|Capítulo 13|

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He tenido unas horas reconfortantes de sueño, mi cama estaba muy cómoda, tanto, que giré para acomodarme en la otra almohada. Pocas veces tengo la oportunidad de dormir las horas completas y necesarias para sentirme descansado, ahora que terminamos el revuelo que había en la empresa, dormí desde temprano. Hasta que una parlanchina apareció en mi habitación, toda una lástima que la señorita interrumpirse mi momento.  Es una niña de seis años que se  encuentra saltando en mi cama, no importa las veces que le diga e insista en que no lo haga, parece una lucha inútil entre mis palabras y su tan testaruda mente.

—Papi, papi, papi. —Alzo mi mano para deternerla.

—Sophie, por favor ten la bondad de sentarte. —Mi peor miedo es que se caiga y termine por romperse la crisma.

—Vale. —Da un salto y se deja caer en la cama. — ¿Ya? —Pregunta con aires de inocente.

—No importa cuantas veces te lo diga, tú siempre haces lo que quieres. —Me acomodo para quedar sentado. — ¿Para qué me has levantado de una manera tan... ? —Golpeo mi barbilla con suavidad. — ¿Tierna?

—Ah. —Le resta importancia a través de un gesto divertido. —Para decirte que son las nueve y vas tarde.

¿Qué?

No puede ser, a esta hora es mi primera reunión del día, he invertido semanas en su preparación.  Me tiro de la cama asustado, corro como loco al baño, me giro cuando ella aplaude y escucho su risa.

—Has caído. —Se acuesta y cruza las manos detrás de la cabeza.

Miro hacia el reloj del buró y marca las seis menos diez, me ha engañado.
—Muy graciosa señorita, muy graciosa. —Trato de parecer enojado, pero fallo en el intento. —Me has dado un susto terrible. Ahora tendré que desquitarme.

—Papi... Yo te quiero mucho —Eleva sus manos hacia mí con su cara de inocente.

—No señorita, esta vez no. —Sonrío malicioso. —Debes estar preparada... Porque se viene un ataque de cosquillas.

Camino de prisa en su dirección hasta tener una rodilla en la cama. Mis dedos se encuentran con su abdomen, de inmediato empieza a reír sonoramente. Uno o dos minutos después considero que es suficiente. Necesito bañarme para ir a la empresa y ella a la escuela. Se seca las lágrimas provocadas por la risa.

—Muy bien, ahora a bañarse. —Señalo con mi dedo la puerta.

—Papá ¿Me peinarás tú hoy?

—Sí, pero ahora ve a buscar el baño y date una buena ducha, antes de que nos agarre la tarde.

—Sí, señor. —Da un brinco medio raro y continúa su camino.

He sido engañado por una niña de seis años, que horror. En este momento me siento un verdadero tonto. Procedo con mi ducha para nada eterna, hoy no es día de reflexiones, simplemente es lavar el cuerpo y ya, con jabón claro está. Que difícil es terminar de vestirse, sobre todo cuando llega la hora de los zapatos, que pereza amarrarlos, llaman a la puerta de la habitación.

—Pase. —La puerta se abre dejando ver a Sophie con sus cosas. —Siéntate en la silla, ya te ayudo. —Termino de atar los zapatos y la alcanzo.

—Papá, se ha acabado el champú. —Frunzo el entrecejo, la semana pasada se le compró uno nuevo.

—Sophie, eso es imposible. Te lo compraron hace unos días, lo has tirado, ¿Verdad?

—No, se cayó solito. Mira.. —empiezo a desenredarle el cabello. —Yo lo puse en su lugar, y la botella se resbaló porque quería conocer el suelo porque estaba muy solito.

Prometo Quererte SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora