le falta la barba y alguno que otro retoque más en su apariencia, él tiene la cara lampiña —replicó Gail Hooper – pero si, Moira tiene razón, se veían muy bien, como modelo sacado de página de revista.

—¿También lo viste? —preguntó Nina

—Si, me topé cara a cara con él y el Director cuando veníamos bajando, por cierto, siento que lo he visto antes, pero no logro ubicar dónde.

—¡El director! —exclamó Nina  -¡ya regreso, tengo que ir a darle las gracias!.

—¡Está en junta, lo dijeron por el megáfono! —dijo Messeli.

—Entonces mañana será.

—¡No!. ¡Tenemos fin de semana largo! —dijeron todos en coro y alborotados.

Nina desistió entonces de su idea de ir a buscar al desconocido del Pony Bun no exactamente lumbersexual pero guapísimo hombre que ya la había ayudado en dos ocasiones.

Cargó en el hombro su bolso, con sus compañeros cruzó de nuevo el portón principal y se fueron uno a uno a sus respectivos hogares.

Nina abordó el autobús y no dejó de prestar atención a cada pasajero que se subía a ver si tenía la suerte de toparse con él nuevamente, pero la señora suerte no se andaba subiendo en el colectivo por aquellos días y tardaría un rato en volver a coincidir con él o al menos eso era lo que ella creía.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora