Incontrolable parte II

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La tarde se basó en películas, lluvia y un poco de estudio. Yo tenía más que claro que debía tener una buena calificación pero me desconcentraba al ver a Paul a mi lado leyendo. Se veía tan atractivo con sus lentes ópticos con marco negro y su ceño fruncido. Totalmente atractivo. Agarré mi teléfono y le tomé una foto pero no se percató. Paul era encantador.

Bruce salió corriendo mientras llevaba uno de sus juguetes entre sus dientes, Paul se giró y abrió sus brazos dispuesto a jugar con él, para mí fue imposible no sonreír al mirarlos.

¡VAMOS BRUCE! – exclamó Paul - ¡Ven aquí! – Bruce giraba como loco y corría por la sala de estar. Comencé a reír. Paul intentaba quitarle el juguete pero Bruce corría desenfrenadamente. Era una escena muy cómica. Nos quedamos jugando un rato mientras nuestras risas inundaban el lugar. Ver a Paul jugar como un niño me hizo querer descubrir tantas cosas sobre él. Su sonrisa se extendía y su bella risa contagiaba sin planearlo. Pedimos una pizza y nos sentamos en mi cama, mirándonos con diversión mientras un hilo de queso derretido se extendía en mi boca. En aquellos momentos, yo olvidaba por completo que él era mi profesor y en minutos me intimidaba porque si todo debía terminar en algún momento, tendría que verlo en clases y actuar totalmente normal. Eso sería un poco difícil. Paul me miró y sonreí - ¿qué piensas? – preguntó y suspiré.

En lo deliciosa que está pizza – hablé y asintió. Tenía que mentir.

¡Eso es cierto! – exclamó y reímos. Luego de comer y cepillar nuestros dientes, nos acomodamos en mi cama con el sonido de la lluvia y nuestros cuerpos muy juntos. Su perfume estaba deleitándome de una manera única y nuestras manos juntas causaban mil cosas en el abdomen. Deslicé mi mano por su clavícula bajo su intensa mirada. El ambiente estaba perfecto y sentíamos que nada podía arruinarlo. Era mi profesor. Mi profesor estaba mirándome fijamente con sus labios juntos y sus dedos acariciando mi mejilla con suavidad. Me sorprendía como todo era tan especial y discreto.

¿Te gusta la lluvia? – pregunté con curiosidad y sonrió.

Mucho – respondió – siempre y cuando pueda beber té o estar abrigado – se acercó más y reí - ¿Qué hay de ti? – preguntó.

Me gusta pero no demasiado – respondí y asintió.

La lluvia es más grandiosa cuando puedes hacer esto – dijo sin quitarme los ojos de encima mientras se posaba sobre mi cuerpo. Su nariz rozaba la mía con suavidad y mi boca se abrió para soltar un leve suspiro – Sabrina – susurró.

¿Sí? – pregunté con ambas manos en sus suaves mejillas.

¿Tienes idea de lo que has causado? – preguntó mirándome con sus brillantes ojos llenos de misterio. Negué con la cabeza y me dedicó una sonrisa – has causado que al entrar al salón de clases te busque, que sonría complacido cuando llegas tarde, que disfruto tu rostro cuando Alexa me habla, que me encanta enseñarte cosas nuevas y saber las historias que guarda ese interesante mente tuya – me quedé sin palabras cuando lo escuché y no podía asimilarlo.

Había sido absolutamente tierno.

Lo miré fijamente a los ojos intentando buscar las palabras precisas y sólo habían sonrisas entre nuestros labios.

No sabía que causaba eso – respondí y él soltó una risita.

Por algo estoy aquí – susurró y sentí un leve hormigueo en abdomen – estoy seguro de que estás buscando una respuesta – reí – deja de pensar y bésame – se acercó – esa es la mejor respuesta que puedes darme – unimos nuestros labios en un dulce beso. Me encantaba su manera de besar y dejarme sin aliento, tenía habilidad para todo y eso lo hacía un hombre grandioso. Cada roce, cada caricia, cada mirada y sonrisa me cegaba de la realidad, me hacía perder el control y olvidar mi alrededor de una manera irreal. Jamás imaginé que un profesor me iba a causar aquel efecto tan intenso. A principio de año tenía como propósito tener buenas calificaciones y divertirme, concentrarme en mis estudios y quizás conocer a algún chico en alguna fiesta o en otra universidad pero jamás cruzó por mi cabeza la idea de perderme en los ojos y besos de uno de mis profesores, todo estaba girando alocadamente y me gustaba porque sabía que jamás lo olvidaría. Mirarlo sonreírme y pensar que habían tantas cosas interesantes en su mente me hacían seguir luchando por no alejarme o dejarlo ir. Todas las chicas lo deseaban de manera superficial, querían tenerlo para demostrar superioridad pero no se daban el tiempo de desear aquella grandiosa mente que él poseía. Cada vez que el caminaba por los pasillos de la universidad, los ojos de las alumnas lo seguían sigilosamente, Alexa siempre trataba de conseguir algo más y los comentarios de mis compañeras eran halagos a su físico o forma de hablar pero jamás las había oído decir ''¿Tendrá algún plato favorito?, ¿Le gustarán las cosas dulces?, ¿Tendrá hermanos?'' porque además de tener un lindo rostro, poseía una personalidad fantástica y única.

Y yo era la única que podía disfrutarla en secreto.

Y me encantaba.

Estás pensando mucho – susurró Paul en mi oído - ¿puedo saber? – sonreí ante la ternura.

Estaba pensando en lo épico que es nuestro secreto – me giré para mirarlo a los ojos – aunque me gustaría salir de compras o ir al cine sin sentir inseguridad – frunció el ceño – poder invitarte a ver una película que no conozcamos o subirnos a una montaña rusa, a pesar de que las odio pero para divertirnos – sonrió ante mi comentario – pero tenemos una barrera – acarició mi mejilla – nos pueden ver – solté un suspiro y me abrazó, dejando mi rostro pegado a su pecho desnudo. Era sentir el cielo.

Buscaremos una forma de arreglar eso – dijo en voz baja – pero ahora disfrutemos esto – susurró junto a mi mejilla – luego vemos que hacer – sonreí y lo besé con suavidad.

Decidí preparar desayuno para llevarlo a la cama. Luego de recibir un beso de agradecimiento por parte de Paul, nos sentamos a comer mientras veíamos televisión entre risas.

Detesto ese comercial – exclamó con diversión y reí – es totalmente absurdo – no podía dejar de soltar carcajadas ante su voz y rostro - ¿quién habrá sido el idiota que lo inventó? – Paul podía ser muy gracioso cuando insultaba o hablaba con ganas de algo.

Yo detesto varios – burlé y reímos.

Cuando veo las noticias en la mañana... - Paul iba a continuar pero su teléfono comenzó a vibrar. Dejó la taza en la bandejita y frunció el ceño frustrado. Se movió para sacar el teléfono de la mesita de noche y al ver la pantalla apretó su mandíbula molesto – disculpa – dijo antes de ponerse de pie para ir a mi sala de estar con el teléfono en la oreja ¿qué le había pasado? Me quedé sentada en la cama con la taza entre mis manos tratando de comprender. Quizás era el director. Decidí bajar un poco el volumen de mi televisor – ¿Para qué? Claro que no. No estoy en mi casa ahora. Eso no es de tu incumbencia Elisa. No es necesario. Estoy ocupado, no puedo hablar ahora y deja de preguntar por favor. Adiós – sentí sus pasos y subí el volumen rápidamente. Llevé una tostada a mi boca y miré la pantalla totalmente desconcentrada por haberme quedado pensando en aquella conversación. Yo sabía que no eran mis asuntos pero me preocupaba un poco.

¿Todo bien? – pregunté mientras el caminaba con su ropa interior blanca dejándome sin aliento por unos segundos. Se sentó a mi lado y bebió un sorbo de café antes de responderme.

Perfecto – respondió con una sonrisa. Yo sabía que no era así pero decidí no estresarme por esas cosas que no influían en mi vida.

Creo.

Paul se había ido y me quedé toda la tarde lavando mi ropa, escuchando música, viendo algunos capítulos de mi serie favorita y repasando un poco los textos para el examen. Por momentos recordaba la llamada pero la quitaba rápidamente de mi cabeza haciendo otras cosas. Paul era una caja de misterios totalmente poderosa y grandiosa.

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Profesor y efecto. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora