|Capítulo 2|

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Los días siguientes, se convierten en una locura total. Estoy a nada de volverme loco, mis horas se van volando demasiado rápido: resolviendo asuntos de oficina, mimando a Sophie, tratando de a pasar tiempo en casa, procurando que la pequeña no se agobie con lo del viaje, es complicado. Por lo menos ya he hablado con Merlinda —La señora que cuida de mi hija desde hace más de dos años— Y es de su total conocimiento que mi pequeña y yo, nos iremos, teniendo solo dos semanas para empacar todo y no dejarme nada, aunque supongo que en la nueva casa habrá más de lo que pueda necesitar, no pienso dejar lo que tanto me ha costado, en este lugar. Con tanta cosas en la cabeza olvidé a dos personas importantes en mi vida, hasta ahora voy a llamar a mis padres para informarles sobre la noticia, si no les informo y se enteran de otra forma que no sea por mí, arderá Troya en mi mundo. Mi madre suele ser muy exagerada, en ocasiones sobrepasa los límites.

—Buenos días. —Responde mamá, pero sin dejar de murmurar algo que no alcanzo a oír, creo que está riñendo a papá. Ambos son como dos niños. Él es quien molesta y ella la que se disgusta, como dicen por ahí: la niña llorona y el encargado que la pellizca.

—Hola, señora Scott. Buenos días —Digo con una enorme sonrisa.

—Hijo de mi corazón, hasta que nos llamas... Te olvidas de tus padres —Río divertido, se le oye emocionada y dramática a la vez.

—Madre, te he llamado hace dos días, no exageres. —Musito burlón.

—Eso es mucho tiempo, cuarenta y ocho horas, corazón. Tantas cosas pueden ocurrir —Ni te lo imaginas, las palabras pasan cual anuncio por mi cabeza.

—Eso no es importante por ahora, te estoy llamando porque tengo una noticia que darles —Resopla. Uy, mi madre. —Creo que pronto tendremos la oportunidad de vernos más seguido.

— ¿De qué hablas? No me digas que te has vuelto loco y viajarás cada día para vernos. —La línea de queda en silencio por segundos. —Ah, y ni pienses que nos iremos contigo. Ya habíamos hablado de eso —Se escucha muy segura, siempre se adelanta a los hechos. —Eso sí... Antes de que toda tu cordura se vaya, déjame a la niña. —Dice lo último en un tono de sorna.

—Mamá —esbozo una sonrisa divertida. —En primer lugar, sabes que mi pequeña no irá a ningún lugar sin mí, y lo segundo, no he perdido la cordura, es sólo que Sophie y yo nos mudamos a Seattle muy pronto, estaremos muy cerca de ustedes.

— ¡Oh, Ashton! ¿Hablas en serio? —Añade con un tono que pone en evidencia su sorpresa. —No me ilusiones en vano, sabes que llevo años queriendo tener a la pequeña aquí y por supuesto a ti, pero es imposible, por sus clases, tu trabajo y nuestro negocio. —No suele creerme nada, desde que le dije que no viajaría en navidad porque estaba enfermo. Cosa que era mentira, eran las primeras fiestas que podría disfrutar en la universidad y no quería perdérmelas. Los dos llegaron y descubrieron que todo era una farsa. —Ya sabes lo feliz que nos haría tenerlos aquí, junto a nosotros. Poder disfrutar de ambos como la familia que somos. No puedo creer que después de tantos años pueda convertirse en una realidad.

—Sí, mamá. Te hablo con toda sinceridad, debemos irnos allá porque justo ahora te encuentras hablando con el futuro gerente de Bell's en Seattle.

—Ashton, sabía que ibas a llegar lejos. No sabes el orgullo y la felicidad que siento ahora mismo, tu padre va a explotar de la alegría, ¿Para cuándo vienen?

—En una semana aproximadamente. —Muevo la mano, como si pudiese verme. Idiota.

— ¿Necesitas ayuda para mudarte? Ya sabes que siempre puedes enviar a la niña antes, por supuesto, para evitar lo cansado de la mudanza, nosotros más que felices de tenerle unos días —eso me recuerda a cuando la quisieron tener con ellos por un mes y no la dejé ir, me sería imposible pasar los días sin tener a mi pequeña cerca.

Prometo Quererte SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora