Vamos preciosa – susurró y traté de aguantar lo que sentía. Paul era mi jodida debilidad. Subimos y abrimos la puerta entre risas. Al entrar, me quedé impresionada con lo hermoso que era todo. Paul se ubicó detrás de mí y llevó sus manos a mi cintura.
Es hermoso – dije con un hilo de voz – Paul – me giré para mirarlo mientras me sonreía – nunca dejaré de agradecerte – lo abracé mientras él me presionaba a su cuerpo. Buscamos nuestros labios y sin detenernos, nos besamos apasionadamente con nuestras manos inquietas por recorrer al otro. Sin pensarlo, tiré su camisa sin separar mis labios de los suyos mientras que su perfume me llenaba de vitalidad en segundos. El cansancio del vuelo se había marchado y lo único que quería era sentirlo en mi piel. Mis manos quitaban ansiosamente los botones de su camisa mientras que sus labios buscaban los míos con desesperación pero se movieron a mi cuello para robarme el aliento. Cuando logré quitarla, pasé mis manos por su pecho y besé sus clavículas lentamente. Paul se había convertido en alguien tan importante y era imposible saciar mis ganas de él. Sus manos levantaron mi camiseta para quitarla mientras que sus ojos me miraban sin pestañear. Me tomó en brazos mientras yo enroscaba mis piernas en su cintura, caminó hasta la suite con sus labios pegados a los míos. Mis manos desarmaban su cabello, sus manos se paseaban por la silueta de mi cuerpo, sus labios bajaban por mi cuello y mi corazón latía desbocado. Sentir cada centímetro de su piel sólo para mí era inexplicable. Me encantaba pensar que estábamos solos, besándonos, tocándonos y disfrutándonos sin molestias. Nos girábamos para encajar mientras que sus labios me llevaban al cielo en segundos. Nos miramos agitados.
¿estás lista? – dijo entre respiraciones rápidas y le sonreí asintiendo. Besó mis labios mientras su cuerpo se movía lentamente haciéndome vibrar como nunca. Llevé mi mano a su cuello mientras nuestros ojos no se desconectaban. Se impulsó haciendo que mi boca se abriera y mis ojos lo miraran con súplica. Me estaba fascinando aquel momento y juraba no olvidarlo. Me ubiqué sobre él mientras sus manos me acariciaban con desesperación, me moví haciendo que su rostro me dejara sin aliento. Estaba vulnerable, cegado y totalmente diferente. No era el profesor Hart con su rostro simpático pero profesional, era Paul, un hombre que me besaba de una manera deliciosa y su cuerpo era mi droga completamente. Su rostro era inexplicable, como separaba sus labios con sus ojos inyectados de lujuria, las mil sensaciones que corrían por nuestros cuerpos, cada movimiento, roce, beso, palabra y segundo de aquel momento era inexplicable e inolvidable. Sus ojos estaban tan cargados con electricidad que me hipnotizaban de forma épica – ¡joder Sabrina! – exclamaba Paul en mis labios – y tú comparándote con Alexa – decía mientras se movía – no tienes comparación – dijo agarrando mi rostro con fuerza – eres única – sonreí mientras el placer inundaba mi cuerpo.
No nombres a esa estúpida – dije mientras movía mi cintura y él sonreía – estamos disfrutándonos- no era la Sabrina de la universidad que corría o vendía flores con una cola de caballo desarmada. Era una mujer que sabía lo que quería y eso era complacer al profesor Hart. No sentía vergüenza y me gustaba lo que sentía. Otras veces, había sido apasionada pero no tanto como con Paul y cada gesto que él hacía me incitaba a seguir proporcionándole sensaciones. Él ya sabía cómo desbloquearme de la timidez y sacar a la Sabrina sin miedo. Sabía los lugares exactos en dónde mi debilidad se escondía y mi corazón latía más fuerte. Paul era un mar de sensaciones deliciosas. Luego de toda la acción en la cama del hotel, nos dormimos abrazados sin una prenda de ropa, con el delicioso clima de Aruba y nuestras mentes tranquilas luego de aquel frenesí.
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Profesor y efecto. (TERMINADA)
FanfictionProfesor puede ser sinónimo de prohibido pero una vez que las miradas se cruzan, las mentes vuelan y los pensamientos se nublan, no hay vuelta atrás. Prohibido se transforma en deseado. El profesor de arte y literatura, Paul Hart, lanza su flecha d...